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La “crisis de la masculinidad”, un mito persistente. Una entrevista con Francis Dupuis-Déri

¿Está realmente la masculinidad en “crisis”, como se oye decir a menudo? ¿Está yendo el feminismo demasiado lejos? Detrás de este tipo de discursos se esconden prejuicios que van desde la misoginia y el antifeminismo hasta el masculinismo y la violencia, explica el profesor de politología Francis Dupuis-Déri.

Publicado en 9 julio 2025
Francis Dupuis-Déri

Francis Dupuis-Déri es un investigador francocanadiense y profesor de la Universidad de Quebec en Montreal (UQAM). Se interesa por los movimientos sociales y, en particular, por el antifeminismo y el masculinismo.

Dupuis-Déri es autor de varios libros, entre ellos La crise de la masculinité ; autopsie d'un mythe tenace (Editions du remue-ménage & Points, 2018) y Althusser assassin, la banalité du mâle (Editions du remue-ménage, 2023), y coeditor de Antiféminismes et masculinismes d'hier à aujourd'hui (PUF, 2019).


Voxeurop: ¿Qué es la masculinidad?

Francis Dupuis-Déri: La “masculinidad” es una representación, un modelo, e incluso diría una referencia ideológica, siempre pensada consciente o inconscientemente en una relación jerárquica desigual con la feminidad.

No se puede pensar en la masculinidad sin pensar en la feminidad, no hay masculino sin femenino. Sin embargo, en los últimos años se ha hablado mucho de la masculinidad, pero a menudo de forma aislada de la feminidad. No obstante, ya sea de forma implícita o explícita, la masculinidad se presenta y se percibe como superior a la feminidad en términos de racionalidad (se dice que los hombres son más racionales que las mujeres, consideradas como demasiado emocionales), capacidad de acción y creación (se dice que las mujeres son más pasivas), autonomía (se dice que las mujeres son más dependientes), fuerza, agresividad y violencia (se dice que las mujeres son más dulces, pacíficas y benevolentes).

Todo esto es una construcción ideológica basada en estereotipos extraídos de textos religiosos o de la divulgación científica, simplista y a menudo engañosa, sobre una prehistoria fantaseada, un determinismo especulado de los genes o de las hormonas. Sin embargo, tiene un impacto en la realidad, en la socialización, en las expectativas que tenemos de las personas, de nosotros mismos, etc.

¿Cómo define esta denominada “crisis de la masculinidad”? 

Como explico en La crise de la masculinité, se trata de un discurso que ha existido desde al menos la Antigüedad romana en Europa, y que ahora se oye en todo el mundo. Este sugiere que los hombres están muy mal porque las mujeres ocupan demasiado espacio, ocupan “nuestro” lugar como hombres, y porque las feministas nos critican con saña... Se dice que los hombres son víctimas de las mujeres, y que la solución sería restaurar una masculinidad convencional que ha sido dañada por la feminización de la sociedad.

El discurso de la crisis de la masculinidad siempre tiene como efecto la justificación de una fuerte distinción entre lo masculino y lo femenino, y la valorización de lo masculino convencional mientras se desacredita el deseo o la voluntad de las mujeres de ser libres e iguales a los hombres. Cabe señalar que este discurso victimista de los hombres puede expresarse independientemente del régimen político, económico, o jurídico (incluido el derecho de familia y laboral), de la cultura y de la religión dominante. También puede expresarse en los países más pobres o en los más ricos. Hoy en día, los hombres más ricos y poderosos del mundo, como Elon Musk, Mark Zuckerberg y Donald Trump, afirman que existe una crisis de masculinidad.

¿Podría explicar qué es el antifeminismo y, en particular, el masculinismo?

En pocas palabras, el antifeminismo es una fuerza que se opone al deseo o la voluntad de las mujeres de ser libres e iguales a los hombres. La socióloga Mélissa Blais explica que, como cualquier fuerza política o movimiento social, el antifeminismo tiene varias corrientes y se moviliza en varios frentes. Por ejemplo, el antifeminismo católico se mantiene muy activo contra el derecho al aborto, en nombre de Dios.

