“¡Si debe llamarse remigración, entonces se va a llamar re-mi-gración!”, declaró Alice Weidel a principios de enero en el congreso de Alternativa para Alemania (AfD) durante una reunión en Riesa, Sajonia, desatando un torrente de aplausos de sus partidarios. Estos mismos partidarios levantaron pancartas en las que se leía “Alice für Deutschland” — “Alice para Alemania”, un eco de “Alles für Deutschland”, “Todo por Alemania”, que se había convertido en el lema de las SA, los “camisas pardas” nazis.
Hace un año, este mismo término de “remigración” había causado conmoción en todo el país, después de que el medio de comunicación en línea Correctiv revelara que la devolución forzosa de ciudadanos alemanes de origen extranjero se había debatido en una reunión secreta de representantes de extrema derecha, incluidos ejecutivos de AfD, en Potsdam.
Es un término cuyo significado aún no ha sido comprendido por muchos en Alemania, lo que ha llevado a su trivialización. Su uso desvergonzado por parte de la primera candidata de AfD a la cancillería desde la fundación del partido en 2013 es emblemático de la evolución del discurso político en Alemania y de la influencia de las ideas de la derecha radical: las encuestas que actualmente le otorgan un 20,8 % de intención de voto en las elecciones federales del 23 de febrero —por delante de los socialdemócratas del canciller saliente Olaf Scholz— explican su decisión.
Sospecha de incitación al odio
Hasta ahora, esta retórica desenfrenada era más bien patrimonio exclusivo de los partidarios de la línea dura de AfD, como Björn Höcke, presidente del grupo del partido en el Parlamento regional de Turingia, a quien Alice Weidel llevaba tiempo queriendo excluir del partido.
Pero ahora la espiral de radicalización avanza a toda velocidad, y parecen sucederse hechos hasta ahora inimaginables en Alemania, algunos de ellos contrarios a la Constitución del país. Por ejemplo, durante la campaña electoral, AfD imprimió y distribuyó a decenas de miles de personas en la ciudad de Karlsruhe billetes de avión falsos para el 23 de febrero en los que se podía leer “Pasajero: inmigrante ilegal. Procedente de: Alemania. Destino: país de origen seguro. Puerta de embarque: AfD”. En la década de 1930, los partidarios de Adolf Hitler distribuyeron billetes de tren con destino a Jerusalén a judías y judíos alemanes. Ante esto, la policía abrió una investigación por sospecha de incitación al odio.
En su deriva cada vez más desmesurada, los partidarios de AfD cuentan con un apoyo de lujo: la nueva mano derecha —extrema— de Donald Trump, Elon Musk. El jefe de Tesla y SpaceX mantuvo una conversación cuando menos amistosa con Alice Weidel en su red social X y retransmitió sus discursos en directo. El 26 de enero, en el lanzamiento de la campaña electoral de AfD en Halle, cerca de Leipzig, lamentó (en directo y a través de una conexión remota) que Alemania se centrara tanto en los errores del pasado. “Estad orgullosos de ser alemanes”, declaró en aquella ocasión, una referencia —¿deliberada?— a una frase asociada con la extrema derecha nacionalista de los años ochenta. Y esto en vísperas del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, 80 años después de la liberación de Auschwitz.
“Las redes sociales, con sus algoritmos que premian el odio y la incitación al odio (sobre todo X y TikTok), han sobrepasado los límites de lo que se puede decir en Alemania. Los agitadores de la derecha nacionalista se ponen en contacto entre sí y se sienten más fuertes en una manada virtual. AfD identificó este potencial muy pronto”, explica Anette Dowideit, co redactora jefe de Correctiv.
“Desde nuestra investigación sobre la reunión de Potsdam, AfD ha intentado hacer presentable el término völkisch [etnonacionalista] de “remigración” para poder incluirlo ahora en el programa del partido. La táctica del partido es disimular lo que realmente quiere decir con este término, y parece que algunos medios de comunicación están mordiendo el anzuelo de estas estrategias de humo y espejos”, explica Dowideit. Es precisamente esta táctica la que Correctiv ha expuesto en un artículo detallado en el que se clasifican y descifran históricamente los términos utilizados por la “nueva derecha”, y del que hemos publicado un resumen en español.
En el artículo se afirma claramente que “el término ‘remigración’, que a primera vista puede parecer anodino”, significa en realidad “la expulsión de millones de personas” de Alemania. Entre ellas se encuentran entre 5 y 6 millones de “ciudadanos no asimilados”, es decir, alemanes de origen inmigrante que, según la extrema derecha, no están lo suficientemente integrados en el pueblo alemán en términos culturales. Y esto, explica Correctiv, está en consonancia con la ideología “völkisch”, o “del pueblo”, según la cual todo lo que sea ajeno a una comunidad homogénea debe ser expulsado o exterminado, lo que obviamente trae a la memoria los peores recuerdos de la época nazi.
