La gran mayoría de los comentaristas están convencidos de que los acontecimientos del 21 de noviembre constituyen sin ninguna duda el fin del “sueño europeo”. En cambio, otros creen que el presidente Viktor Yanukóvich aún no ha “mostrado todas sus cartas”. Que sigue haciendo que las apuestas suban, poniendo a prueba a la UE para sacarse algún as de la manga unas horas antes de la cumbre de Vilna.
Una probabilidad que hoy parece impensable.
Viktor Yanukóvich no se caracteriza por improvisar. ¿Quiere decir esto que ha calculado previamente cada etapa? Un buen jugador sabe cuándo poner fin a un farol y hasta dónde hacer subir las apuestas. Pero para ello, es necesario escuchar a los demás jugadores y no centrarse en uno mismo.
No jugar a las adivinanzas. Yanukóvich ya tenía todos los ases en la manga cuando decidió trastornar la partida con la esperanza de ganarlo todo. Pero con esta acción ¿qué es lo que se jugaba? El destino de Ucrania, nuestro futuro.
Es posible explicar lo que ha sucedido con tres hipótesis.
Absurdo mantener el farol con la UE
En primer lugar, Yanukóvich comprendió que era absurdo mantener el farol con la UE, diciéndole que si no aceptaba sus condiciones, ganaría Rusia, que si quería que firmara el Acuerdo de Asociación, tenía que ofrecerle más dinero y concederle más apoyo.
En segundo lugar, Yanukóvich se encontró preso de su farol. Subestimó la psicología de sus socios en la mesa de negociación. A la UE no le gustaron sus regateos, y Moscú no le perdonó sus vacilaciones. [[El Kremlin ahora impone unas condiciones financieras draconianas por volver a ampararse en su regazo y tendrá que esforzarse mucho para obtener unas migajas]]. Yanukóvich no comprendió que la partida de póker le superaba. Como decía un anuncio publicitario que aparecía hace poco en el metro: “El póker, un juego inteligente”. Con eso no hay que explicar mucho más.
En tercer lugar, Yanukóvich sigue yendo de farol. No hay nada zanjado y flirtea con Rusia, creyendo que impresiona a Occidente, para que la UE acepte todas sus condiciones cuando realice su última jugada.
Una elección del pueblo
Si la ruta que lleva hacia el infierno está repleta de buenas intenciones, ¿quizás la que lleva al paraíso está llena de dudosas intenciones? Esperemos que sea ese el resultado de este “jueves negro”.
Al fin y al cabo, ¿acaso Yanukóvich no ha hecho con sus maniobras que el país creyera en la posibilidad de un futuro cercano dentro de Europa? La respuesta es evidente: hoy, la elección del país es la del pueblo, no la de una sola persona. Un pueblo que ahora debe defenderse.
El “jueves negro” nos ofreció la posibilidad de pasar la primera prueba en el camino de la integración europea. Renunciamos a la contemplación y elegimos la acción. A pesar de la confusión, del temor, de la incertidumbre, de la apatía, del cansancio, de la frustración.
Seguimos creyendo en la integración.