Entrevista Migración y asilo
Agnieszka Holland en Bruselas en febrero de 2024. | Photo: ©GpA Agnieszka Holland GpA

Agnieszka Holland: La acogida de inmigrantes en Europa, “dilema entre comodidad y valores”

Con motivo del estreno de su última película, Green Border, nos encontramos con su directora, Agnieszka Holland. Si bien Polonia experimentó recientemente un cambio de régimen que ha proyectado una ola de esperanza sobre el país, Holland confiesa, no obstante, su preocupación por el auge del discurso de extrema derecha y la “aniquilación” de las personas migrantes que ve dibujarse en el horizonte.

Publicado en 26 febrero 2024 a las 14:55
Agnieszka Holland GpA Agnieszka Holland en Bruselas en febrero de 2024. | Photo: ©GpA

Agnieszka Holland es una prolífica directora y guionista polaca. En más de cincuenta años de carrera, ha dirigido numerosos éxitos de crítica, en especial sus películas Europa Europa (1990) y En la oscuridad (2011). Su trabajo se ha visto recompensado en numerosas ocasiones.

Su última película, Green Border (estrenada en 2023 en Polonia) ha sido criticada por la extrema derecha polaca por su representación del trato que reciben los migrantes en la frontera polaco-bielorrusa. Green Border ha recibido el premio especial del jurado en la Mostra de Venecia en 2023. Nos hemos reunido con ella durante el estreno en Bruselas.

Voxeurop: ¿Por qué se ha hecho esta película?

Agnieszka Holland: He seguido de cerca la situación de la migración desde 2015, vi la reacción confusa, cobarde e inconsistente de Europa. Pero cuando llamó a mi puerta, me sentí obligada a tomar la palabra, especialmente porque he dedicado gran parte de mi trabajo a contar historias de crímenes contra la humanidad.

Su película ha sido objeto de mucha controversia, usted ha recibido amenazas, ataques… ¿Cómo le va a usted hoy en día, cómo se siente?

La cosa va mejor, porque el gobierno ultraconservador nacionalista que me había atacado ha perdido las elecciones. Sin duda, esto no significa que el país haya cambiado por completo – han socavado las leyes y las instituciones con sus propias leyes anticonstitucionales y es muy difícil, hoy por hoy, salir de la situación precedente en muchos terrenos. Sobre todo cuando el presidente del país ha pertenecido siempre a ese partido conservador [el partido Ley y Justicia, PiS, de extrema derecha]. No apoya el intento de cambiar las leyes. [La lucha democrática] se ha ganado, pero no es fácil traducirla en realidades. Por otro lado, el ambiente ha cambiado, pero todavía hay entre un 30 y un 35% de la población que apoya este populismo autoritario y que también siente el atractivo del nacionalismo y, a menudo, también del racismo. Pero la gente que fue a ver la película reaccionó con mucha emoción y muchas preguntas sinceras e importantes. Y eso es lo que queríamos despertar especialmente, esta conciencia de que debemos afrontar una situación que no sólo está sucediendo en Polonia, sino en toda Europa.

¿Se han calmado los ataques contra usted desde entonces?

Sí, y este gobierno ya no tiene ningún interés en atacarme, puede que me esté atacando a ciertos niveles, pero ya no tiene autoridad para hacerlo de manera tan global. Pero vivimos en un mundo que está fraccionado, la sociedad polaca está muy polarizada, un poco como la sociedad estadounidense, por ejemplo. Los populistas tienen ese talento para manipular el cerebro humano hasta el punto de que la gente empieza a seguirlos como una secta. Lo ves con Trump y sus seguidores. Por supuesto, no es el mismo nivel, porque el país también tiene una escala diferente, pero en menor medida también es el caso en Polonia.

Agnieszka Holland à Bruxelles en février 2024. | Photo: ©GpA
Agnieszka Holland. | Foto: ©GpA

Pero en todo caso hemos tenido un gran éxito con el público, y creo que al plantear estas preguntas, al mostrar también a los seres humanos que la propaganda presentó como terroristas, pedófilos, zoófilos y armas de Lukashenko, hemos logrado abrir el debate, y también despertar una especie de empatía colectiva.

Precisamente, hablando de este cambio de régimen, es cierto que la política migratoria fue especialmente violenta en la Polonia de Ley y Justicia (PiS, ultraconservador). ¿Es usted más optimista ahora?

Por el momento, no vemos ningún gran cambio. Aunque despidieron a algunos funcionarios, los guardias fronterizos que ocupaban los puestos más altos y que eran los rostros de esta violencia, la política no cambia, al menos no mucho. Presionamos, discutimos, escuchamos que las "rechazos" son necesarias pero que lo haremos de manera humana, lo cual es un oxímoron. Pero bueno, al menos no mienten, no dicen cosas terribles, no usan un lenguaje nazi y racista, podemos discutir con ellos y seguiremos presionando. La opinión pública es más sensible que hace unos meses.

¿Se trata acaso de que la violencia no es también necesaria para la deshumanización de los refugiados, una condición esencial para que las fuerzas del orden se puedan comportar como lo hacen?

