Mientras Gabriel Feijao vierte miel en una botella de plástico con la ayuda de su hija, su mujer prepara los panes recién horneados en un horno tradicional alimentado con brasas. Otro de sus hijos produce carbón a unos cientos de metros de distancia, utilizando troncos de árboles recogidos en sus tierras.
Carbón, miel, pan y verduras son lo que la familia produce para sí misma pero también, sobre todo, para vender en el mercado local. Se trata de una agricultura de subsistencia muy extendida en una zona rural no contaminada del centro de Mozambique, en el distrito de Sussundenga, provincia de Manica.

El vasto paisaje de sabana y matorral sólo se ve interrumpido por montañas de granito y parcelas de bosque que, vistas de cerca, tienen formas geométricas meticulosamente definidas: son plantaciones de eucaliptos.
“Nos dijeron que querían producir papel, crear una fábrica y muchas otras cosas. Pero la fábrica está en Portugal. Así que el beneficio es para ellos allí, no para nosotros aquí. Queremos comida para poder comer. Si nos quitan nuestra tierra, ¿adónde vamos a producir nuestros alimentos?
Gabriel Feijao no es el único que está enfadado en la comunidad rural de Cortina-de-Ferro, situada al menos a dos días en coche de la capital, Maputo, donde en los últimos 15 años una empresa portuguesa obtuvo el derecho a utilizar el terreno para la plantación de eucaliptos, árboles utilizados exclusivamente para la producción industrial de celulosa, a partir de la cual se produce papel y cartón.
Pero en Mozambique, por el momento, no se produce celulosa. Desde aquí los primeros troncos se envían al puerto de Beira, y de allí por barco a Aveiro, Portugal, donde se transforman en la materia prima necesaria para producir cajas, papel de alta calidad, embalajes de todo tipo, desde vasos para llevar alimentos líquidos o sólidos hasta embalajes gráficos de productos electrónicos producidos y consumidos en Europa.
La empresa portuguesa Navigator Company es el accionista mayoritario de la empresa Portucel Mozambique, mientras que el 20 por ciento restante pertenece a la IFC, Corporación Financiera Internacional (rama financiera del Banco Mundial).

Portucel Mozambique ha obtenido derechos de uso de la tierra (DUAT) por un plazo de 50 años, sobre 356 000 hectáreas de tierras agrícolas en el interior de la excolonia portuguesa. Navigator Company es la tercera empresa exportadora de Portugal, con una facturación anual de casi 2000 millones de euros y que aporta aproximadamente el 1 % del PIB del país. Dado que la tierra en Mozambique es predominantemente de propiedad estatal, la empresa tuvo que llegar a un acuerdo sobre el uso de las parcelas con el gobierno de Mozambique en 2011. El cual, en vez de expropiar la tierra, lo que habría obligado a miles de familias a abandonar sus hogares, optó por una cesión voluntaria del uso de la tierra por los vecinos, mediante contrato firmado entre las familias y la empresa.
Pero son muchas las personas entrevistadas que acusan a la empresa y al gobierno de no haber mantenido las promesas incluidas en el contrato, así como de poca transparencia en general, encontrándose ahora sin tierra y sin los ingresos económicos previstos.
Gabriel Feijao se ha negado a ceder sus tierras, pero cree que es cuestión de tiempo que los temidos reveses lleguen a su machamba, como se denomina en Mozambique a las tierras dedicadas a la agricultura familiar mixta, en un sistema tradicional eminentemente agroforestal.
De las 236 000 hectáreas destinadas a las plantaciones de eucaliptos de la empresa portuguesa en el país africano, hasta la fecha solo se han plantado 14 000. Según la empresa, la inversión aún se encuentra en fase piloto: se trata de la mayor inversión extranjera en el área agrícola para el país africano desde que obtuvo su independencia y equivale aproximadamente a 2500 millones de dólares, en un país cuyo PIB en 2023 fue 20 600 millones.
