Hay “veneno en los contenedores” que llegan a los puertos europeos, así manifiesta su alarma Le Monde. El diario francés explica que del millón de contenedores que se descargan cada semana, entre el “15 y el 20% contienen gases muy peligrosos, cancerígenos o neurotóxicos” y esas sustancias “ponen en riesgo a toda la cadena, desde los trabajadores [...] hasta al propio consumidor”.
¿Cómo puede explicarse la presencia de esos gases? En parte por las operaciones de fumigación, que tratan de “eliminar el moho y a los animales que pudieran causar daños durante el transporte”. Otra razón que se arguye es que las propias mercancías desprenden gases y vapores. La ropa fabricada en Asia también contiene a menudo disolventes con base benceno o tolueno, que son cancerígenos.
Aunque en Francia comenzaron a aplicarse medidas para evitar el riesgo de exposición a sustancias tóxicas en 2011 (respeto de un plazo de ventilación, uso de mascarilla, guantes, gafas...), los sindicatos consideran que son “insuficientes e inadecuadas”, señala Le Monde. Compara la situación francesa con lo que pasa en Bélgica y en los Países Bajos:
Los protocolos entre los empleadores y los sindicatos estipulan que se realice una medición de gases en caso de que surjan dudas. La aduana holandesa exige un certificado de ausencia de gases tóxicos expedido en las últimas dos horas antes de que se produzca cualquier manipulación de los contenedores. Jan De Jong, uno de los responsables del sindicato holandés FNV Bondgenoten, pide a los Gobiernos que vayan aún más lejos al buscar el origen de esas sustancias y que prohíban ciertos productos a escala mundial.