Sí. En primer lugar, sépalo usted, también soy sensible a la situación de los inmigrantes en nuestras fronteras, porque conozco ese proceso que han iniciado muchos países. Lo reconocí, porque hice tres películas sobre la Shoá, sobre los años 1930-1940 y he visto hasta qué punto ciertas cosas han empezado a repetirse. Primero, es selección, tú decides quién tiene derecho a vivir, a ser tratado con dignidad. Después, deshumanizas a estas personas. La propaganda estatal polaca no tuvo vergüenza alguna, el Ministro del Interior celebró esa conferencia de prensa –famosa  al menos en Polonia– en la que dijo que [los migrantes] no eran realmente personas, que eran ante todo armas de Lukashenko, terroristas, violadores, pedófilos y zoófilos. En realidad, era para meter miedo a la gente, y también para privarla de su voz, de su destino individual, para mostrarla como una masa peligrosa y repugnante. Ahí lo tienes, después de estas represiones, después de estas expulsiones, después de la violencia, el último paso es la aniquilación, eso es lo que me da miedo. Porque escucho las palabras de algunos políticos de derechas, que hablan abiertamente del uso de armas contra los refugiados, tanto en Europa –en Italia, por ejemplo, o en los Países Bajos– como en Texas.


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Entonces, ¿qué se debería hacer a nivel político?

Sobre todo, abordar la situación de frente; analizar, discutir, buscar las razones, intentar también hacer cambiar de opinión a las personas, no angustiándolas, sino mostrándoles imágenes también positivas de la realidad. Porque de todos modos, esta Europa que se está encogiendo, que es un continente en proceso de desaparición desde el punto de vista demográfico, que está envejeciendo, necesitaría nuevos ciudadanos. Pero creo que esto es realmente el dilema entre comodidad y valores. Porque si se ven las consecuencias de la situación actual, se ve que el siguiente paso es decidir, por ejemplo, no solo empujar los barcos de vuelta al Mediterráneo, sino bombardearlos y construir una especie de fortaleza desde la que disparar contra todo lo que se aproxime a ella y que pueda privarnos de nuestra comodidad. Y después de todo esto, llegará el fin de la Europa de la democracia y los derechos humanos.

Pero algunos ciudadanos europeos, al menos aquellos que son sensibles a los argumentos de la extrema derecha, sin ser necesariamente neofascistas o neonazis, tienen un miedo real a lo que los refugiados pueden traer.

Si, seguro. Por eso digo que el dilema es entre comodidad y valores. Porque estamos muy privilegiados en estos países europeos y se comparte la comodidad en estos momentos. Este es un proceso similar a compartir derechos. Ya sabe usted, hace 300 años el derecho pertenecía sólo a los hombres blancos, heterosexuales y ricos; luego aceptamos que también tenían derechos los niños, las mujeres, los esclavos, la gente de color, las personas homosexuales… Se progresa, pero hay un movimiento adverso de rebote [“un cambio de tornas”]. Esto quiere decir que siempre hay una defensa para quienes tienen el monopolio de la ley. Y la situación con la migración es un poco lo mismo. En cualquier caso, debemos evitar el aceptar en su cara el lenguaje de la extrema derecha y de los fascistas. Me niego a hablar de los migrantes más que como seres humanos que tienen sus vidas, sus opciones, sus necesidades –las mismas, las básicas– y es nuestra responsabilidad compartirlas. También fue interesante ver con qué facilidad y entusiasmo los polacos han abierto sus hogares a los refugiados ucranianos. Polonia dio la bienvenida a más de un millón de recién llegados y no pasó nada terrible; esto quiere decir que el país no se ha empobrecido, al contrario, en cierto ha beneficiado a ciertas situaciones económicas. La gente también es más generosa. Ya sabe usted, hay una especie de narcisismo en la gente. Cuando se miran al espejo –a menos que sean un poco raros– prefieren ver el reflejo de la belleza en su propio rostro y no todo lo contrario.

Green Border es una película muy dura, muy violenta y, como dice usted, bastante pesimista sobre lo que es la Europa de hoy en día. Pero para usted, ¿qué es Europa? ¿Es algo que todavía le parece un gran proyecto que es necesario defender?

Absolutamente, es un proyecto muy hermoso, uno de los proyectos más hermosos de la humanidad, pienso yo. Hacerlo fracasar sería un terrible despilfarro. Vamos a pagar por esto con muchas vidas humanas, no sólo las vidas de los migrantes, de personas venidas de otros lugares, sino también las de nuestros ciudadanos blancos. Soy bastante pesimista, porque pienso que siempre es mucho más fácil cultivar el mal que cultivar el bien. Aquí la responsabilidad de las autoridades, políticas o religiosas, es enorme; la gente está perdida en este mundo tan complicado y lleno de diferentes desafíos y retos. La modernidad es extremadamente compleja y hay en ella demasiados peligros en que las gentes se pierden, y por ello desean seguir a cualquiera que les diga“aquí sí que tenemos respuestas muy sencillas a sus preguntas complejas, sabemos lo que hay qué hacer". Y estos populistas ganan porque dan exactamente esta respuesta. Pero la realidad no cambia, incluso aunque la llamemos de otra manera, siempre está ahí.

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