El 6 de diciembre, el Tribunal Constitucional de Rumanía anuló por sorpresa la primera vuelta de las elecciones presidenciales celebrada el 24 de noviembre, después de que el presidente saliente, el liberal Klaus Iohannis, hiciera públicos unos documentos del Consejo Nacional de Defensa según los cuales, el candidato prorruso y contrario a la UE Călin Georgescu había contado con el apoyo de unas 25 000 cuentas de la red social TikTok atribuibles a “un Estado extranjero”: “una acción híbrida agresiva de Rusia”, como especificó el Consejo Nacional de Defensa.
Moscú niega cualquier implicación, mientras que Georgescu, al que las encuestas atribuían menos del 7 % de los votos diez días antes de las elecciones, se impuso en la primera vuelta a la candidata liberal Elena Lasconi con algo menos del 23 % de los votos. Y todo ello mientras afirma no haberse gastado ni un céntimo en su campaña. La repetición de la primera vuelta de las elecciones presidenciales se ha aplazado al mes de marzo.
El ascenso de Georgescu es también “un síntoma de los problemas más profundos del país, los mismos que han intensificado el auge de la extrema derecha en general”, señala Cornelia Mazilu en Adevărul. En una entrevista realizada por Mazilu, la politóloga Veronica Anghel considera que el progreso de Georgescu “se ha producido artificialmente a través de TikTok, pero las causas de su ascenso son reales”.
En su opinión, el éxito del candidato soberanista es “un voto de protesta contra los principales partidos que llevan mucho tiempo en el poder y, sin embargo, no han hecho nada”. Anghel observa también que “los rumanos no están tan a favor de Ucrania como en otros países europeos. Afirma que el Gobierno rumano apoya a Ucrania, pero ‘no se ha consultado a la población sobre esta decisión’. No se trata de que los rumanos sean egoístas, sino de que se han sentido atraídos por la idea de la neutralidad y de que la guerra es más bien el resultado de las acciones de la OTAN y de Estados Unidos”.
En el Journal of Democracy, la politóloga rumana explica que “hasta la fecha han surgido dos realidades clave” tras la decisión del Tribunal Constitucional:
“En primer lugar, las autoridades rumanas han dejado al descubierto el alcance y la sofisticación de las operaciones de influencia de Rusia, exponiendo la facilidad con la que las instituciones democráticas pueden ser socavadas por fuerzas extranjeras hostiles. La incapacidad de Rumanía para anticiparse a una violación a tan gran escala de su integridad electoral, unida a su tardía respuesta ante la injerencia extranjera a favor de un candidato apoyado por Rusia, ha provocado reacciones rápidas y alarmadas por parte de los socios de la OTAN”.
En segundo lugar, Anghel señala que “la confusión y la desconfianza generadas por este episodio ponen de manifiesto una verdad más inquietante: la Unión Europea y la OTAN siguen siendo vulnerables a la fragilidad de los cimientos democráticos de sus Estados miembros. Este momento nos recuerda con dureza que las acciones bienintencionadas, como la decisión del Tribunal de interrumpir a mitad de camino unas elecciones comprometidas, pueden causar graves daños. En este caso, aunque el Tribunal ha evitado que el Gobierno rumano cayera bajo la influencia rusa, un remedio tan opaco, drástico e inesperado puede llevar inadvertidamente a una sociedad hacia una profunda agitación”.
Por su parte, Georgescu, que se ha presentado como la víctima de un “golpe de Estado” por parte de “tribunales mafiosos”, ¿podrá conseguir el mismo impulso en las nuevas elecciones presidenciales? En los últimos meses, el candidato había acumulado cerca de 580 000 seguidores en TikTok, señala Daniel Guta en Adevărul. Pero, prosigue, “su popularidad parece estar en declive” desde la decisión del Tribunal Constitucional y “el número de visualizaciones registradas en sus últimos vídeos es muy inferior al habitual”, al igual que “la cantidad de comentarios en sus publicaciones”.
Para la periodista y escritora Paula Erizanu, estas elecciones amañadas dejan al país “sumido en la crisis política más grave desde hace 35 años”.
Aunque aún no se han desvelado todos los detalles de lo sucedido “para cualquiera que esté familiarizado con las tácticas rusas de desinformación, los métodos con los que ha adquirido notoriedad resultan demasiado familiares. Algunos de los contenidos más populares del señor Georgescu en TikTok […] han alimentado el temor entre los rumanos de que tengan que luchar en el frente en la vecina Ucrania”, escribe en el diario británico The Guardian.
Paula Erizanu cree que “el Gobierno rumano no ha comunicado lo suficiente para tranquilizar a su población de que no serán reclutados y la desinformación rusa prospera en este vacío”.
Se trata de un escenario que parece repetirse en toda la región: “Desde que estalló la guerra, Rusia ha estado explotando la violencia en Ucrania para infundir miedo en las naciones de Europa del Este, ocultando su propia ambición imperialista tras el humo y los espejos de que su invasión es un conflicto más amplio entre la OTAN y Rusia en el que Kiev es un mero peón y Moscú es la víctima de Washington”.
“Haciéndose eco de esta narrativa, Georgescu ha prometido paz y ha puesto de manifiesto signos que, según él, demuestran que Occidente quiere ir a la guerra, como las medidas adoptadas por Alemania para preparar a civiles y tropas en caso de ataque. Además de prometer el fin de la ayuda militar de Rumanía a Ucrania, Georgescu afirmó, de forma falsa, pero con indignación, que los niños ucranianos del país recibían más ayuda estatal que los rumanos[...] Desde la invasión rusa a gran escala, las redes sociales de los países vecinos de Ucrania han difundido historias cuyo fin es fomentar el sentimiento antiucraniano”, concluye Erizanu.
Estas elecciones presidenciales en Rumanía, ahora aplazadas hasta marzo, ponen fin a un año electoral sin precedentes en Europa, en el que la extrema derecha ha consolidado en todas partes su estatus de “fenómeno emergente”. “El problema de la extrema derecha en Europa no va a desaparecer”, resume Alessio Giussani, redactor jefe de Green European Journal, en la última edición dedicada a la extrema derecha. “Las elecciones europeas de junio dieron lugar al Parlamento Europeo más derechista de la historia. Los partidos políticos de extrema derecha gobiernan en más de una cuarta parte de los Estados miembros de la UE [...]. Incluso España y Portugal, las dos excepciones al auge de las fuerzas de extrema derecha, se ajustan ahora a la norma”, expone. Por no hablar de la reelección de Trump al otro lado del Atlántico, “recibida con júbilo por parte de sus aliados transatlánticos”.
Aunque el atractivo del populismo de derechas no es nuevo en Europa, “la extrema derecha ha consolidado su éxito principalmente influyendo en el discurso. La revolución digital y la crisis de los medios de comunicación tradicionales han dado paso a una era de infinitas posibilidades para los ideólogos de derecha, los activistas sin escrúpulos y los empresarios políticos. Las guerras culturales contra enemigos reales o imaginarios [...] sirven para ocultar las divisiones en el seno de la extrema derecha y la brecha entre su retórica y un balance en gran medida favorable a las élites. Si la inseguridad económica es la causa del apoyo a la extrema derecha, el pánico cultural es su combustible”, comenta Giussani.
Pero, en su opinión, no hay que sobrestimar el atractivo de la extrema derecha: “la mejor manera de enfrentarse a la extrema derecha no es quizás centrarse en sus narrativas para contrarrestarlas, sino encontrar el valor para mirar hacia otro lado: centrarse menos en aquello a lo que nos oponemos y más en el mundo que deseamos”, concluye.
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