El Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S) y la Organización Meteorológica Mundial de la ONU (OMM) acaban de publicar el informe sobre el Estado del Clima Europeo de 2024 y las noticias no son nada buenas.
Se confirma que Europa es el continente que más rápido se calienta y que 2024 ha sido el año más cálido registrado en Europa, con temperaturas récord en las regiones central, oriental y sudoriental. Fuertes tormentas e inundaciones generalizadas se han cobrado al menos 335 vidas y han afectado a unas 413 000 personas.
Este año, el informe también incluye una nueva sección que destaca ejemplos de iniciativas de adaptación y resiliencia climática por toda Europa. Demuestra que el 51 % de las ciudades europeas han adoptado planes dedicados de adaptación al clima, lo que supone un progreso alentador con respecto al 26 % en 2018.
Celeste Saulo, secretaria general de la OMM, calificó la adaptación de “imprescindible”. “Estamos avanzando, pero tenemos que ir más lejos y más rápido, y tenemos que hacerlo juntos”, afirmó.
Por su parte, Wopke Hoekstra, comisario europeo de Clima, deberá “dirigir los trabajos sobre un Plan Europeo de Adaptación al Cambio Climático para apoyar a los Estados miembros, en particular en materia de preparación y planificación, así como garantizar evaluaciones periódicas de los riesgos con base científica”, como exponía el verano pasado en su carta de misión. “Esto debería abarcar, por ejemplo, el impacto sobre la infraestructura, la energía, el agua, los alimentos y la tierra en ciudades y zonas rurales” y “estudiar incentivos para encontrar soluciones basadas en la naturaleza”.
Un reciente artículo en The Guardian sugiere evitar a los sospechosos habituales, dadas las actuales tensiones geopolíticas en Estados Unidos, y mirar en su lugar a África. William Ruto y Patrick Verkooijen, autores del artículo, exponen que “África fue una defensora precoz de la adaptación climática”, con 17 de los 20 países más vulnerables al cambio climático en el continente.
“Queríamos ir más allá de la gestión de catástrofes y adoptar estrategias de futuro que redujeran nuestra exposición a los riesgos climáticos. Buscamos soluciones para proteger a nuestros ciudadanos y empresas de unas condiciones meteorológicas extremas cada vez más destructivas. La adaptación no es simplemente una forma de minimizar los daños infligidos por las condiciones meteorológicas extremas, aunque eso por sí solo justificaría la inversión. Si se hace correctamente, puede transformar las economías, además de reforzarlas frente a las catástrofes naturales”.
Las naciones más pobres y en desarrollo podrían mostrar el camino a Europa: cómo evitar por completo los pasos destructivos del capitalismo y pasar a las siguientes fases, en las que las personas y el planeta han encontrado una forma de sobrevivir juntos.
Ekhosuehi Iyahen, secretaria general del Foro de Desarrollo de Seguros (IDF), analiza la otra cara de la moneda de la adaptación en el diario italiano Domani: asegurarnos contra el cambio climático. “Hay que actuar urgentemente para proteger estos ecosistemas, pero muchas comunidades costeras carecen de los recursos financieros necesarios. Cerrar la brecha financiera es fundamental para mitigar los efectos del cambio climático: el sector de los seguros puede ser un poderoso motor de cambio positivo”, escribe.
En Portugal, junto con Marie-Cécilia Duvernoy y Reporterre, nos reunimos con los ingenieros André Mota y Paula Pereira. A pesar de las sequías y los incendios, el equipo de Life Nieblas sigue mostrándose entusiasta. Gracias al agua de la niebla captada con redes, miles de robles replantados prosperan año tras año en el centro de Portugal.
Sin embargo, por toda la UE, las comunidades de bajos ingresos se oponen a medidas climáticas que no tienen en cuenta las realidades sociales. En Alternatives Economiques, Blanche Segrestin, profesora de Mines Paris, explora la reacción contra las Zonas de Bajas Emisiones en ciudades como París y Lyon, donde los más pobres corren el riesgo de quedar excluidos de la movilidad: “La regla del daño común impone entonces una regla de solidaridad: el sacrificio para asegurar el ‘rescate’ debe repartirse en proporción a la riqueza que realmente se salvará. En caso de que la ciudad se vuelva inhabitable, podríamos al menos sustituir los coches contaminantes compartiendo el esfuerzo no solo entre los propietarios de estos coches, ni entre los automovilistas, sino entre todos los que tienen algo que salvar”.
Hablando de transición justa, Cross-border Talks se centra en Bulgaria y Rumanía, donde los trabajadores de los combustibles fósiles temen quedarse atrás. Los sindicatos y los líderes locales advierten de que, sin un verdadero diálogo e inversión, el cambio podría agravar la desigualdad y avivar una reacción populista.
“Necesitamos una dirección y un compromiso claros. Necesitamos saber qué se va a hacer cada año. Solo así las medidas aplicadas en el marco de la transición justa estarían en consonancia con todo lo demás. Así, nadie se quedará atrás en el proceso de descarbonización. En cambio, vemos cómo los partidos populistas de derechas utilizan la cuestión de la transición justa para generar un escándalo político. Están paralizando el proceso. No estamos en ninguna parte del proceso de revisión y modificación de los planes, indicadores e hitos de la transición justa”, explicaba Georgi Stefanov, fundador de la Coalición Climática de Bulgaria, a Małgorzata Kulbaczewska-Figat.
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