Todos responsables

Publicado en 22 marzo 2013 a las 16:33

Como se sabe, la historia es un eterno retorno. La cuestión es saber si los hombres, y en concreto quienes nos dirigen, son capaces de extraer lecciones de ella. El culebrón chipriota, que los europeos siguen de manera distraída desde verano de 2012, ha cogido ritmo estos últimos días y sus rebrotes hacen temer un escenario a la griega. Es decir, que la crisis financiera de un país que únicamente representa el 0,2% del PIB de la zona euro pueda desestabilizar a todo el conjunto de la zona y hacer que la UE vuelva a sumirse en una nueva crisis sistémica.
El peligro en esta ocasión no viene de la mano de la inestabilidad de los mercados especuladores sino de la ruptura de un tabú. Al proponer que se gravasen las cuentas bancarias con saldos inferiores a 100.000 euros, el umbral por debajo del cual los depósitos están en principio garantizados, el Eurogrupo, el Gobierno chipriota y el Fondo Monetario Internacional se han expuesto al riesgo de un “bank run” (una retirada masiva de efectivo por parte de los titulares de las cuentas), y a un rechazo aún mayor de la gestión que han hecho de la crisis por parte de los ciudadanos, para los que supone una verdadera injusticia.

¿Vale la pena este doble riesgo económico y político? Los informes de la reunión del Eurogrupo, que se celebró a puerta cerrada durante la noche del 15 al 16 de marzo, parecen demostrar que los ministros de Finanzas han tenido que hacer frente a una situación en la que ninguna salida resultaba satisfactoria. Evitar la quiebra de un sistema bancario que impera en un país sin modelo económico alternativo, salvar los bancos chipriotas sin hacer que huyan los capitales rusos, financiar localmente un plan de ayuda que ni el FMI ni Alemania quiere que supere los 10.000 millones de euros y encontrar rápidamente ese dinero…sería conseguir la cuadratura del círculo.

Este estado de cosas es la factura que hay que pagar por los años de complacencia y de negligencia. Por un lado, Chipre adoptó el euro en 2008, cuando sus socios sabían perfectamente que su economía estaba alimentada con dinero de dudosa procedencia. Por otro, hace diez meses que el Gobierno chipriota pidió ayuda, en aquel entonces por una cantidad de unos 3.000 a 4.000 millones de euros. El plan que se concluyó la madrugada del 16 de marzo era de 10.000 millones, a los que hay que sumar la famosa tasa de los depósitos que se espera recaude otros 5.800 millones.
Por tanto, Europa se encuentra hoy atrapada de nuevo entre su falta de voluntad para abordar la cuestión de los paraísos fiscales (en lo que respecta también a Luxemburgo) y su comportamiento pusilánime frente a los líderes chipriotas (el comunista Dimitri Christofias y desde hace un mes el conservador Nicos Anastasiades) que han aprovechado el momento para no tener que cambiar sus sistema bancario y conservar la rentable proximidad de Moscú.
Porque después de China en Grecia, ahora le toca a Rusia poder ofrecerse como apoyo, con la explotación de gas en la isla como telón de fondo y con el asunto de las relaciones UE-Rusia como palanca de mando. Puesto que al utilizar a Chipre como plataforma para los capitales en paraísos fiscales y como puerta de entrada en la zona euro, Rusia está, en gran parte, en el origen del problema.
Bonito resultado para una crisis menor y tras tres años de sacudidas de las que creíamos haber extraído cierto conocimiento.

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