“Sin ellos, la defensa del país y la sociedad habrían sufrido enormes pérdidas”, afirma la socióloga Olha Bezrukova a Le Monde en un artículo de Faustine Vincent que relata la movilización masiva de la sociedad civil ucraniana en la resistencia y el apoyo a la población.
Lo que el artículo califica de “voluntariado” es hoy en día un fenómeno de masas en Ucrania: según una encuesta realizada en agosto de 2024 por la Fundación Ilko Kucheriv “desde el comienzo de la invasión a gran escala la mayoría absoluta de los ucranianos (71 %) ha contribuido ayudando al ejército, a personas desplazadas temporalmente o a personas que han sufrido a causa de la guerra. […] el 17 % no ha ayudado y no tiene la intención de hacerlo”.
Estas formas de activismo ya se habían visto en 2014 (con el estallido de la guerra en el Donbás), pero desde 2022 han aumentado de manera exponencial: “Se ha convertido en un movimiento poderoso y sistemático”, añade Bezrukova. “Los ucranianos han aprendido a movilizar recursos rápidamente y a actuar de forma estratégica, sin esperar órdenes de arriba”.
En The Ukrainian, un artículo de Tymofii Brik, sociólogo y rector de la Facultad de Economía de Kiev, habla del “enorme y dramático” impacto que la guerra ha tenido en la sociedad. Pero, subraya Brik, existe una paradoja sorprendente: “Sabemos que la sociedad ucraniana tiene una larga historia de falta de confianza social y de participación cívica; también conocemos los complejos desafíos y traumas a los que los ucranianos han tenido que enfrentarse. Pero al mismo tiempo, otras encuestas muestran una proactividad increíble por parte de los ucranianos. […] Por un lado, oímos y leemos que son personas socialmente desorientadas y desconfiadas, que viven en comunidades fragmentadas incapaces de unirse. Por otro lado, los últimos datos muestran una imagen radicalmente diferente: ciudadanos conscientes que confían en las instituciones y trabajan juntos para alcanzar la victoria. ¿Se trata de una ilusión temporal que pronto se desvanecerá? ¿O es una nueva Ucrania? ¿O tal vez Ucrania siempre ha sido así, pero no lo hemos visto porque hemos estado buscando en el lugar equivocado?”.
Kryvói Rog, de 2014 a 2022
Daria Saburova es doctora en filosofía por la Universidad de París Nanterre y se dedica a cuestiones relacionadas con el trabajo: en junio de 2024, publicó Travailleuses de la résistance, Les classes populaires ukrainiennes face à la guerre (“Trabajadoras de la resistencia, las clases populares ucranianas frente a la guerra”, Editions du Croquant). Su trabajo se centra en las experiencias de la población y pone de relieve el papel del género y de la clase social en el trabajo de la resistencia realizado por los voluntarios.

Su campo de investigación es Kryvói Rog, ciudad del este de Ucrania. Kryvói Rog es un caso interesante por varias razones: es conocida especialmente por ser un centro industrial y siderúrgico, en una región predominantemente minera; también es famosa porque en la región, durante la guerra civil rusa (1917-1922), tuvo lugar parte del levantamiento anarquista de Néstor Majnó; asimismo, fue duramente bombardeada por el ejército ruso. Por último, se trata de la ciudad natal de Volodímir Zelenski.
Antes de la guerra a gran escala, en Kryvói Rog se hablaba principalmente en ruso, que es la lengua con la que Zelenski construyó su carrera como actor (y es el idioma de la serie, hoy distópica, en la que encarnaba el papel de presidente de Ucrania, Servidor del pueblo).
En una entrevista concedida a la revista francesa independiente Politis (disponible en inglés en Links, International Journal of Socialist Renewal's vision) Saburova cuenta cómo ha cambiado la visión de las personas que ha entrevistado entre 2014 y 2024: “En 2013-2014, en la plaza de Maidán y luego en la guerra en el Donbás, las clases medias fueron las que más se movilizaron como voluntarios y como combatientes voluntarios. Estas personas constituían el núcleo de esta movilización, tanto a nivel organizativo como ideológico. Para ellos, se trataba de una lucha por un Estado ucraniano independiente, así como por un camino europeo y democrático opuesto al autoritarismo ruso. A sus ojos, el derrocamiento del régimen prorruso estaba justificado. Por el contrario, muchas de las personas con las que hablé en Kryvói Rog veían estos acontecimientos como un ataque a la democracia por parte de los manifestantes y los partidos de la oposición. El conflicto del Donbás no era su guerra, mientras que algunos de sus compañeros de las minas y fábricas ya estaban siendo movilizados en el ejército ucraniano en ese momento. Pero el 24 de febrero de 2022, la gente se rebeló porque su ciudad, es decir, su supervivencia, su existencia material y la de su comunidad, se veían inminentemente amenazadas por una invasión militar. No se trataba tanto de un compromiso con valores abstractos, sino de la defensa de su vida cotidiana”.
Kryvói Rog había votado mayoritariamente a Víktor Yanukóvich, el presidente prorruso que fue destituido por el parlamento en 2014 tras el Euromaidán. En una entrevista con France Culture, Saburova explica que la mayoría de las empresas de la zona pertenecían al oligarca Rinat Ajmétov (que patrocinaba el Partido de las Regiones de Yanukóvich) y que estos trabajadores “contaban con una serie de ventajas relacionadas con su oficio”, que después del Maidán perdieron en parte debido a una serie de “reformas neoliberales exigidas por el Fondo Monetario Internacional como reembolso de un préstamo” solicitado por el país.
Sin embargo, hay algo en común entre los dos periodos: el voluntariado. “El conflicto en el Donbás ya había provocado más de un millón de desplazados internos, atendidos principalmente por voluntarios (evacuación, alojamiento, apoyo administrativo, apoyo jurídico, etc.), dado que la ayuda proporcionada por el Estado era muy insuficiente. En 2022, el flujo de ayuda humanitaria fue mayor, pero los problemas estructurales persistieron y el voluntariado se volvió esencial para la distribución de esta ayuda”, continúa Saburova, quien explica “que esta situación no es solo el resultado de una crisis impredecible, sino que también está organizada en gran medida por el Estado (a través de las reformas neoliberales de los servicios públicos, que se han acelerado desde 2014) y por las organizaciones internacionales (que prefieren cooperar con ONG privadas). El trabajo que podrían realizar los trabajadores de los servicios públicos lo realizan los voluntarios de forma gratuita”.
Saburova habla de “cansancio del conflicto” en los relatos de la gente, sobre todo porque “las clases trabajadoras se ven muy afectadas materialmente por la guerra y las políticas neoliberales del gobierno”.
¿Cómo? “Por ejemplo, en algunas minas, los salarios han disminuido un 70 % desde 2022. La dirección justifica estos recortes alegando el aumento de los costes de producción y las dificultades para encontrar salidas comerciales debido a la guerra. En esto les ayuda la ley marcial: los mineros no pueden hacer huelga y aceptan trabajar en cualquier condición para beneficiarse de la exención del servicio militar, ya que estas minas se consideran empresa estratégica”.
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