Cuando los europeos celebran los 30 años de los acuerdos de Schengen, el 14 de junio, Italia y Francia están manteniendo un pulso diplomático por la suerte de unos 200 inmigrantes bloqueados en Ventimiglia, en la frontera entre los dos países. Un centenar de ellos acampan al borde del mar y han iniciado una huelga de hambre para protestar contra la prohibición de entrada en Francia decidida por las autoridades de este país, pues aquellos pretenden llegar hasta Alemania. Alemania ha suspendido, utilizando su derecho a ello, los acuerdos europeos de libre circulación del 26 de mayo al 15 de junio, con ocasión de la cumbre del G7.
Por su parte, las autoridades italianas acusan a Francia de haber suspendido igualmente los acuerdos de Schengen, efectuando controles de identidad sistemáticos y permanentes. París estima que no hace sino aplicar su derecho a controlar la documentación de las personas que circulan en su territorio y a acompañar a la frontera italiana, por la que han accedido, aquelleas personas en situación irregular.
El primer ministro italiano, Matteo Renzi, ha pedido la solidaridad de sus socios europeos para la acogidad de inmigrantes que desembarcan masivamente en Italia y ha amenazado con aplicar un todavía poco definido "plan B" en caso contrario y si el plan de reparto propuesto por la Comisión Europea no es adoptado en el Consejo Europeo del próximo 25 de junio.