"Cuartos, Semi, Final".

El Vietnam de Europa

Los Veintisiete se vuelven a reunir en la enésima “cumbre de la última oportunidad”. Afianzados en sus posiciones, siguen tocando la misma partitura y esperan que la crisis se resuelva por sí sola. En este punto, se asemejan a los generales estadounidenses que, incapaces de encontrar la salida a la guerra, siguieron bombardeando Vietnam.

Publicado en 28 junio 2012 a las 12:11
"Cuartos, Semi, Final".

Con motivo de la cumbre europea de los días 28 y 29 de junio, el economista griego Yanis Varoufakis señala la testarudez corta de miras de las decisiones políticas con las que los Gobiernos de la Unión pretenden salvar la moneda única y se sorprende ante este embrollo de intenciones y de resoluciones: la espera casi mesiánica de una solución milagrosa mezclada con la incapacidad de reaccionar de los responsables políticos, la pereza mental de los economistas y la asombrosa ausencia de liderazgo.

De nuevo, estamos en la víspera de una cumbre calificada de crucial. Habrá un antes y un después; en ella decidiremos aspectos fundamentales, de lo contrario, inevitablemente llegará el naufragio. Algunos se dedican a contar los minutos: el euro no vivirá más de tres meses, afirman, pues creen que el reloj es inmóvil. Hace ya años que su esperanza de vida es invariablemente de tres meses. Es lo que ha impulsado a Yanis Varoufakis a realizar dos comparaciones históricas, una más alarmante que la otra. La primera nos lleva a la crisis de 1929 y al presidente Herbert Hoover, cuya solución fue la misma que se recomienda hoy: reducir radicalmente los gastos públicos, recortar los salarios y el poder adquisitivo. Y todo ello mientras la economía estadounidense estallaba. Lo que se consiguió fue pobreza, desatar la ira de los estadounidenses y en Europa, el fin de la democracia.

Un disco rayado

La comparación con la guerra de Vietnam de los años sesenta y setenta no es menos inquietante. Los hombres del Pentágono ya sabían con seguridad que perderían la guerra. Pero siguieron lanzando frenéticamente bombas sobre Vietnam porque no lograban ponerse de acuerdo sobre los medios para poner fin a este tipo de acción, manifiestamente catastrófica. Reconocer su error y cambiar de rumbo habría salvado miles de vidas estadounidenses, cientos de miles de vidas vietnamitas y se habría ahorrado mucho dinero. El historiador Marc Bloch calificó de ”extrañas” derrotas similares a estas: en 1940 los Estados Mayores político-militares carecían de amplitud de miras y de liderazgo, mientras que en la retaguardia, la sociedad y las clases dirigentes se hundían. Los que se encuentran hoy a la cabeza de Europa sufren la misma ausencia de voluntad: la crisis bancaria y de la deuda soberana no es un conflicto armado, pero algunos reflejos son idénticos. Y el pobre ciudadano de a pie se vuelve loco, no entiende nada.

Hace meses que se suceden las cumbres de tres, cuatro, diecisiete, veintisiete países. Y cada una se califica de decisiva. Hace meses que aparecen y desaparecen en escena personajes que proclaman resoluciones inquebrantables. La canciller alemana Angela Merkel y su ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble entran en la sala del Consejo Europeo, toman asiento y recitan: “Eso no es posible. Antes de hablar de solidaridad, que cada uno ponga orden en su país”. Siempre hay alguien, de la periferia sur de Europa que, en lugar de negociar seriamente, implora: “¡Pero hagan un esfuerzo, nuestro país se hunde!”. Es como un disco rayado. Se sientan a la mesa y se repiten, se repiten, como esos generales que seguían regando Vietnam con bombas, con la esperanza de que la guerra, al igual que los mercados, se calmara por sí sola, por agotamiento.

Recibe lo mejor del periodismo europeo en tu correo electrónico todos los jueves

El poder de los técnicos que censuran y castigan

Es cierto que en Europa hay una cierta actividad. Ante las presiones de los social-demócratas y los Verdes, el Gobierno liberal-conservador alemán admite de repente que hay que hacer algo para el crecimiento: palabras estériles como cuando los generales de la guerra decían “¡Logremos la paz!”. Durante la reunión que tuvo lugar en Roma entre Angela Merkel, François Hollande, Mario Monti y Mariano Rajoy, se decidió movilizar 130.000 millones de euros, una suma importante, pero esporádica, porque al mismo tiempo se rechazó la propuesta de aumentar el presupuesto común europeo. También se decidió, por fin, hacer caso omiso a las reservas inglesas y suecas sobre la aprobación del impuesto de las transacciones financieras, lo que debería dar un cierto respiro a la eurozona.

