¿Cómo podemos describir el asesinato de Aboubakar Cissé, que recibió 57 puñaladas, si no como el desencadenamiento de una ira rara vez vista en Francia? El 25 de abril, Cissé, un maliense de 22 años, estaba limpiando la mezquita de la Grand-Combe (departamento de Gard) cuando fue atacado. El presunto sospechoso, Olivier H., se filmó a sí mismo insultando la religión de su víctima justo después del acto. “Lo hice, […] tu Alá de mierda”, repitió.
Esta tragedia se dio en un contexto de ascenso de la islamofobia y el racismo en Francia. El asesinato y la violencia del presunto agresor sumieron a la comunidad musulmana francesa en una profunda consternación. “Lo que sucedió hace añicos mis convicciones. Si un musulmán no puede sentirse seguro en una sala de oración, no puede sentirse seguro en ninguna parte. Ya no estoy a salvo en ningún lado”, expresa con preocupación una persona entrevistada por Inès Belgacem para Streetpress.
Para los musulmanes entrevistados por Belgacem, la muerte de Aboubakar Cissé pone de relieve el clima profundamente perjudicial que en la actualidad se cierne sobre Francia metropolitana: el aumento de las agresiones contra los musulmanes, el acercamiento acelerado de la sociedad a la extrema derecha, la multiplicación de los propósitos islamofóbicos— en especial por parte de miembros del gobierno— todo esto unido a la manera en que los medios de comunicación han retomado estos discursos.
En Alternatives Economiques, Hervé Nathan, lamenta que la tragedia se haya reducido a una disputa de tribunales, donde las nociones de islamofobia y laicidad solo sirven para clasificar a los miembros de las diferentes familias políticas. “Los de derecha(s) son ‘islamofóbicos’, porque esto justificaría (en el sentido de hacer justa) su lucha contra una parte (negra y árabe) de la inmigración. Es el objeto de una constante sobrepuja identitaria verbal. Como exclamó recientemente el ministro del Interior en su campaña para la presidencia de Los Republicanos (LR): “‘¡Abajo el velo!’ Una manera de decir: más islamofóbico que yo no hay nadie...”
“Para los de izquierda(s), el argumento sirve también para definir una concepción de la laicidad, una frontera entre las izquierdas ‘irreconciliables’, o, de manera inversa, para designar a quienes no son realmente antirracistas. Para parafrasear a Jacques Chirac: ¡mientras la mezquita está en llamas, nos insultamos en el ‘entre sí’! La miseria de la política política”.
Una personalidad recibió una atención particular de estas críticas: Bruno Retailleau (Los Republicanos, derecha), el ministro francés de Interior y de Cultos.
En Libération, Daniel Schneidermann enumera las críticas dirigidas al “primer poli de Francia”: “que al inicio [Retailleau] haya presentado el carácter islamófobo del asesinato de Cissé —de unas cincuenta puñaladas dadas en una mezquita y acompañadas con los gritos ‘Tu Alá de mierda’— como ‘una pista entre otras’; que el ministro haya esperado 48 horas para ir a Gard, prefiriendo honorar antes con su presencia dos mítines electorales internos de LR y las exequias del papa; [...] que se haya negado a recibir a la familia de la víctima, alegando que era difícil encontrar a ‘la verdadera familia’ de un joven ‘en situación irregular’, si bien recién se había topado al abogado de la familia en los pasillos de BFM. Tantos indicios que muestran que un joven musulmán apuñalado en una mezquita no es una verdadera víctima, que solo tiene derecho a utilizar la puerta trasera, que la familia solo tendrá derecho a recibir las condolencias oficiales después de que se verifique que sus papeles estén en regla”.
Retailleau volvió a ser objeto de críticas apenas unos días después del asesinato de Cissé, tras la publicación de “Ne rien céder : manifeste contre l’islamisme” (en español, “No ceder nada: manifiesto contra el islamismo”), una retranscripción de un discurso del ministro del Interior en el que defendió su proyecto político, muy de derecha, contra el “wokismo”, el uso del término “islamofobia”, el Estado de derecho, la izquierda...
Este fue un azar del calendario que no pasó desapercibido para Richard Godin en le Nouvel Obs. También hace eco a las críticas que le reprochan al ministro su parte de la responsabilidad en el clima político imperante. “Se sospecha que Bruno Retailleau minimiza la violencia de la que sufren los franceses musulmanes, y la izquierda también le acusa de participar en el ascenso del racismo antimusulmán”. Si bien, en su texto, promete diferenciar la fe musulmana de la “ira islamista”, posicionándose a la vez como defensor de la libertad religiosa y de la seguridad de los franceses, la misión sigue sin haberse cumplido “para los representantes de instituciones musulmanas, que, el martes 29 de abril denunciaron ante Emmanuel Macron el ‘clima islamófobo imperante’, pidiéndole ‘actos concretos’ para protegerlos”, informa Godin.
La postura de Bruno Retailleau es fácil de explicar: en ese momento era candidato a la presidencia del partido Los Republicanos. La perspectiva de acceder a este puesto (y el escalón que viene con él) brinda un nuevo ángulo a la serie de declaraciones del ministro y de Laurent Wauquiez (de quien ya hablé en mi revista de prensa pasada), el otro candidato a la presidencia del partido. En Euractiv, Laurent Geslin detalla la estrategia de los dos conservadores: echar mano de la retórica de la extrema derecha para recuperar votos. Al final, Retailleau ganó las elecciones para presidir el partido con un 74,31 % de los votos, mientras que su adversario obtuvo el 25,69 %. Algo que le pone en mejor posición para una posible candidatura a la presidencia de la República. Sin embargo, la partida aún no se ha ganado.
“Dudo que la estrategia que consiste en atraer a los electores hacia el conservadurismo tradicional vaya a funcionar”, explica, sin embargo, Mathieu Gallard, director de investigación en el instituto de sondeos IPSOS, entrevistado por Geslin. “En el mejor de los casos, podría frenar el declive de LR observado en las últimas elecciones, atrayendo a algunos partidarios desilusionados de Macron”.
“El riesgo para LR está claro”, añade Geslin. Si el partido no logra recuperar a electores de [Agrupación Nacional], podría verse confrontado a una mayor fragmentación, o incluso a una ausencia de relevancia política, lo que dejaría a la extrema derecha como la fuerza dominante de la derecha francesa para los próximos años”. Geslin también señala la existencia de un acercamiento similar entre la derecha tradicional y la extrema derecha a nivel europeo, una “mayoría alternativa” que expone a la derecha tradicional al riesgo de una nueva dependencia a los radicales europeos.
Se produce un “círculo vicioso”, como lo describe Jon Henley en The Guardian: con la esperanza de obtener los votos de la extrema derecha, los partidos tradicionales adoptan posiciones de esta sin discernimiento alguno. No obstante, “[algunos] politólogos afirman que los datos electorales y los sondeos llevados a cabo en muchos países indican de manera significativa que, para los principales partidos de centroderecha, el proceso de acomodo se traduce simplemente en su ‘canibalización’ por parte de la extrema derecha”. Después de todo, ¿para qué votar por la copia si podemos tener el original?
La extrema derecha no gobierna formalmente todos los países de Europa. Pero, al dominar el ámbito ideológico, al modular las políticas de los partidos tradicionales, los discursos mediáticos e incluso las posturas ante las tragedias como el asesinato de Aboubakar Cissé, esta prueba que, en ciertos aspectos, ya ha ganado la partida.
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