C’est la rentrée ! (¡Volvemos a la rutina!) Es lo que se escucha cada septiembre en la “burbuja de la UE” en Bruselas, formada por burócratas, grupos de presión, periodistas y becarios. Pero todavía no: antes de empezar a centrarnos en el siguiente punto de la agenda, esta revista de prensa trata de lo que ha quitado el sueño a los europeos durante el verano.
Ha sido el calor, que ha llegado a cifras récord.
Según el Servicio de Cambio Climático Copernicus, el verano de 2024 (junio, julio y agosto) ha sido el más caluroso jamás registrado en el hemisferio norte, con temperaturas 1,54 °C por encima de la media entre 1991 y 2020, superando el récord anterior de 2022 (1,34 °C). “Las temperaturas europeas han sido superiores a la media en el sur y el este de Europa, pero inferiores a la media en las zonas noroccidentales de Irlanda y Reino Unido, Islandia, la costa occidental de Portugal, así como en el sur de Noruega”, señala Copernicus.
Mientras que agosto fue el mes más cálido jamás registrado (empatado con agosto de 2023), con una temperatura media de 16,82 °C, 0,71 °C por encima de la media de este mes de 1991 a 2020, julio estableció un nuevo récord de temperatura media global diaria, con 17 °C los días 22 y 23 de julio, los más calurosos jamás registrados.
Estas cifras deberían asustarnos: según Copernicus, la temperatura media mundial de los últimos 12 meses (de septiembre de 2023 a agosto de 2024) ya está 1,64 °C por encima de la media preindustrial de entre 1850 y 1900. Según un estudio publicado en Nature Climate Change, limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales, uno de los objetivos del Acuerdo de París, es ahora imposible casi con total seguridad, siendo actualmente el objetivo más optimista el de 1,6 °C.
Los veranos en Europa se están volviendo insoportables, hasta el punto de que la prensa ha dejado de tratar el calor como una simple previsión meteorológica o una noticia del tipo “manténganse hidratados y diviértanse en la playa”.
En Italia, Will Media está haciendo un trabajo excelente con infografías en Instagram. Esta muestra las estadísticas de 2022, cuando la media de noches tropicales en las capitales regionales italianas fue de 58 (es decir, noches en las que la temperatura no descendió por debajo de 20 °C).
“El hecho de que la temperatura no descienda por debajo de los 20 °C durante la noche afecta directamente a nuestra salud: empeora el sueño y existe riesgo de deshidratación y de insolación”, señalan. “Que las noches sean más calurosas también significa que aumenta el consumo energético, debido a que los aparatos de aire acondicionado, los deshumidificadores y los ventiladores permanecen encendidos con más frecuencia y durante más tiempo”.
La salud mental también empeora, como escribe Angelo Romano en Valigia Blu: “En los últimos años, las conversaciones sobre el impacto del cambio climático en la salud mental se han centrado en la ecoansiedad, un término que designa la preocupación, el miedo o la ansiedad crónicos relacionados con el destino del planeta debido a fenómenos meteorológicos graves. Algunas investigaciones menos conocidas intentan comprender mejor los efectos en la salud mental del cambio climático, sobre todo del calor extremo. Entre estas investigaciones se encuentra el último informe del IPCC, que determinó que el aumento de las temperaturas globales ha afectado negativamente a la salud mental en regiones de todo el mundo”.
El equipo de jóvenes reporteros de Will también intenta presentar soluciones y por ello organiza un festival llamado Future 4 Cities. Este evento, que se celebrará en Milán del 28 al 30 de noviembre, es una plataforma para intercambiar ideas sobre sostenibilidad urbana y la mejor de ellas recibirá un premio. Aún está a tiempo de presentar su idea. Un ejemplo de ello: áreas verdes, tal y como explica esta publicación.
Plantéese también la posibilidad de hacerse más rico: los científicos creen que las personas más pobres se llevan la peor parte del calor extremo en Europa. Ashifa Kassam conversó con los investigadores españoles responsables de un estudio de 2020 para un reportaje sobre la injusticia del cambio climático publicado en The Guardian. En su artículo nos habla Julio Díaz Jiménez, profesor de investigación del Instituto de Salud Carlos III de Madrid: “Es de sentido común: una ola de calor no es igual cuando compartes habitación con otras tres personas sin aire acondicionado que cuando estás en una villa con acceso a una piscina y aire acondicionado”. Pero tal y como expone Kassam, la conversación ha tardado en suscitarse por toda Europa. La periodista también habló con Yamina Saheb, una de las principales autoras del informe del IPCC sobre mitigación del cambio climático, que señaló que el clima caluroso exacerbado por la contaminación de carbono mató a casi 50 000 personas en toda Europa el año pasado.
En elDiario.es, Raúl Sánchez y Victòria Oliveres elaboraron un mapa del calor récord en las regiones españolas. Escriben sin rodeos: “Este calor no es normal”. “El calor actual no es solo cosa de un día”, añaden y explican el significado de las infames franjas climáticas introducidas por el científico Ed Hawkins para hacer visible la tendencia histórica.
Pero los periodistas no se limitan a dar la voz de alarma. En Correctiv, Sebastian Haupt y Elena Kolb prepararon un cuestionario climático antes de las dos elecciones estatales en el este de Alemania a finales de verano. Provocaban a los lectores con preguntas como: ¿conoce los planes de AfD negativos para el clima?
Parafraseando otra de sus preguntas: ¿qué podría salir mal si seguimos ignorando el cambio climático?
Pensemos en América, como explica Alexandre-Reza Kokabi en Reporterre. Un estudio de la Dra. Vivian Lyons de la Universidad de Washington en Estados Unidos revela que, entre 2015 y 2020, podrían haberse evitado unos 8000 tiroteos en 100 grandes ciudades estadounidenses si las temperaturas no hubieran sido anormalmente altas. “Esta constatación no es aislada: una amplia variedad de literatura científica establece un vínculo entre el calor extremo, potenciado por el cambio climático, y los comportamientos violentos”, escribe Kokabi.
“Existen dos hipótesis principales que pueden explicar esta correlación. Desde un punto de vista fisiológico, la exposición a un calor cada vez más intenso provoca una aceleración del ritmo cardíaco, un aumento de la presión arterial y un incremento de los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
Es probable que estos efectos vuelvan a las personas más irritables, alteren el autocontrol y los procesos de toma de decisiones, y reduzcan la tolerancia a la frustración. La dificultad para conciliar el sueño, exacerbada por el calor, también contribuye al deterioro de la salud mental y al aumento de la agresividad.
En el ámbito social, la violencia correlacionada con el aumento de la temperatura destaca la falta de preparación de determinadas zonas ante los efectos del cambio climático. La mayoría de los estudios demuestran que la carga delictiva es aún más crítica en los barrios desfavorecidos. En estas zonas, el hacinamiento en las viviendas, a menudo sin aire acondicionado, y la falta de espacios verdes donde respirar, exacerban las tensiones y las frustraciones”.
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Desde la década de 1980 y la financiarización de la economía, los actores financieros nos han mostrado que los vacíos legales esconden una oportunidad a corto plazo. ¿Cómo terminan los inversores ecológicos financiando a las grandes petroleras? ¿Qué papel puede desempeñar la prensa? Hemos hablado de todo esto y más con nuestros investigadores Stefano Valentino y Giorgio Michalopoulos, que desentrañan para Voxeurop el lado oscuro de las finanzas verdes; hazaña por la que han sido recompensados varias veces.
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