El 9 de junio, las votaciones demostraron la victoria de los conservadores, tal y como se había previsto: el Partido Popular Europeo (PPE, conservador), de centro-derecha, reforzaba su posición como primer grupo político de la UE, con 188 escaños, lo que supone un aumento con respecto a la legislatura saliente.
Hablando de resultados, merece la pena mencionar una verificación de hechos realizada por el equipo del semanario Top Fake del Belarusian Investigative Center que desmintió a un canal de Telegram que informaba de que los partidos de ultraderecha dominarían el nuevo Parlamento.
“La dinámica de poder en el Parlamento Europeo prácticamente no ha cambiado tras las recientes elecciones, con los mismos partidos en la mayoría”, explicaban.
Al igual que escribía Giuseppe Tomasi di Lampedusa sobre el Risorgimento italiano (“todo debe cambiar para que todo siga igual”), los negociadores acordaron unas dos semanas después que Ursula von der Leyen, la actual presidenta de la Comisión y también del PPE, volviera a ocupar el máximo cargo de la Comisión Europea.
Por extraño que parezca, y de hecho lo es, lo sucedido obstaculiza la agenda climática de la UE.
El Pacto Verde Europeo, lanzado tras las elecciones de 2019 e impulsado por la ola de Los Verdes y de movimientos climáticos como Viernes por el Futuro, se considera uno de los mayores éxitos de von der Leyen.
Sin embargo, ha sido su propio partido el que se ha quejado del exceso de normativas medioambientales y climáticas durante el último año, una medida que las ONG consideraron parte de la campaña electoral y un guiño a los grupos industriales y agricultores (o deberíamos decir grandes empresas agrícolas) que protestaban con la misma percepción.
Mientras tanto, la ministra austriaca Leonore Gewessler, con su voto a favor de la Ley de Restauración de la Naturaleza, acabó con meses de debates en torno a una ley muy esperada para proteger los ecosistemas. Lo hizo en contraposición abierta con Karl Nehammer, canciller de Austria, que expuso que no podía hablar legalmente por Austria cuando se negó a apoyar la normativa en el pasado.
Louise Guillot en Politico calificó a Gewessler de “canalla”, mientras los periodistas de Kurier Raffaela Lindorfer, Christian Böhmer, Johanna Hager y Josef Gebhard siguieron toda la saga.
En un podcast para Informatíon, Anna von Sperling, Rune Lykkeberg y Marie Sæhl mencionaron algunos de los lugares en los que deberíamos proteger la naturaleza.
¿Qué implica todo esto para las políticas climáticas de la UE?
Al contrario que hace cinco años, las elecciones al Parlamento Europeo de 2024 no han sido un “voto climático”; sin embargo, el Pacto Verde sigue constituyendo un elemento esencial para los cinco próximos años. El paquete de medidas no puede deshacerse sin más, como afirman los conservadores, pero claramente se puede ralentizar su fase de implementación en el ámbito nacional.
Para no tener que elegir entre compartir las preocupaciones de su partido por la competitividad industrial y aceptar sus logros personales del pasado, von der Leyen encontró la solución perfecta: un “acuerdo verde e industrial” que ya mencionó en 2023 y que, supuestamente, contentará a todos.
Al ser lo más parecido al original, un nuevo paquete de políticas podría resolver el enigma económico de la UE o resultar ser un timo.
En Domani, Ferdinando Cotugno lo define como un “Pacto Verde 2.0”, “la otra pata del proyecto climático europeo” o un “amplio plan de desindustrialización verde”, con el que “la Unión Europea podría competir con China y Estados Unidos: una estrategia industrial integrada, sustentada por una nueva arquitectura financiera y alianzas con el sur global para romper el duopolio Pekín-Washington en la transición”.
Francesca De Benedetti, que también escribe para Domani, se encuentra en Bruselas durante unas semanas para seguir lo que ocurre tras las elecciones de la UE. Allí ha conversado con Bas Eickhout, uno de los líderes de los Verdes, que han intentado cambiar el equilibrio y presentarse como “la alternativa” a los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni.
En una entrevista para Taz, la activista para la protección climática Luisa Neubauer no ocultó su decepción por los resultados de las elecciones europeas, en especial por el importante descenso de los Verdes, en comparación con 2019.
“La gran mayoría de los jóvenes están muy preocupados por la crisis climática, pero cada vez tienen menos esperanza. [...] El hecho de que prevalezca tal desesperanza política en el frente ecológico es una injusticia democrática y debería hacer reflexionar a todos los partidos”, exponía Neubauer. “Esto también provoca una enorme pérdida de confianza en la competencia climática de los políticos”.
Otras crisis, guerras y problemas de abastecimiento energético han eclipsado la urgencia de luchar contra el cambio climático, pero la gente sigue convencida de que los Gobiernos deben actuar: una encuesta de la ONU en todo el mundo demostró que el 80 % de la población desearía que sus países tuvieran una iniciativa más sólida.
En Francia, donde el presidente Emmanuel Macron convocó las elecciones legislativas anticipadas tras la derrota de su partido en la UE, los periodistas de Reporterre organizaron un evento sobre ecología en contra de la manifestación nacional de la extrema derecha.
Audrey Fisné-Koch en Alternatives Economiques señala que el RN lo intentó todo y que instrumentalizó el discurso feminista con fines racistas.
También en Francia, Jade Lindgaard escribe en Mediapart sobre el impacto climático del otro gran evento del verano: los Juegos Olímpicos, que podrían ser peor de lo esperado.
Los aficionados al deporte y los turistas deberían ser conscientes de la realidad: en Grecia están muriendo personas por los efectos de las olas de calor, así como en todo el mundo, tal y como afirma Efsyn.
Pero me gustaría acabar con una nota positiva: la fotosíntesis, un “proceso casi divino”, puede ayudar a ralentizar el cambio climático. El artículo de William Sass, bastante poético, pero científicamente exacto, se puede leer en Informatíon.
Por último, y no por ello menos importante, no hay que olvidar que incluso Laurence Tubiana, arquitecta del Acuerdo de París, pide que los ricos paguen más para hacer frente a la crisis climática. La noticia, escrita por Fiona Harvey, se encuentra en The Guardian.
Espero que hayan disfrutado con nosotros de este recorrido de un año por los medios de comunicación europeos y que haya servido para que mantengan la esperanza como debe ser, sobre todo en lo relativo al periodismo.
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