Estación de Brenner.

El nuevo telón de acero pasa por el Brenner

El puerto de montaña entre Austria e Italia es uno de los puntos de fractura de la política de inmigración de la UE: de un lado, la policía austriaca intenta bloquear por todos los medios a los inmigrantes que se dirigen hacia el norte, del otro, los agentes italianos hacen la vista gorda.

Publicado en 11 octubre 2013 a las 12:16
Estación de Brenner.

“Nein”. La orden del policía austriaco es inapelable: “Die Flüchlinge bleiben in Italien”* [los refugiados se quedan en Italia]. De aquí no pasan.

Caso cerrado en el puerto del Brennero para los emigrantes que quieren escalar la fortaleza Europa. Y “nein” es “nein”. Y punto. No sirve de nada tocar la fibra sensible, el reglamento es el reglamento. Schengen o no Schengen. Sobre todo allí.

El paso del Brenner, 1400 metros de altitud. Lampedusa está a 1836 kilómetros, en la otra punta de la bota: han atravesado el país con la esperanza de subir hacia el norte y acabar en Alemania o en Escandinavia y sus legendarios Estados del bienestar.

En un tiempo, esta frontera era real. Con policías, carabineros, agentes de la Guardia di Finanza, aduaneros. Barreras, verjas, cámaras de vigilancia. Había controles, todos los vehículos tenían que pararse en la frontera. Hacía falta un pasaporte. Todo cambió en abril de 1988: las barreras se levantaron para siempre. Hoy, si no fuese por los carteles, no habría forma de darse cuenta de que se entra en Austria.

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Cada día circulan por allí cuarenta mil vehículos, es decir, 14,6 millones al año, el 70% de los cuales son coches y motos; el 30% restante son vehículos pesados. ¿Y quién detiene a los emigrantes hacinados en los coches (hasta seis, sin contar al que los pasa) o disimulados en los camiones? Nadie, está claro.

Austria se ha vuelto impenetrable

Para los que escogen el tren las cosas son diferentes. Muy diferentes. Austria se ha vuelto impenetrable, un poco como Suiza. Y las denegaciones sistemáticas en la frontera, sin piedad alguna, dicen mucho de una Europa que poco caso hace de Italia, sus costas, “sus” emigrantes. Pero nosotros, al menos, no expulsamos a las personas vulnerables: mujeres, niños, personas de edad, discapacitados.

Las leyes de Viena no prevén ese tipo de excepciones. Viena puede apoyarse en un documento aún más importante: el tratado bilateral firmado con Italia, según el cual un inmigrante clandestino puede ser ”readmitido en el territorio desde el que se suponga que ha venido de forma irregular” Dicho de otra forma: son los vuestros, vosotros os quedáis con ellos. Es el mismo tratado que permite a Francia y a Eslovenia denegar la entrada a los emigrantes en Ventimiglia y en Tarvisio, los otros dos puntos de paso a través de los Alpes. Y es el mismo tratado que Italia aplica a su vez para devolver a Túnez a sus emigrantes.

Todos los días pasan decenas de convoyes por la pequeña estación ferroviaria de Brenner. La noche es solo para los trenes de mercancías; a esas horas raros son los de pasajeros. La Polfer, nuestra policía ferroviaria, vigila. Pero sobre todo hay agentes austriacos. Este último mes, Viena ha despachado batallones. [[Los policías patrullan en los trenes, “pescan” a grupos enteros de refugiados, hacen que bajen del tren y los llevan a la frontera]]. Antes viajaban ocultos entre los vagones, bajo las lonas de los camiones, en los camiones frigoríficos. Hoy los encuentran en las estaciones, con billetes válidos.

”Hay que revisar los acuerdos”, cree el prefecto de Bolzano, Lucio Carduccio. Solo en tres meses, Austria ha efectuado 881 devoluciones a la frontera. Cerca de mil personas han sido retenidas al sur del Brenner. La cuarta parte eran menores de edad. La mitad son sirios, los demás proceden en su mayor parte de Somalia y Eritrea.

Cuando ven que se les retiene en la frontera, las tensiones se exacerban, y hay motivos. Los emigrantes que no quieren quedarse en Italia porque su destino es Alemania o cualquier otro país se cuidan mucho de que los fiche la policía italiana: una vez se ha presentado la demanda de asilo entre nosotros, ya no pueden salir más.

Reintentarlo una y otra vez

Son fantasmas destinados a reaparecer en otra parte. En Suecia, quizá. ”Dónde pueden empezar a trabajar inmediatamente (en Italia hay que esperar seis meses) y además les dan una casa”, resume Andrea Tremolada, de Volontarius, una ONG que se hace cargo de los refugiados del Alto Adige.

Si te han denegado la entrada en Austria, te llevarán a un cuartel que alberga la comisaría de Brenner, justo enfrente de la estación. Te sacarán la foto, y ya las has liado; tus huellas digitales irán a parar a Eurodac, la base de datos del espacio Schengen. Así, serás “seguible”, con un nombre y un rostro que te corresponden. Una vez fichado en Italia, ya no podrás reaparecer como por arte de magia en otro país.

”Austria y Alemania deberían echarle una mano a Italia”, reclama Cáritas Italia. El último 30 de agosto, el ministro de Asuntos Exteriores de Austria, Michael Spindelegger, anunciaba que Austria, magnánima, estaba dispuesta a acoger a 500 refugiados sirios. ”En primer lugar a las mujeres, los niños y los cristianos”. Como suena.
Movidos por la desesperación, los clandestinos no se paran ante nada. Y lo reintentan tantas veces como haga falta. Si los han detenido en un tren, a lo mejor probarán su suerte a pie. Rechazados de nuevo, recurrirán a alguien que los pase.
El último lo arrestaron allí el 3 de octubre. Era un taxista milanés, descubierto en el peaje de Vipiteno al volante de una furgoneta Fiat Ducato con nueve sirios dentro. Decía que le pagaron en total 1300 euros. Dice que actuó de buena fe. A ver quién se lo cree. .”Se enfrenta a tres años y medio de prisión tráfico ilícito de emigrantes” A ver quién se lo cree: una pena suspendida de un año, un año y medio como mucho, sin que conste luego como antecedente.

Se puede correr el riesgo. Sobre todo si se va en coche de alquiler. Si las cosas salen mal, se evita uno la confiscación. O si se forma parte de una red que ayuda a los refugiados, en primer lugar afganos, a desplazarse sin dejar huella alguna. De la boca de un funcionario sin complejos oirás una verdad cínicamente oculta. Mientras te mira de soslayo murmurará: ”De vez en cuando, se detiene a muchos que pasan a emigrantes, pero ¿para qué molestarse? Al fin y al cabo, más bien habría que darles las gracias: nos quitan de encima a unos cuantos emigrantes”.

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