Con una extensión territorial nueve veces superior a la de Portugal, el modelo de “mosaico” elegido por la empresa implica plantar cerca de comunidades rurales, a menudo dispersas y desconectadas, donde la gente se desplaza sobre todo a pie, alternando parcelas de plantaciones, machamba y viviendas, principalmente cabañas construidas con materiales locales.
“Ahora tenemos que caminar kilómetros para llegar al pozo, porque el pozo que usábamos antes se secó y el otro ya no es potable”, dice Augusto Mugabe, en otra comunidad. Augusto en cambio cedió las 1,7 hectáreas de tierra de machamba con un contrato de cesión voluntaria, y ahora lo que era su terreno está cubierto de altos eucaliptos que él mismo ayudó a plantar.
Mugabe, como muchas otras personas, dice que la empresa había prometido trabajo durante 50 años a quienes renunciaran al uso de la tierra; sin embargo, el mantenimiento de las plantaciones no requiere mucha mano de obra, y con el paso de los años esto ha generado tensiones entre Portucel y los lugareños que esperaban una mejora en su calidad de vida.

Para Mugabe, el pago de 236 meticais por jornada de trabajo (unos 3,40 euros) no compensa la pérdida de tierra, de la que él y su familia podían obtener beneficio cuando plantaban hortalizas. Por su parte, Portucel responde que durante más de 10 años de presencia en la región ha creado 250 puestos de trabajo permanentes, y varios contratos de trabajo precario o eventual equivalentes a 1500 empleos a tiempo completo.
Pero todo avanza poco a poco y por ahora sólo se han plantado 2000 hectáreas en la provincia de Manica, una pequeña parte de las previstas en el proyecto aprobado. La empresa se compromete a contratar mano de obra principalmente de personas que hayan cedido el terreno o que formen parte de la comunidad, en caso de ser necesario.
Natacha Bruna, investigadora de la Facultad de Agricultura y Ciencias de la Vida, en la Universidad de Cornell, realizó para el OMR (Observatorio do Meio Rural) diversas investigaciones sobre el impacto de Portucel en la vecina provincia de Zambézia, y según sus análisis sólo el 17 % de los entrevistados tuvieron trabajo permanente, pues la mayoría de las personas sólo fueron empleadas para preparar la tierra para el cultivo de eucaliptos, sin la continuidad del trabajo que esperaban los lugareños.
El resultado, según Bruna, es un desastre social: “Vinieron con los mejores discursos proponiendo buenas prácticas, pero lo que vemos es un aumento de la pobreza localizada allí donde surgieron las plantaciones”. Según Bruna, algunas elites locales en la comunidad se han beneficiado de los trabajos conseguidos a cambio de tierra, es decir, aquellos que tenían suficiente tierra para poder cederla y conservar una parte, pero muchos pequeños propietarios se dejaron convencer por los líderes locales, o solamente se les comunicó la llegada de las plantaciones.
Sergio Baffoni, coordinador de campaña de la Red Europea del Papel, siguió el caso de Portucel Mozambique y otras actividades relacionadas con el mercado internacional de la celulosa: “La demanda de papel aumenta constantemente en Europa. En los últimos 20 años, el consumo de celulosa ha aumentado un 22 por ciento, y la oferta de los bosques europeos aumentó en un 9. La diferencia se compensó con las importaciones, de países como Brasil, Uruguay y Chile”.
Mozambique es un nuevo actor en el mercado mundial de la celulosa y Navigator Company afirma que el eucalipto mozambiqueño en realidad está destinado a ser exportado a mercados asiáticos, como China, que tiene una gran necesidad de celulosa para producir papel y otros derivados, destinados al consumo interno y a las exportaciones al llamado “Norte Global”.
