Brenderup Højskole. Foto BwLoexr/Flickr

Højskole: el cole a tu ritmo

Una escuela sin exámenes, donde sigues tu ritmo y decides qué quieres aprender y cómo quieres hacerlo, una escuela donde compartes cada momento con otros estudiantes, aprendiendo de su cultura y de su vida, y una escuela en la que los profesores se interesan sobre todo por tu crecimiento personal, sin importar de dónde quieras partir y a dónde quieras llegar.

Publicado en 16 octubre 2009 a las 15:45
Brenderup Højskole. Foto BwLoexr/Flickr

No, no es una utopía, sino más bien, a grandes rasgos, el concepto de Højskole, una ‘anomalía’ genuinamente danesa que tiene sus raíces en los orígenes mismos del sistema educativo danés y escandinavo en general. Las Højskole, fundadas en el siglo XIX por N.F.S. Gruntdvig, se rigen todavía por los ideales y las metodologías pedagógicas de su fundador. La idea fundamental es que el proceso de aprendizaje puede dar mejores resultados si está basado en el diálogo y la interacción social.

Pregunto a Ole Dedenroth, presidente de la Højskole de Brenderup, qué significa para él la Højskole. Ole exclama: “Necesito usar mi dedo”, apoya su taza de café en un equilibrio precario sobre el sillín de una bicicleta y, con el dedo, traza una palabra en la pared: “inspirar”, para luego volverse de golpe y exclamar “¡Es inspirarse!”. Ole cree que, hoy en día, al pensar en el concepto de educación todos lo asociamos un poco con la idea de la obligación. Educación igual a obligación. Y es cierto, la educación es una obligación y un derecho, pero ¿por qué no la asociamos nunca con la idea de placer o diversión? “En las Højskole se aprende lo que se quiere aprender. No se da a los estudiantes una verdad inmediata y confeccionada, sino que se les ayuda a usar los instrumentos adecuados para buscar respuestas a sus preguntas”.

“En las Højskole se aprende lo que se quiere”

Grundtvig llamó a estas escuelas “escuelas para la vida”, y eso es lo siguen siendo hoy. No son lugares donde obtener diplomas o credenciales de ningún tipo para conseguir un empleo o para cursar una carrera, sino lugares para crecer como persona en todos los sentidos: se adquieren, por supuesto, nuevas competencias y conocimientos, pero al mismo tiempo se aprende a trabajar en equipo, a ser ciudadanos activos a partir de los valores de la democracia y de la igualdad, se pone en uso la creatividad propia diariamente, se ponen a prueba las posibilidades y los límites de cada uno, se aprende de los demás y se enseña a los demás.

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Cada Højskole basa sus enseñanzas en materias específicas. En la de Brenderup, por ejemplo, los estudiantes pueden elegir entre las materias fundamentales: Música folclórica, relaciones internacionales, danés avanzado o arte. A estas les acompañan las materias opcionales: danés básico, inglés, debate y talleres prácticos, como diseño del reciclaje, cerámica, actividades al aire libre, trabajo del fieltro, del mimbre, del papel, etc. A las actividades curriculares se les unen diversas actividades extracurriculares. Y así uno puede encontrarse inmerso en una jornada dedicada íntegramente a la educación alimentaria, despertarse por la mañana en medio de una campaña informativa por el sexo seguro, participando semanalmente en talleres sobre la multiculturalidad y tomando parte u organizando diversas actividades deportivas, como fútbol, vóleibol, bádminton, hockey, ping-pong, baloncesto, etc.

Escuelas abiertas a todos

Los requisitos para poder inscribirse en estas escuelas son realmente pocos: tener más de diecisiete años, hablar la lengua de contacto, que puede ser el inglés o el danés y, en raras ocasiones, el alemán, si bien no hay límites de nacionalidad. Estas escuelas tan particulares son privadas, pero financiadas parcialmente por el Estado mediante becas o bien mediante fondos otorgados directamente a las escuelas. Cada instituto debe garantizar que la mayoría de los estudiantes sean daneses (incluyendo también a los groenlandeses), pero para el resto, la inscripción en una Højskole es ya suficiente para solicitar un visado de estudiante para no ciudadanos de la UE. La media de edad es de 24 años, la estancia se prolonga generalmente de cuatro a diez meses y los estudiantes que podemos encontrar tienen experiencias y metas muy diferentes.

Annmarie tiene diecinueve años y es alemana. Le pregunto por qué razón ha decidido pasar cuatro meses en una escuela de este tipo. “En julio acabé la escuela secundaria y en Alemania es muy común hacer una pausa de un año antes de pasar a la universidad, el conocido año sabático”. Sigmar es aún más joven (diecisiete años), y proviene de la lejana Islandia: “Estaba cursando el penúltimo año de secundaria, y me pregunté si lo que hacía en la escuela de arte era realmente lo que quería ser ‘de mayor’. He decidido pasar cuatro meses en esta escuela para intentar averiguar si el camino que he recorrido hasta ahora es la adecuada para mí”. Marco, uno de los veteranos (tanto por edad como por tiempo de asistencia), tiene veintisiete años y es mejicano. Su respuesta a la pregunta sobre por qué la escuela puede ser lapidaria es: “porque aquí tienes el espacio necesario para desarrollar tus ideas y proyectos y tienes derecho a equivocarte”.

Valeria Zincone, traducción de David Jose Sanchez Vallecillos

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