Ideas Tras la cumbre de Bratislava

Una parodia europea

La última reunión de los líderes de la UE fue un fiasco para la propia UE. Ha llegado el momento de que la Unión se centre únicamente en los miembros que siguen apostando por seguir adelante, así lo argumenta el consultor francés Edouard Tétreau.

Publicado en 5 octubre 2016 a las 13:45

“Da bul. Dabulganiej. Kurukuku rukuku staj staj”. Los fans no tendrán ningún problema en reconocer las primeras líneas y el estribillo de la emblemática canción francesa Stach, Stach! de 1998 que entonaba el grupo Bratisla Boys, liderado por el cómico francés Michaël Youn. Y es el único grupo que me viene a la cabeza al recordar la malograda cumbre de la UE celebrada recientemente en Bratislava. En una triste localidad fronteriza en algún lugar entre Viena y Budapest, en la capital de Eslovaquia, un país de 5 millones de habitantes.

La ciudad estaría muerta de no contar con los miles de millones de euros que Bruselas ha desembolsado desde que Eslovaquia se adhirió a la Unión en 2004. Allí nunca pasa nada, salvo cuando las cumbres europeas se celebran en la ciudad o se le pide al país que haga un pequeño esfuerzo para ayudar a Europa con los refugiados. Así ocurrió en junio de 2015, cuando se produjo una protesta popular porque la Unión pidió a Eslovaquia que acogiese a 471 inmigrantes de Italia y a 314 de Grecia. Una séptima parte de la “jungla” en Calais.

La gente manifestó su rabia a través de protestas ultraviolentas y altercados, similares a los disturbios que provocan los sindicalistas franceses, y que se saldaron con la detención de 140 personas. Y al final, esta yerma capital de un país que no comparte la solidaridad ni la decencia humanitaria de Europa albergó la cumbre de la Unión.

No se puede pedir una demostración más flagrante del salto que existe entre el aire cálido de una bienintencionada Unión y la violencia y el proteccionismo en aumento que imperan en el mundo real. Se esperaba que el comunicado oficialfinal de la cumbre estuviese a la altura de los retos históricos, debido al Brexit; pero en su lugar, estuvo en la línea del sketch de los Bratisla Boys.

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El prefacio ya marca el tono: “Hemos de mejorar nuestra comunicación: entre los Estados miembros, con las instituciones de la UE, pero de forma primordial con nuestros ciudadanos. [...] Hemos acogido con agrado el discurso del presidente de la Comisión sobre el estado de la Unión”. Y la hoja de ruta era simplemente una enumeración de puntos, que bien podría ser un borrador presentado por un asesor con escasa experiencia. Los puntos fuertes son las “medidas concretas” sobre los temas candentes del día (migración, defensa y seguridad): “compromiso pleno de aplicar la declaración UE-Turquía” [seis meses después de que fuese un hecho]; “ampliar el consenso existente en la UE [...] refuerzo de la cooperación y el intercambio de información entre los servicios de seguridad de los Estados miembros [...] iniciar la creación de un Sistema de autorización e información sobre viajes de la UE (SAIV) [...] en diciembre: decisión [sobre la ampliación del Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas a la luz de su evaluación]”.

Poderosas armas para intimidar al Daesh, el nombre árabe del ISIS, y hacer que los británicos se arrepientan de abandonar esta parodia de autoridad política. Seamos claros: el comportamiento de la Unión Europea como bloque tres meses después del Brexit es una verdadera vergüenza. En su formato actual, la institución no puede hacer frente a los desafíos en un mundo en el que las estrellas son Donald Trump en Estados Unidos, Recep Tayip Erdogan en Turquía, Marine Le Pen en Francia, Alternative für Deutschland en Alemania, los partidos fascistas en la Europa del Este, los partidarios del Brexit en Inglaterra, Vladimir Putin en Rusia y el Estado Islámico en África, en Oriente Medio y entre nosotros. Vivimos en un mundo en el que uno de los peculiares estudios del Instituto Montaigne revela que el 50 por ciento de los musulmanes menores de 25 años en Francia prefiere las estrictas leyes del islam a las de Francia.

Un mundo así no puede contentarse con una pesada, cobarde e indecisa Unión Europea de 27 miembros. Ya no. Desde el Brexit, he abogado por una Unión más reducida que se ciña a unos pocos Estados importantes que estén convencidos de que tienen que ir juntos hacia delante. Países que disponen de la voluntad y de los medios para compartir soberanía y capacidad, incluyendo recursos militares y presupuestarios, para destruir conjuntamente al enemigo común de Europa: el terrorismo islámico.

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