El antifeminismo “masculinista” se basa en la idea de una crisis de la masculinidad para justificar el respeto de los roles de género y la división sexual del trabajo. El antifeminismo de extrema derecha combina el masculinismo, el supremacismo blanco y la xenofobia, en nombre de la defensa de la familia como pilar de la nación.

El antifeminismo de izquierdas, o anticapitalista, lleva generaciones repitiendo que las cuestiones de la mujer son secundarias. Sostiene que las feministas deberían integrarse en un movimiento de masas o un partido unificado para luchar contra la patronal y el capitalismo, y que no deben criticar en absoluto el sexismo ni la violencia sexual en las organizaciones progresistas, ya que esto divide las fuerzas...

Tengo la impresión de que la retórica masculinista que escuchamos en la actualidad es similar a la que se escuchaba en el pasado; a la de antes del movimiento #Metoo, antes de que los movimientos feministas adquiriesen mayor importancia... ¿Hay alguna diferencia?

 La crise de la masculinité ; autopsie d’un mythe tenace

El masculinismo suele utilizar el mismo argumento general, es decir, que los hombres tienen problemas porque las mujeres ocupan demasiado espacio, porque no se quedan en la posición que queremos asignarles: objeto sexual, cónyuge dócil, madre ama de casa. Pero los síntomas de la crisis pueden variar según el contexto.

La historiadora Eve-Marie Lampron demostró claramente (en su capítulo del libro Le mouvement masculiniste au Québec: L'antiféminisme démasqué, 2015) que el discurso masculinista se expresó en todos los bandos políticos durante la Revolución Francesa: los republicanos acusaban al rey Luis XVI de ser afeminado y de estar bajo el dominio de la reina María Antonieta, y los monárquicos acusaban a los republicanos de permitir que “sus” mujeres desfilasen por las calles en pantalones y con cabezas clavadas en picas. También sabemos que antes de que se liberalizara el divorcio, se decía que los hombres eran dominados por sus mujeres en el matrimonio, una verdadera cárcel para los maridos. Desde que se extendió el divorcio, se dice que son las exesposas las que siguen dominando a los hombres después de la separación, sacándoles la pensión alimenticia.

Casados o divorciados, los hombres pueden afirmar que están dominados por las mujeres. El discurso de la crisis de la masculinidad también se expresó en el movimiento Black Power de los años sesenta y setenta, para criticar a las afrofeministas por dominar a la comunidad, como analizaron Angela Davis, Patricia Hill Collins y bell hooks.

Ciertos temas han sido constantes durante al menos 20 o 30 años, como la tesis de que los hombres ya no pueden ligar con las chicas y que las mujeres controlan las relaciones sexuales, o que los problemas escolares de los chicos son prueba de una crisis de masculinidad, pese a que a los hombres les vaya mejor que a las mujeres en el mercado laboral después de sus estudios.

En Estados Unidos, se dice desde los años noventa que los “angry white men” (“hombres blancos enfadados”) son víctimas de una terrible injusticia económica que favorece a las mujeres y a las minorías afroamericanas y migrantes, quienes les roban el empleo... La victoria electoral de Donald Trump también se explicó diciendo que estos hombres “corrientes” eran los grandes perdedores de la desindustrialización.

Sin embargo, si se observan los datos con calma, los estados que más apoyaron a Trump, como Nebraska (78 %) y Wyoming (74 %), tienen una brecha salarial anual a tiempo completo entre hombres y mujeres de unos 20 000 dólares, a favor de... ¡los hombres! ¿Y por qué? Precisamente porque los empleos en los que predominan los hombres, como los de las fábricas, las minas, la silvicultura o el transporte por carretera, están mucho mejor pagados que aquellos considerados como femeninos.


