Nadie pensó que se atrevería, pero aun así lo hizo: el 2 de abril, el presidente estadounidense Donald Trump impuso una serie de cuantiosos aranceles a (casi) todo el mundo, incluida la Unión Europea. Según el ejecutivo estadounidense, la (muy criticada) medida tendría como objetivo igualar los aranceles impuestos a su propio país, y así responder al “saqueo” económico del que sería víctima desde hace años. Este regreso al proteccionismo, orquestado con el propósito declarado de volver a traer la industria al país y dar un tirón de orejas al resto del mundo, ha provocado que los mercados se desmoronen. Asimismo, se temen importantes daños no solo en las economías de los países más afectados, sino también en la de Estados Unidos. La medida marca, por lo tanto, el fin de la globalización tal y como la hemos conocido durante los últimos treinta años.
Si bien la UE, cuyas exportaciones se ven afectadas por aranceles del 20 %, ha prometido reaccionar, todavía duda sobre la intensidad de la respuesta y espera poder encontrar una vía diplomática al margen del conflicto económico que se avecina. La reacción europea debería producirse en varias etapas: la primera serie de medidas se ha aprobado el 9 de abril, mientras que la segunda debería aprobarse a mediados de mayo.

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