“¿Y a usted le gusta el nuevo Museo de la Acrópolis?”. La pregunta se repite a menudo y algunas veces es sólo una pregunta retórica. Un día antes de la inauguración, el nuevo Museo de la Acrópolissigue provocando fuertes diferencias de opinión, distanciando a los amigos, creando ámbitos ideológicos y estéticos divergentes, y provocando incluso pequeñas muestras de extremismo.
La controversia antes de la inauguración ya es de por sí una victoria para el arquitecto franco suizo, Bernard Tschumi, y para su colaborador griego, Michalis Fotiadis. Siempre se ha dicho que las reacciones intensas, aunque sean desagradables, implican que la creación artística se ha librado de la peor condena que puede recibir cualquier actividad humana: la indiferencia.
Cuanto más se acerca la jornada inaugural, más se agudiza la polémica y reaparecen las desavenencias sobre las dimensiones de la construcción y sobre cómo se integra en el pintoresco barrio del centro de Atenas donde está situada. No sabemos si ha sido sólo una coincidencia, pero justo antes de la inauguración está teniendo lugar un congreso sobre el futuro de los dos edificios situados justo delante del museo. Antes “monumentos históricos”, ahora se ha desclasificado a ambos inmuebles para que puedan ser derribados y no “estropeen” la inquebrantable vista que tiene el museo sobre el monte sagrado de la Acrópolis.
Siendo sinceros, tenemos que admitir que el nuevo museo ha dejado a muchos atenienses bastante desconcertados. Probablemente nos cuesta asimilar dos facetas del acontecimiento que resultan muy diferentes. Por un lado está la misión “patriótica” y con fuerte carga ideológica de acoger los frisos del Partenón: el moderno edificio fue construido para reivindicar la devolución de los mármoles del friso oriental del templo, que el embajador inglés, Lord Elgin, sacó del país en 1801 cuando Grecia se encontraba bajo ocupación otomana.
Por otro lado, está nuestra tradicional ambivalencia ante las novedades arquitectónicas y urbanísticas. Acostumbrados como estamos a las construcciones pequeñas, nos cuesta asimilar el carácter “dominante” del nuevo museo. Pero la historia de Atenas está llena de “escándalos” arquitectónicos que muchas veces están relacionados con “divagaciones” vinculadas al tamaño de las construcciones.
IDEAS
Por una política europea para el patrimonio cultural
Como nos recuerda el diario Eleftherotypia, el Nuevo Museo de la Acrópolis ha sido construido principalmente para acoger los mármoles del Partenón, que se conservan desde hace 207 años en el Museo Británico. “El museo londinense no quiere donarlos y ha propuesto un préstamo. Grecia rechaza dicha oferta y reivindica la propiedad de las piezas”, resume el rotativo y añade que según algunos expertos, debería ser la Unión Europea la que resolviese esta disputa. Uno de estos expertos es el antiguo ministro de Asuntos Exteriores británico, David Owen: “la única manera de que los frisos lleguen a acabar en el nuevo museo de la Acrópolis, lo que por otro lado resultaría apropiado, es que la UE autorice el intercambio de antigüedades entre los países miembros. Es su oportunidad de demostrar que puede desarrollarse una política europea de patrimonio cultural que enriquezca los museos de la Unión”.