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A cada uno su transición poscomunista

Empleo, gobierno, infraestructuras: después de 1989, los países del antiguo bloque comunista se vieron obligados a reinventarse. Cada uno lo ha hecho a su manera, con mayor o menor éxito, tal y como apunta el diario checo Hospodářské Noviny, que ha publicado una serie de comparaciones.

Publicado en 2 diciembre 2009 a las 16:02
Foto : Wok/Flickr

Veinte años después de que comenzara el periodo de transformación, resulta fácil dar ejemplos de las actitudes que funcionan en los países de Europa occidental, donde el desarrollo no se ha visto frenado por el poder comunista. Sin embargo, de entre estas actitudes, hay algunas que también han funcionado en las naciones poscomunistas. Ante todo, hemos de recordar que, en los países poscomunistas de la Unión Europea, salvo la República Checa, los comunistas no reformados no constituyen un grupo parlamentario, ni siquiera un partido. Se han tornado socialdemócratas —como en Hungría, Polonia o Lituania— o se han fraccionado en diversas corrientes de opinión, en defensa de la soberanía nacional, de derechas y liberales. Éste es el caso de los países bálticos y de Eslovenia.

Una Polonia activa

Las reformas llevadas a cabo en Polonia a principios de los noventa se percibieron como una terapia de choque, con una tasa de desempleo que pudo afectar a más del 20% de la población. Muchas personas pasaron a depender de diversos sistemas estatales de jubilación (principalmente, los pequeños agricultores y los que se beneficiaron de la jubilación anticipada). Está claro que el capitalismo ha sido más agresivo en Polonia que en la República Checa, lo que ha propiciado que los polacos se esforzaran mucho más a la hora de buscar trabajo, tanto en su país como en el extranjero. Hace un año, el número de polacos que trabajaban en países de la UE ascendía a los dos millones. Los polacos se distinguen por el punto de vista con el que perciben la adhesión a la UE. Toda la sociedad ve en la adhesión a la Unión y en la utilización de los fondos europeos la oportunidad de dar un salto de civilización sin precedentes en la historia de su país. Esta tendencia se ha visto confirmada, concretamente, por la marginación de los partidos nacionalistas y populistas en las últimas elecciones, celebradas en 2007.

El “tercer sector” eslovaco

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En la Eslovaquia de los años noventa, Vladimír Mečiar y su régimen autoritario contribuyeron a la aparición de organizaciones no gubernamentales. Es lo que se denomina “el tercer sector”. Sus expertos, que trabajan en diferentes fundaciones e institutos de investigación, constituyeron los elementos de base de los equipos reformadores de los gobiernos posteriores a Dzurinda, especialmente en los campos de la fiscalidad y la salud. De manera más general, en el seno de la sociedad eslovaca se fue formando poco a poco un terreno muy fértil para el surgimiento de acciones y de movimientos de pensamiento independientes del Gobierno. El resultado del referéndum de mayo de 2003 sobre la adhesión de Eslovaquia a la Unión Europea (con un 92,46% a favor) se explica también en gran medida por el trabajo realizado por las numerosas organizaciones no gubernamentales. Las ONG ofrecen un contrapoder ideológico al actual Gobierno nacionalista de izquierdas de Robert Fico.

El e-gobierno estonio

La democracia digital estonia —el e-gobierno— es el ejemplo perfecto del encuentro entre acciones gubernamentales y no gubernamentales. Los estonios pueden votar por Internet a nivel local desde el año 2005 y a nivel nacional desde 2007. Ante sus anfitriones extranjeros, los primeros ministros estonios alaban la sala del Consejo de Ministros, a la que estos últimos nunca acuden cargados de montones de documentos, ya que todo se hace por ordenador. Las proposiciones de ley deben someterse a debate público en Internet y los funcionarios tienen la obligación de tener en cuenta las observaciones formuladas por los ciudadanos.

Las autopistas húngaras

Los medios de comunicación checos denuncian a menudo el hecho de que la República Checa construye las autopistas más caras del mundo. Los húngaros comparten la misma opinión en cuanto a las suyas. Ya conocen algunos casos de construcciones de autopistas por parte de operadores privados que nadie ha querido utilizar debido al precio demasiado elevado de los peajes, hasta tal punto que el Estado se ha visto obligado a hacerse cargo de ellas. En la actualidad es posible utilizar siete autopistas modernas a un precio razonable. El precio que hay que pagar por una red de autopistas eficaz es el gran número de especulaciones que circulan sobre el importe de los sobornos, de los cuales se habría beneficiado tal o cual partido político que estaba en el poder en el momento de la licitación. Entre los periodistas húngaros se comenta que la construcción de las autopistas y “el reparto de las ganancias” siguen siendo los únicos temas sobre los que la izquierda y la derecha consiguen entenderse. Incluso parece que los dos partidos principales, los antiguos comunistas y el Fidesz, disponen de sus propios equipos secretos que se dedican a la colecta del dinero de las autopistas.

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