Ganarse a los ciudadanos de Europa

Ante las próximas elecciones del Parlamento Europeo en 2014, la UE puede inspirarse en las elecciones presidenciales estadounidenses en lo que se refiere a involucrar a los ciudadanos, aumentar su legitimidad y ganar peso a escala internacional.

Publicado en 4 enero 2013 a las 16:31

La Unión Europea tiene una larga tradición como estandarte universal de paz, prosperidad y éxito en ámbitos que van desde la cultura y la ciencia hasta el deporte. Y aún así, Europa ha atraído más atención mundial en los últimos dos años que en las seis décadas precedentes. Los titulares de todo el mundo se hacen eco de la crisis de la deuda, exacerbada por una economía renqueante y por los desacuerdos internos. Al fin y al cabo, la polémica vende. Pero el debate público que ha alimentado dicha polémica no ha sido plenamente constructivo.

Casi seis décadas después de que el Tratado de Roma constituyese la Comunidad Económica Europea, los debates a lo largo y ancho de la UE siguen estando ampliamente gestionados por actores nacionales y tienen lugar en foros también nacionales, que están a su vez claramente marcados por los intereses estatales. Para llevar a cabo un verdadero avance, a la hora de fijar el desarrollo de la propia UE los intereses nacionales deben quedar relegados por unos intereses europeos perfectamente delimitados.

Para definir dichos intereses es necesario que se produzca un debate serio, honesto y paneuropeo, en lugar de uno que no sea más que la suma de los debates nacionales. La discusión debe ser pública e involucrar a los ciudadanos europeos, que llegue más allá del reducido círculo de líderes políticos inscritos en el marco del Consejo Europeo.

La ausencia de un foro público europeo plantea un obstáculo a la hora de llevar a cabo ese debate. El actual espacio europeo, compuesto por medios de comunicación como el Financial Times y The Economist, una amplia gama de conferencias europeas, redes de ONG y programas de intercambio como Erasmus, llega únicamente a las elites adineradas y cosmopolitas de la Unión. Los medios de comunicación social podrían ofrecer un adelanto de lo que podría ser una esfera pública europea, al menos para los ciudadanos angloparlantes, pues generarla llevará algún tiempo.

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Una oportunidad para entablar un debate

Mientras tanto, los europeos deberían ver ese periodo previo a las elecciones al Parlamento Europeo de 2014 como una oportunidad para entablar un verdadero debate público sobre su futuro. Deberían empezar emulando el exitoso diálogo público de otros lugares como, por ejemplo, Estados Unidos.

Para que conste, las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos fueron caóticas, populistas y estuvieron claramente marcadas por intereses empresariales. Pero también encarnaron un debate dinámico entre las visiones contrapuestas del futuro de Estados Unidos: un país más igualitario que asuma un papel más constructivo a escala mundial, o uno más agresivo que pertenece y está diseñado para sus ciudadanos más ricos. Miles de millones de personas en todo el mundo fueron testigos de los debates entre los candidatos, que en ocasiones parecían muy teatrales. No necesitaban votar para involucrarse en esa discusión.

En los próximos veinte meses, los rasgos más efectivos de la campaña de las elecciones estadounidenses deberían fusionarse con los de la tradición electoral europea. El primer paso hacia un debate amplio y convincente sobre el futuro de Europa es garantizar que las elecciones de 2014 determinarán realmente qué partido político o qué coalición ocupará cargos de gobierno, incluyendo los del Ejecutivo, como sucede en una democracia parlamentaria.

Hasta el momento, únicamente el Parlamento Europeo se elige por sufragio directo. Pero quien propone el Ejecutivo de la UE (al presidente de la Comisión Europea y a sus comisarios) es el Consejo Europeo, y el Parlamento lo somete posteriormente a votación. Y eso se debe a que esos cargos se ocupan sin tener en cuenta el resultado electoral, los ciudadanos no valoran las elecciones al Parlamento Europeo, pues consideran que toda la institución representa poco más que un plan de empleo para los políticos y sus camarillas.

Desde una tribuna común

Para mejorar esta estructura sin realizar cambios en los tratados, las familias políticas europeas, empezando por las más amplias y con mayor influencia, deberían cumplir su promesa de designar a sus propios candidatos para presidente de la Comisión Europea. Los favoritos deberían entonces realizar verdaderas campañas políticas, que sus partidos diseñarían, gestionarían y financiarían aunando tanto sus recursos a escala europea como nacional.

Esas campañas electorales paneuropeas deberían hacer que los partidos relacionados desarrollasen y ganasen apoyos en tribunas comunes. Por ejemplo, los socialdemócratas podrían fomentar un salario mínimo europeo; los Verdes defenderían una política energética paneuropea que no se sustente sobre la energía nuclear; y los conservadores podrían abogar por reducir los impuestos en toda Europa.

Además, se debe crear un foro de debate paneuropeo. En primer lugar, y ante todo, deberían retransmitirse en toda Europa los debates formales entre los candidatos más representativos, siguiendo el modelo del concurso de Eurovisión y el de la Liga de Campeones de fútbol.

En resumen, si la UE se presenta a sí misma como un sistema político que funciona y se rige por su propio derecho, con unas sólidas estructuras y unos asentados mecanismos democráticos, ganará la atención y el aprecio de sus ciudadanos y de los del resto del mundo. Y ello conllevaría aumentar el grado de participación dentro de sus fronteras y revertiría en un mayor poder blando en el extranjero. Encauzar la polémica para que sea un debate constructivo, más que simplemente uno que genere titulares, resulta un paso crucial para reforzar los mecanismos democráticos y para ocuparse de los problemas más apremiantes.

La crisis del euro supone una amenaza para la propia existencia de la UE. Pero también brinda la oportunidad de ampliar el debate crucial sobre el futuro de Europa, un debate que funcionará únicamente en un contexto de auténtica democracia parlamentaria europea.

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