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Amnistía, Catalunya, corrupción y estabilidad del Gobierno de Pedro Sánchez. Las próximas elecciones europeas, que se celebrarán en España el próximo 9 de junio, se prevén muy poco europeas. Los comicios llegarán después de las elecciones regionales anticipadas en Euskadi (21 de abril) y Catalunya (12 de mayo), y con el Gobierno habiendo dado por perdidos los presupuestos generales del Estado para 2024 tras el adelanto electoral catalán.
Tanto los resultados en Euskadi como, y sobre todo, en Catalunya, pueden tener un efecto dominó desestabilizador en la precaria mayoría legislativa del Ejecutivo. ¿Por qué? Porque pondrán a prueba los incentivos de ERC (EFA/Greens) y Junts, el partido del ex president Carles Puigdemont, para seguir manteniendo su apoyo a Sánchez, en función de quiénes conformen el futuro Govern de la Generalitat.
España, así, irá a las urnas europeas con una agenda marcada más por debates internos que por las prioridades de la Unión Europea para los próximos cinco años, como son la ampliación, el debate migratorio, la transición verde y digital y la autonomía geopolítica y geoestratégica, sobre todo en materia de defensa.
Es cierto que la ultraderecha (Vox/ECR) y la derecha de siempre (PP/EPP) están disputando el voto de las protestas del campo con el foco en la agenda verde; y que defienden la mano dura contra la migración y muestran un creciente ardor guerrero, frente al Gobierno de coalición de PSOE (centroizquierda/S&D) y Sumar (The Left/Greens) y, también Podemos (The Left), que hará campaña con candidata propia después del divorcio con Sumar, la plataforma liderada por la vicepresidenta Yolanda Díaz.
En este sentido, la ex ministra de Igualdad Irene Montero intentará aprovechar el carril izquierdo que le dejan los integrantes del Gobierno de coalición, pudiendo ser más dura contra el ardor guerrero europeo y elevando el tono contra el HRVP, Josep Borrell (PSOE/S&D).
