La Europa con conciencia climática se prepara para un Trump 2.0 basado en los combustibles fósiles

Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, declaró la emergencia energética nacional durante su discurso de investidura el 20 de enero, una medida cuyo fin era desatar la producción de combustibles fósiles en el país, y terminó el día saliendo (de nuevo) del Acuerdo de París. Se trata de dos decisiones importantes que ya están causando revuelo a este lado del charco.

Publicado en 6 febrero 2025

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca supone un brusco giro de 180 grados en la política climática de Estados Unidos, con consecuencias que sobrepasan las fronteras estadounidenses. Desde el desmantelamiento de normativas climáticas de la era de Joe Biden, hasta fomentar alianzas con los escépticos climáticos europeos, las políticas de Trump podrían frenar los esfuerzos mundiales de descarbonización y alentar los intereses de los combustibles fósiles.

Tal y como informó primero Audrey Garric en Le Monde, Trump no perdió el tiempo y dio marcha atrás en los compromisos climáticos de Estados Unidos, iniciando formalmente la salida oficial del país del Acuerdo de París, un pacto al que tachó de ser una “estafa injusta y unilateral”.

“El presidente estadounidense, un escéptico climático que califica el calentamiento global de 'engaño', da la espalda por segunda vez al resto del mundo en la lucha contra la crisis climática, a pesar de sus crecientes impactos, como los incendios que asolan Los Ángeles”, expone Garric, refiriéndose solo a una de las últimas tragedias causadas por el aumento de las temperaturas provocado por el hombre.

Junto a una administración partidaria de la desregulación, se espera que Trump ponga fin al apoyo federal a las energías renovables, recorte la financiación relacionada con el clima y desmantele las normativas sobre emisiones para industrias y vehículos. Lo ha declarado abiertamente: “Vamos a perforar, señores, vamos a perforar”.

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Ani Kodzhaivanova destaca en Capital.bg que estas medidas podrían hacer retroceder décadas el progreso climático, aunque las autoridades regionales ya están mostrando signos de rebelión desde la base. “Al abandonar el Acuerdo de París, esta administración renuncia a su responsabilidad de proteger al pueblo estadounidense y a nuestra seguridad nacional. Pero nuestros Estados, nuestras ciudades, nuestras empresas y nuestras instituciones locales están preparados para recoger el testigo del liderazgo climático de Estados Unidos y hacer todo lo posible (a pesar de la complacencia federal) para seguir la transición hacia una economía con energía limpia” contó a Kodzhaivanova Gina McCarthy, la que fuera asesora de Biden en materia climática.

Jørgen Steen Nielsen en Information describe cómo Trump está enmarcando su retroceso climático como una lucha contra el “extremismo climático”, haciéndose eco del lenguaje de los partidos europeos de extrema derecha. Esta retórica resuena en los sectores que abogan por menos normativas y tachan las políticas medioambientales de destructoras de empleo. Mientras, según Tilman Schröter en Tagesspiegel, algunas de las medidas más radicales de Trump, como el desmantelamiento de los poderes normativos de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), podrían encontrarse con la oposición legal y en el Congreso. En cambio, será más difícil de contrarrestar su influencia en la diplomacia climática internacional.

Théo Bellemare señala en Reporterre que Trump ya ha nombrado para su administración a figuras clave con estrechos vínculos con la industria de los combustibles fósiles. Los nombramientos indican la vuelta a una política de “dominio energético” que favorece al petróleo, al gas y al carbón frente a las energías renovables. Se prevé que su administración elimine las restricciones a las perforaciones de petróleo y gas en terrenos federales, que suprima los límites de emisiones de las centrales eléctricas de carbón y cancele las subvenciones y los incentivos a la energía solar y eólica.

Efecto transatlántico: un contragolpe europeo y una bendición para China

Las políticas climáticas de Trump no solo afectan a Estados Unidos: también suponen una amenaza a la cooperación climática mundial. En Correctiv, Annika Joeres, Elena Kolb y Katarina Huthwarns advierten de que los escépticos climáticos europeos, en concreto los partidos de extrema derecha en Alemania, Francia e Italia, podrían envalentonarse con las acciones de Trump: “Los políticos y los grupos de presión de la gran industria [...] se sienten alentados a impulsar políticamente su agenda. Quieren reducir al mínimo las medidas gubernamentales, como las prestaciones sociales, los seguros sanitarios y las leyes sobre protección del clima”.

De hecho, una investigación publicada por The Guardian revela que comités de expertos con sede en EE. UU. se coordinan con legisladores europeos de derechas para debilitar las políticas climáticas de la UE. Helena Horton, Sam Bright y Clare Carlile descubrieron que el Heartland Institute está trabajando activamente en esta dirección. El regreso de Trump sencillamente les da un nuevo y poderoso aliado.

Mientras que la Ley de Reducción de la Inflación de Biden posicionó a Estados Unidos como un agente clave en la carrera de las energías renovables, las políticas de Trump corren el riesgo de socavar este impulso. De hecho, “El tsunami climático de Trump favorece a China y deprime a la industria estadounidense”, como destaca Ferdinando Cotugno en Domani. Mientras Washington desmantela los incentivos ecológicos, Pekín invierte miles de millones en energías renovables, baterías y vehículos eléctricos. “Pekín no solo controlará las cadenas de suministro tecnológico de la transición, sino que se encontrará sin rivales por su peso en la diplomacia medioambiental”.

Por otro lado, Sören Amelang y Benjamin Wehrmann exponen en Clean Energy Wire que el retroceso de Trump podría suponer una oportunidad para que Europa asuma una función de liderazgo manteniendo el rumbo. Paradójicamente, el asalto de Trump a la tecnología verde podría dar a Europa una ventaja, al atraer inversiones en energías limpias que ahora Estados Unidos está dejando a un lado. En el mismo artículo, Christoph Bals, director de la ONG Germanwatch, afirma que Europa debe responder al “autoritarismo nacional” de Estados Unidos con confianza en sí misma y defender el Estado de derecho, los derechos humanos y la acción por el clima: “Los próximos años son clave para que Alemania y Europa demuestren su capacidad para afrontar de forma eficaz, justa y asequible los retos sociales y ecológicos”.

Europa se enfrentaría a un enorme empuje de los grupos de extrema derecha liderados por el presidente Trump y su multimillonario ayudante y defensor, Elon Musk, añade Bals. “Nosotros, como agentes de la sociedad civil, trabajaremos aquí y en todo el mundo en la creación de alianzas para proteger los derechos humanos y la base ecológica de la vida”.

La respuesta de Europa será decisiva: ¿se erigirá como líder o la influencia de Trump debilitará la cooperación climática a escala mundial?

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