De Australia a Portugal
Mientras tanto, el eucalipto, una planta originaria de Australia, se ha convertido en la especie dominante en los bosques de Portugal, el principal productor europeo de celulosa de eucalipto. Desde la década de 1980, tras la independencia de excolonias como Angola y Mozambique, la fuerte industria pública y privada de la celulosa ha impulsado la forestación de eucaliptos en el propio territorio portugués, induciendo a muchos pequeños propietarios portugueses a plantar esta especie, que en aquel momento parecía ofrecer espléndidas perspectivas económicas a cambio de un mantenimiento mínimo de las plantaciones. Sin embargo, desde la década de 1980 hasta hoy, muchas de estas zonas, especialmente en el centro-norte del país, han sido abandonadas sin gestión alguna del suelo, debido a la despoblación de las zonas interiores y a los bajos ingresos.
Las plantas australianas han ido ocupando cada vez más espacio hasta ocupar 845 000 hectáreas, el 26 % de la superficie forestal nacional de Portugal, convirtiéndose en la especie predominante en Portugal. Con la tragedia de Petrograo Grande, el incendio que traumatizó a Portugal en 2017, causando 66 víctimas y 53 000 hectáreas incineradas (la mitad de las cuales estaban plantadas de eucaliptos), el gobierno portugués decidió frenar la expansión del eucalipto y buscar formas de gestión más eficientes para esta especie que, si se deja sola, es una bomba de tiempos para los incendios.
Augusto Mugabe muestra el pozo donde una vez acudió a buscar agua para su machamba, ahora rodeado por hileras de eucaliptos de más de 15 metros de altura. “Desde que sembraron aquí, este pozo y otros de la zona se han secado, porque el eucalipto absorbe mucha agua en el suelo”. Mugabe, al igual que sus demás vecinos, cuenta que inmediatamente después de sembrar el eucalipto, y con la llegada de la temporada de lluvias, varias personas de esta zona tuvieron problemas estomacales, y creen que se debe a los productos químicos que se utilizan en las plantaciones.
La empresa utiliza un insecticida, el tiametoxam, aplicándolo en las raíces de la planta durante el primer año y medio de vida, para evitar que determinados insectos comprometan su crecimiento. La utilización de esta sustancia química al aire libre está prohibida en toda la Unión Europea desde 2018 y la FAO la considera “moderadamente peligrosa para los humanos”. En Europa se ha prohibido su uso sobre todo porque afecta indiscriminadamente a insectos polinizadores como las abejas, fundamentales para la biodiversidad.

La empresa afirma, en un intercambio de correos electrónicos, que en más de 10 años de experiencia no ha registrado secado alguno de pozos y no cree que los monocultivos de eucaliptos tengan un impacto en la disponibilidad de agua subterránea. Respecto al uso de pesticidas, Portucel responde que las aguas de los ríos y arroyos cercanos a las plantaciones se analizan dos veces al año para verificar la eventual presencia de pesticidas, y por el momento no ha habido hallazgo alguno. Por otra parte, el uso de productos químicos como el tiametoxam se hace conforme a la legislación mozambiqueña y respeta las recomendaciones del IFC y los planes de certificación internacionales, excluyendo que las plantaciones tengan algún impacto en la calidad del agua en las comunidades.
“Cada eucalipto consume entre 30 y 60 litros de agua por día”, declara Sergio Baffoni basándose en diversos estudios internacionales, “y si ahora lo multiplicamos por millones de árboles... Y todo esto para llenarnos de basura en Europa”, dice refiriéndose a que en Europa los embalajes absorben el 50 % del papel y el 40 por ciento del plástico, lo que representa un tercio de los residuos que se generan a nivel municipal.
“Pensamos que consumir menos significa tener una vida difícil y triste. ¿Pero es más triste comer en un plato de papel de usar y tirar o en un plato de cerámica reutilizable?”, concluye Baffoni, reflexionando sobre el paso del uso de materiales monouso de origen fósil al uso de derivados de la celulosa, cambio provocado indirectamente por la Directiva Europea de Envases, fuertemente influida por los lobbies de esta industria para impedir que se incentivase la “reutilización” de los embalajes en vez de promover el “monouso”. Una transición que inevitablemente implicará importar materias primas de otros continentes para satisfacer la demanda de los consumidores.
🤝 Este artículo se ha producido en colaboración con Journalismfund Europe y publicado en el marco del proyecto colaborativo Come Together
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