“El feminismo es uno de los movimientos sociales más pacíficos, teniendo en cuenta las injusticias y las violencias históricas y actuales a las que se han enfrentado las mujeres”


Como vemos, el discurso sobre la crisis de la masculinidad es antiguo y suele transmitir las mismas falsedades de generación en generación. Investigaciones paralelas en diferentes países también han demostrado que el masculinismo se ha utilizado durante mucho tiempo para desacreditar los análisis feministas y las campañas contra la violencia machista, ya sea en Quebec, España o Francia (ver L'antiféminisme et le masculinisme d'hier à aujourd'hui, 2018).

Desde el principio, el masculinismo, o el discurso de la crisis de la masculinidad, fue uno de los pilares de la propaganda del fascismo italiano y luego del nazismo, tomando como base la tesis de que el hombre italiano o ario había sido traicionado durante la Primera Guerra Mundial por la élite liberal decadente y feminizada, y que el fascismo revalorizaría la masculinidad viril y la familia patriarcal. Los discursos fascistas en otros lugares, incluida España, retomaron esta tesis de la feminización de los hombres y de la nación y propusieron la misma solución: una virilidad guerrera y conquistadora, por ejemplo, mediante la colonización (véase el trabajo de Marie Walin sobre España).

Incluso hoy, la extrema derecha participa en el masculinismo, incluso en internet, como lo han demostrado numerosos estudios.

¿Puede ayudarnos a deconstruir las expresiones que escuchamos a menudo hoy en día, como “feminismo radical”, “feminismo totalitario” o incluso “feminazi”?

Los antifeministas suelen avanzar detrás de una máscara, negando que lo son y optando por jugar a dividir a las feministas buenas de las malas. Dicen que el feminismo “ha ido demasiado lejos” y que culpan en particular a las “neofeministas” radicales o extremistas.

Pero cuando intentamos entender a quiénes se refieren, nos damos cuenta de que quienes están siendo denigradas son prácticamente todas las feministas actuales...

El discurso victimista de los masculinistas sugiere que el feminismo actual está imponiendo un verdadero "totalitarismo" en la sociedad, y que los hombres ya no pueden decir nada, que son víctimas de un sexismo antimasculino.

En cuanto al término “feminazi”, su acuñación se atribuye al locutor radiofónico reaccionario Rush Limbaugh, activo en Estados Unidos en la década de los noventa. Cuando se conoce la historia y se piensa seriamente en ella, la expresión “feminazi” es escandalosa, o ridícula, por partida triple.

Obviamente, es un insulto a la memoria de los millones de víctimas de los verdaderos nazis. Asimismo, la expresión es un insulto al feminismo, uno de los movimientos sociales más pacíficos, y que incluso es muy moderado, teniendo en cuenta las injusticias y las violencias históricas y actuales a las que se han enfrentado las mujeres. Por ejemplo, deploramos regularmente los asesinatos de mujeres —los feminicidios— a manos de sus parejas o exparejas, ¿y qué hacen las feministas? Nada muy radical, si lo pensamos bien: ni revueltas contra los hombres, ni operaciones de venganza (ahorcamientos, fusilamientos, destrucción de pueblos, como hicieron repetidamente los nazis), ni formación de milicias armadas ni ataques homicidas, como hacen los neonazis. 

Siempre se afirma que las feministas “castran” a los hombres, pero en realidad no hacen nada de eso, a diferencia de los verdaderos nazis, que de hecho torturaban —e incluso castraban— a sus víctimas... La conclusión es que los antifeministas compiten utilizando insultos desmesurados para demonizar a las feministas y presentarlas como una terrible amenaza comparable a las peores catástrofes políticas del siglo XX, mientras que, repito, este movimiento feminista es completamente moderado, teniendo en cuenta la situación de las mujeres a lo largo de la historia, e incluso en la actualidad.

🤝 Este artículo forma parte del proyecto PULSE y forma parte de una serie de artículos en torno al masculinismo.

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