Se han dado pasos para avanzar, aseguran los Gobiernos, pero sigue faltando lo esencial: seguimos sin poder emitir eurobonos y Berlín duda sobre el proyecto de la redención parcial de las deudas soberanas, planteado en noviembre por el Consejo alemán de expertos económicos. “Hay que dar un salto federal”, se empieza a murmurar, pero estas palabras también corren el riesgo de perder su significado, como “crecimiento” o “paz”. Lo único que queda es el dogma alemán de poner orden en casa y con él, el nuevo poder de control sobre los presupuestos nacionales, conferido a la Comisión de Bruselas. Pero se trata de un poder extraño, de técnicos que censuran y castigan. No es un poder que aplique políticas presupuestarias, que disponga de sus propios recursos y que esté equilibrado democráticamente.

Terminar la carrera en un barranco

La realidad es que las medidas no bastan porque el fallo no es técnico, sino político. Nos hemos acostumbrado a demonizar a los mercados, a decir que Europa no debe depender de su visión a corto plazo. ¿Pero escuchamos a estos mercados? Son imprevisibles, pero desconfían de nuestras soluciones, lo que quiere decir que detrás de sus preguntas, hay algo más: “¿Realmente tienen la intención de salvar el euro?”, “¿Quieren o no lograr esa unión política que tanto desean pero por la que siguen sin mover un dedo?”.

Si los mercados parecen una jauría de perros sobreexcitados, es porque huelen una Europa y una Alemania que no quieren asumir el poder, que optan por la insignificancia mundial. Únicamente se calmarán ante un plan con plazos precisos, porque es importante plantear un calendario, un plan que prevea un sistema fiscal europeo, un presupuesto europeo creíble, un control del Parlamento Europeo, un Banco Central similar a la Reserva Federal Estadounidense, una política exterior única. Tienen motivos para ladrar. Porque esta vez no tenemos la América de la posguerra, que impulsó a los europeos hacia la federación. Obama tan sólo pide a Europa medidas insignificantes, no una gran intención unitaria.

Son pocos los que están dispuestos a dar ese salto federal que tanto necesitamos. François Hollande afirma que la unión política que plantea Berlín sólo es aceptable si va acompañada inmediatamente de solidaridad. Angela Merkel no excluye la solidaridad, pero exige en primer lugar la unión política. Por lo tanto, hay una parte que va de farol. Es como esa escena de la película Rebelde sin causa, en la que dos jóvenes conducen sus coches a la par hacia un precipicio. El primero que salga del vehículo será tachado de gallina. Si los dos insisten, acabarán la carrera en el barranco. Es un juego trágico, porque reproduce el antiguo equilibrio de potencias nacionales que llevó al continente a la ruina. La Unión Europea nació precisamente para abolir ese juego de carreras mortales.

Pacto de crecimiento

Un proyecto vacío para complacer a Hollande

Un "pacto tramposo". Es así como Spiegel califica el pacto de crecimiento que podría adoptarse en el Consejo Europeo. Para el semanario de Hamburgo este acuerdo, que busca desbloquear 130.000 millones de euros, es un regalo para el presidente francés François Hollande:

Los que apoyan el pacto -el socialista Francois Hollande a la cabeza- lo glorifican como una herramienta de corrección necesaria para la política de austeridad en Europa. Según este proyecto, cuyas líneas principales fueron trazadas en Roma por Mario Monti, Angela Merkel y François Hollande [y Mariano Rajoy] el pasado viernes [22 de junio], los Estados miembros se comprometen a invertir en "sectores innovadores" y a facilitar el acceso al crédito a las empresas.

Pero los dirigentes de las cuatro mayores economías de la zona saben que estas promesas hechas a los electores y a los mercados para tranquilizarlos son ilusorias. Según un análisis interno realizado en uno de los Estados miembros, el pacto no contiene nada nuevo y se adoptaría solamente para que Hollande, que durante su campaña exigió medidas para promover el crecimiento, pueda salvar la cara.

Tags
¿Te ha gustado este artículo? Nos alegra mucho. Se encuentra disponible para todos nuestros lectores, ya que consideramos que el derecho a la información libre e independiente es esencial para la democracia. No obstante, este derecho no está garantizado para siempre, y la independencia tiene su precio. Necesitamos tu apoyo para seguir publicando nuestras noticias independientes y multilingües para todos los europeos. ¡Descubre nuestras ofertas de suscripción y sus ventajas exclusivas y hazte miembro de nuestra comunidad desde ahora!

¿Eres un medio de comunicación, una empresa o una organización? Consulta nuestros servicios editoriales y de traducción multilingüe.

Apoya el periodismo europeo independiente

La democracia europea necesita prensa independiente. Voxeurop te necesita a ti. ¡Únete a nosotros!

Sobre el mismo tema