El debut de Günther Oettinger como comisario europeo [de Energía] fue un tanto desastroso por culpa de un discurso en inglés que su acento suabo hizo apenas comprensible y cuya difusión a través de YouTube le convirtió en el hazmerreír de Europa. Por muchos cursos de idiomas que dé, le va a costar quitarse el sambenito de encima. El comisario austriaco [de Política Regional] Johannes Hahn, evitó el riesgo durante su comparecencia ante el Parlamento Europeo hablando exclusivamente en alemán. Aunque su inglés es más que aceptable, tal y como demuestran varios vídeos que encontramos en YouTube. Bueno, por lo menos es mejor que el de muchos de sus colegas ex ministros. En cambio, las declaraciones de Claudia Reiterer, presentadora de la ORF [televisión pública austriaca], durante la entrevista en inglés que le hizo a la diseñadora de ropa interior Chantal Thomas en el Baile de la Ópera de Viena, le han quitado gran parte del aura que había adquirido ganando el ¡Mira quién baila! austriaco.
Un dominio hoy en día ineludible
Durante muchos años fue posible manejarse en la vida pública con el inglés que habíamos aprendido en el colegio. Ahora, la globalización, la importancia cada vez mayor de Europa (donde el inglés gana cada vez más peso frente al francés como lengua de trabajo), el hecho de que la ciencias se “anglicanizan” y de que cualquier paso en falso público se puede exponer despiadadamente en Internet; todo esto exige que los políticos, los dirigentes, los científicos o las celebridades de todo tipo tengan un nivel de inglés bastante mejor. El que no pronuncie “the” correctamente o el que no sepa que “sympathy” no quiere decir “afecto” sino “compasión” no solo demuestra que existen lagunas en su educación, también tiene que asumir que se encontrará en posición de desventaja durante cualquier evento internacional; ya sea una conferencia o una ronda de negociaciones.
Los demás idiomas son importantes, pero actualmente el conocimiento del inglés es una herramienta fundamental para medir la cultura y la capacidad de cada uno.
También para los Estados el nivel de idiomas de la población se ha convertido en un factor importante de competitividad. Otrora empobrecida, Irlanda consiguió transformarse en el “tigre celta” gracias a que las multinacionales pudieron colocar a “nativos” en cualquier puesto. El alto nivel de integración internacional de las empresas escandinavas u holandesas se debe en gran parte al notabilísimo inglés que habla hasta el más humilde de sus ciudadanos.
Un desafío para la educación y la economía
Estos países, con idiomas de orígenes dispares, cuentan con la ventaja de que las películas y las series anglosajonas se emiten en versión original subtitulada. Mientras que la despiadada apisonadora del doblaje en alemán priva a Austria de cualquier opción de aprovechar el bombardeo televisivo para por lo menos aprender inglés. A pesar de todo, comparada con Alemania —donde incluso el ministro de Asuntos Exteriores, Guido Westerwelle, destroza el inglés— y sobre todo con Italia, muchos jóvenes austriacos hablan inglés bastante bien. Lo que pasa es que sus ambiciosos colegas de Europa del Este consiguen eclipsar estos méritos cada vez más. No sólo es un reto para las escuelas, donde generalmente las clases están abarrotadas con 25 alumnos, sino también para la economía del país.
Las empresas deberían encargarse, a través de la formación, de que sus empleados no se expresen en un inglés vergonzoso y también deberían llevarse a cabo pruebas de idiomas muy rigurosas durante los procesos de selección de personal. Los partidos políticos también podrían recomendar a sus integrantes más jóvenes que diesen algunas clases. Y, por último, la ORF podría intentar mejorar la expresión oral de sus empleados retransmitiendo alguna que otra película y serie en versión original (y así de paso mejorar el nivel de Austria en la única lengua internacional que existe hoy en día).
El discurso de Günther Oettinger en inglés
Comisión europea
¿Y qué pasa con los otros idiomas?
Imaginemos por un momento lo que habrían dicho y escrito los medios no francófonos —sobre todo, los británicos— si una tercera parte de los portavoces de la Comisión fueran franceses… Sin embargo, el caso contrario no molesta a nadie: de treinta y un portavoces (aún quedan tres puestos por asignar), doce son “English native speakers” o, lo que es lo mismo, nativos angloparlantes. Y, aunque la mayoría de ellos habla francés perfectamente, no pocos lo pronuncian con notable dificultad, a pesar de ser, junto con el inglés, la segunda lengua de trabajo de la sala de prensa. Los franceses sólo tienen derecho a tres cargos, al igual que los alemanes. A continuación, les siguen los portugueses y los italianos con dos puestos. Bélgica (o más bien, Flandes), Dinamarca, España, Malta, Países Bajos, Austria, Eslovenia, Finlandia y Rumanía tienen un representante cada uno. Estamos ante una anglofonía bastante sorprendente a pesar de que los portavoces son considerados el vínculo entre la Comisión y las opiniones públicas que, a tenor de las últimas noticias, no son mayoritariamente anglófonas y no presentan un pensamiento anglosajón. No puedo dejar de preguntarme por qué no existen portavoces polacos, letones, lituanos, estonios, húngaros, eslovacos, checos, búlgaros y suecos. Está claro que, para los europeos, el talento es manifiestamente “nativo”. Otro tanto para los británicos. Jean Quatremer, Coulisses de Bruxelles (extractos).
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