Terremoto en el Bundestag
Esto resulta aún más impactante cuando el candidato de la CDU-CSU a la cancillería, Friedrich Merz, parece dispuesto a derribar el “muro cortafuego”, como se conoce en Alemania al cordón sanitario a la extrema derecha, para hacer causa común con AfD con el fin de endurecer la política migratoria alemana. Antes de las elecciones, Merz quería aprobar una nueva ley de asilo en el Bundestag, el Parlamento Federal, y presentó dos mociones el 29 de enero. Entre otras cosas, estas prevén que los solicitantes de asilo sean devueltos en las fronteras alemanas, una violación de la Constitución y de la legislación europea, y fueron aprobadas con la ayuda de los votos de AfD. Con ello, Merz rompió un tabú, ya que anteriormente había declarado que nunca tomaría una decisión de este tipo.
Sin embargo, perdió por poco la votación posterior en el Bundestag a favor del proyecto de ley, ya que muchos liberales (FDP) y 12 miembros de su propio partido se abstuvieron. El SPD y Los Verdes votaron en bloque en contra, pero ahora deben decidir si siguen dispuestos a formar coalición con la CDU de Merz después de las elecciones. El partido conservador lidera las encuestas con un 30,1 % de intención de voto. Formar gobierno sin AfD se perfila como un quebradero de cabeza tras la votación, exactamente la situación con la que sueña el partido de Alice Weidel. “SCHMerz” fue el titular de Der Spiegel, que juega con la similitud entre el nombre del líder de la CDU y la palabra “dolor” para resumir los sentimientos de muchos alemanes. Y sin embargo recientemente, tras la intervención del vicepresidente de los Estados Unidos J.D. Vance en favor de AfD durante la Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich, Merz confirmó que no formará ninguna coalición con el partido de Alice Weidel.
Tras la conmoción provocada por la mención de la remigración, que llevó a un millón de personas a salir a la calle el año pasado, cientos de miles de personas se han reunido en los últimos días para manifestarse contra AfD y el giro a la derecha de la CDU. Este movimiento no se limita a recorrer las calles: “Muchos de quienes salieron a la calle tanto en enero como ahora también participan en movimientos democráticos en sus ciudades y comunidades”, explica Anette Dowideit, de Correctiv.
La respuesta: crear redes y tomar iniciativa
Lorenz Blumenthaler, autor y responsable de relaciones públicas de la Fundación Amadeu Antonio, muy activa en toda Alemania contra la extrema derecha, el racismo y el antisemitismo, lo confirma: “Hay un compromiso mayor y mejor estructurado. Llevo diez años en activo y he visto cómo los distintos movimientos de protesta se apoyan unos en otros y aprenden unos de otros. Las manifestaciones masivas del año pasado contra AfD solo fueron posibles porque había una fuerte interconexión con [los activistas ecologistas de] Viernes por el Futuro. Esos mismos jóvenes salieron a la calle contra la extrema derecha, porque AfD no protege el clima”.
La fundación actúa a varios niveles: desde talleres para contrarrestar los eslóganes de la extrema derecha hasta la presión política en el espacio digital, incluyendo también el apoyo financiero a organizaciones prodemocráticas, por ejemplo, en las regiones rurales del este de Alemania, donde la extrema derecha ya manda. “Refutar las mentiras en X no sirve de nada. Lo decisivo es que creemos narrativas ante las que la CDU y AfD no puedan hacer nada. No tiene sentido limitarse a estar en contra; así se comete el mismo error que los partidos que persiguen a AfD en lugar de plantear sus propias ideas”, explica Lorenz Blumenthaler.
“Es hora de mostrar valentía”
Con esto en mente, Blumenthaler y su equipo de comunicación evocan en estos momentos la solicitud de prohibición de AfD presentada por 105 diputados federales, con vistas a que el Tribunal Constitucional Federal se pronuncie sobre si el partido es anticonstitucional y si puede prohibirse. El 30 de enero, el Bundestag debatió por primera vez esta cuestión. El iniciador de esta petición transversal es Marco Wanderwitz, diputado de la CDU de Sajonia, que calificó a AfD en el Bundestag de “enemigos de la Constitución, enemigos de nuestra democracia y enemigos de la humanidad”.
Es uno de los disidentes que votaron en contra de la ley de asilo de Merz, lo que, junto con las nuevas protestas masivas contra la CDU y AfD, demuestra que, si bien el muro cortafuegos se está desmoronando, aún no se ha derrumbado.
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