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Politizar la Comisión, una idea arriesgada

Al presidente del Parlamento Europeo Martin Schulz le gustaría suceder a José Manuel Barroso en la presidencia de la Comisión Europea. Basa su campaña en la politización de un puesto que, según él, recaerá en el jefe de fila del partido vencedor. Una estrategia que no goza de un apoyo unánime.

Publicado en 4 noviembre 2013 a las 12:07

Resulta difícil decir si Martin Schulz tiene alguna posibilidad de convertirse algún día en presidente de la Comisión Europea [ha hecho oficial su candidatura]. Pero él hace de ello un credo: para el presidente del Parlamento Europeo, es necesario “po-li-ti-zar” la designación del sucesor de José Manuel Barroso, en las elecciones europeas de mayo de 2014.
Según asegura el social-demócrata alemán, sería el mejor modo de subsanar una parte del déficit democrático que tanto se le reprocha a la Unión Europea, al permitir a las distintas familias personalizar la campaña. Elegir un jefe de fila, o “Spitzenkandidat”, capaz de luchar en los cuatro rincones del continente con un programa apoyado por su familia política: esa sería según el “Señor Europa” del SPD la panacea para intentar atraer a los electores, ahora que los extremos corren el riesgo de obtener más votos en el escrutinio.
Para predicar con el ejemplo, Schulz no ha esperado para lanzarse a la batalla en nombre de los socialistas, a los que representará, salvo sorpresas, ante la derecha y ante los partidos populistas de todas clases. Los Verdes, en breve huérfanos de Daniel Cohn-Bendit, también se inscriben en esta lógica. Incluso organizarán unas elecciones primarias en Internet, de aquí a finales de año. Para ganar, el francés José Bové se ha asociado a una ecologista alemana y recuerda la movilización de hace más de treinta años sobre la llanura de Larzac. Por su parte, la izquierda radical desea elegir como cabeza de cartel al griego Alexis Tsipras, enemigo de la austeridad y de los “hombres de negro” de la “troika” de socios capitalistas en su país. Entre los liberales, se encuentran en las filas distintos candidatos, entre ellos Olli Rehn, comisario de Asuntos Económicos o Guy Verhofstadt, una de las figuras federalistas del Parlamento saliente.

Choque de instituciones

Por su parte, el Partido Popular Europeo (PPE), cuyo grupo es el más importante del Parlamento, se muestra dubitativo. Michel Barnier, comisario responsable de Mercado Interior, o Viviane Reding, su compañera de Justicia, soñarían con ser respaldados por su formación. En cualquier caso, sería difícil para el PPE no entrar en el juego de los demás partidos europeos y renunciar a presentar un jefe de fila para luchar en la campaña. Pero en principio la derecha no decidirá nada antes de diciembre. Y el candidato europeo se designaría como pronto en marzo, apenas dos meses antes del escrutinio europeo, ya que las opiniones son más que divergentes sobre lo que muchos consideran una “buena idea falsa”.

De hecho, [[nada dice que se haga realidad la dinámica que espera Martin Schulz]]. Es cierto que en teoría el Parlamento Europeo debe elegir al presidente de la Comisión Europea, pero lo hace tras la propuesta que realizan los jefes de Estado y de Gobierno reunidos en el seno del Consejo Europeo. Ahora bien, estos últimos, empezando por Angela Merkel, no tienen intención de compartir su prerrogativa. Y temen perderla ante el Parlamento Europeo.
El presidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy, que también procede del PPE, no desaprovecha la más mínima ocasión para criticar el concepto parlamentario propuesto por Martin Schulz y muchos eurodiputados. En su opinión, el Consejo Europeo es el que debe dirigir la sucesión de José Manuel Barroso. El exprimer ministro belga además teme que se produzca un choque entre las instituciones si una personalidad, por ejemplo Schulz, lograra reunir una mayoría dentro del próximo Parlamento Europeo, pero no dentro del Consejo Europeo. O viceversa.

Una situación paradójica

[[No existe en absoluto un consenso sobre la “parlamentarización” de la vida política europea]]. ¿Es necesario politizar más, como desea Martin Schulz, una institución como la Comisión, cuyo fin es supuestamente trabajar por el interés general, por encima de los partidos? No es algo tan evidente. No hay duda de que el “Ejecutivo” europeo se encuentra en una situación paradójica: los Gobiernos y el Banco Central Europeo le han marginado en la gestión caótica de la crisis de la eurozona, pero al mismo tiempo ha ganado más poderes para controlar mejor a los Estados miembros. La elección de su presidente tras una campaña electoral paneuropea podría, según los defensores de esta idea, recuperar la legitimidad de una institución vapuleada como nunca.
Sin embargo, el colegio de comisarios es ya un equipo multipartidista constituido en función de las relaciones de fuerza del momento en Europa, y de las mayorías en cada uno de los Estados miembros. Pero supuestamente debe actuar en la más estricta neutralidad. Ahora bien, en caso de una fuerte politización, su independencia y su imparcialidad se pondrán en tela de juicio.
En efecto, no es posible imaginar que un Gobierno de izquierda en Francia acepte sin pestañear las recomendaciones de una Comisión de derecha. Esto es algo que ya sucede y corre el riesgo de suceder aún más si se hace realidad el sueño de Martin Schulz o de Michel Barnier.

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