Aunque las recientes protestas a gran escala por la evidente aproximación del gobierno georgiano a Rusia despertaron esperanzas de cambio, muchos georgianos se mantuvieron profundamente escépticos sobre las elecciones del 26 de octubre. Con muy poca confianza en el proceso electoral, las preocupaciones por las tendencias cada vez más autoritarias del gobierno alimentaron aún más las dudas sobre si las elecciones serían libres y justas.
El ambiente el día de las elecciones era tenso. Se produjeron informes de irregularidades casi de inmediato, seguidos por dos sondeos a pie de urna históricamente fiables que indicaban una posible derrota del partido gobernante Sueño Georgiano. Algunos georgianos comenzaron a celebrar esto prematuramente, y este breve optimismo quedó destrozado horas después. Los resultados preliminares demostraron que Sueño Georgiano llevaba una fuerte ventaja, lo que frenó las esperanzas de cambio. Las redes sociales vehicularon una oleada de frustración y tristeza.
El actual gobierno, encabezado por el oligarca local Bidzina Ivanishvili, se atribuyó la victoria con casi el 54 % de los votos, lo que provocó rápidas acusaciones de fraude electoral. Los líderes de la oposición y la presidenta proeuropea Salomé Zurabishvili han calificado las elecciones de “farsa al estilo ruso” y han exigido su anulación. Los cuatro partidos de la oposición que superaron el umbral electoral se han comprometido a boicotear el parlamento. Aunque una ola inicial de nihilismo se extendió por todo el país, pronto fue seguida por otra de resistencia, ya que decenas de miles de personas se manifestaron frente al Parlamento denunciando lo que consideraban unas elecciones robadas.
Varios informes preliminares de observadores internacionales coinciden con algunas de las preocupaciones de la oposición. La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) describió las elecciones como emblemáticas del “retroceso democrático”. Iulian Bulai, jefe de la delegación de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE), constató evidencias de compra de votos, intimidación y coacción, sobre todo en las zonas rurales.
Activistas locales y grupos de la sociedad civil están recopilando pruebas con las que sustanciar las afirmaciones de fraude, pero con mucha probabilidad las crisis internacionales –desde Oriente Medio hasta Ucrania– van a complicar la tarea de conseguir que Occidente presione.
Hasta ahora, la UE y EE. UU. han pedido una investigación exhaustiva, mientras que la administración de Ivanishvili recibe toda suerte de parabienes de los propagandistas rusos y del primer ministro húngaro Viktor Orbán.
El partido Sueño Georgiano se ha mantenido en el poder durante los 12 últimos años, casi la mitad de mi vida. Si bien el partido ingresó inicialmente en la escena política con una plataforma proeuropea, fue quitándose la careta poco a poco, revelando una agenda largamente ocultada para dificultar el acceso de Georgia a la UE y apaciguar así a su vecino del norte. Actualmente, el acceso de Georgia a la UE está suspendido temporalmente.
Para explicar las tensiones con Occidente, el gobierno ha inventado una teoría de la conspiración que expone estas crecientes tensiones como un conflicto contra lo que denomina “Partido de la Guerra Global” que afirma está compuesto por actores occidentales que se enfrentan a la oposición local para arrastrar a Georgia hacia un conflicto con Rusia. Algunos funcionarios del Sueño Georgiano afirman que estas mismas fuerzas instigaron la guerra de 2008, relato que ha calado a fondo en las zonas rurales, donde los temores a una intervención rusa son omnipresentes.
A pesar de la propaganda del gobierno, el electorado –que muestra sistemáticamente un apoyo del 80% a la integración en la UE– ha mostrado su inquietud, dando lugar a algunas de las mayores protestas de la historia en Georgia, sobre todo en Tiflis, la capital.
La última oportunidad de reconectar con Europa
Para muchos, las recientes elecciones representaron la última oportunidad democrática para oponerse a la trayectoria política de Ivanishvili. Entre mis coetáneos de la Generación Z, surgieron algunas esperanzas durante las protestas, pero las conversaciones sobre “planes de salida” –para el caso de que Sueño Georgiano consiguiera su cuarto mandato– fueron habituales en bares y restaurantes. En medio de la inestabilidad política y de las dificultades económicas, un número récord de georgianos está abandonando el país. Solo en 2023, 245 064 ciudadanos emigraron, cifra desmesurada para una nación de solo 3,6 millones.
Todavía recuerdo una conversación que mantuve hace un año con un periodista ruso. Me decía que muchos georgianos que criticaban a los rusos por abandonar su país estaban ahora pensando en optar por la misma salida: “Estás en la Rusia de 2012, Masho”, me dijo. “A medida que tu gobierno se inclina por métodos rusos, la gente está buscando alternativas fuera del país”.
Hubo momentos en este año en los que pensé que su afirmación podía ser cierta. Pero un año más tarde, después de presenciar las protestas de cientos de miles de georgianos a pesar de las brutales cargas policiales, detenciones y palizas sufridas por los activistas, veo un claro compromiso de oposición contra el autoritarismo y la influencia rusa. El aguante demostrado por la sociedad civil en los días siguientes a los resultados de las elecciones ha sido un recordatorio de que la mayoría de nosotros no estamos dispuestos a irnos.
Después de presenciar las protestas de cientos de miles de georgianos a pesar de las brutales cargas policiales, detenciones y palizas sufridas por los activistas, veo un claro compromiso de oposición contra el autoritarismo y la influencia rusa
Las oleadas iniciales de desesperación rápidamente dieron paso a renovadas llamadas a la resistencia. Las multitudes que se concentraron en Tiflis evidencian una clara determinación a oponerse a la influencia rusa y proteger las instituciones democráticas. Aún no está claro que esta presión vaya a ser suficiente para oponerse a los resultados de las elecciones, pero el mensaje de la sociedad civil es inequívoco: la lucha no ha terminado.
En estos últimos días un enorme grafiti sobre el techo de unos edificios de Tiflis ha inundado las redes sociales. Dice: “Odio estar aquí, pero odio todavía más la idea de no estar aquí”. Aunque algunas personas pueden optar por irse, es probable que muchas acaben volviendo, y las que se queden, están dispuestas a mantener la lucha por unos procesos e instituciones democráticos.
Esta lucha no será fácil para quienes se quedan. La retórica del gobierno basada en el miedo, la descarada reescritura de la historia y la estrategia de la oposición de ignorar en gran medida las teorías conspirativas del gobierno han creado profundas divisiones que deben ser abordadas sin titubear.
El compromiso de su pueblo con los valores democráticos es evidente, pero a menos que los aliados internacionales y los líderes nacionales den un paso adelante para apoyar estas aspiraciones, el país corre el riesgo de un mayor atrincheramiento, sometido a un gobierno cada vez más autoritario.
🤝 Este artículo se ha publicado dentro del marco del proyecto colaborativo Come Together.
Desde la década de 1980 y la financiarización de la economía, los actores financieros nos han mostrado que los vacíos legales esconden una oportunidad a corto plazo. ¿Cómo terminan los inversores ecológicos financiando a las grandes petroleras? ¿Qué papel puede desempeñar la prensa? Hemos hablado de todo esto y más con nuestros investigadores Stefano Valentino y Giorgio Michalopoulos, que desentrañan para Voxeurop el lado oscuro de las finanzas verdes; hazaña por la que han sido recompensados varias veces.
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