Erasmus merece el Nobel de la UE

La UE se ha ganado su premio Nobel aunque solo sea por su programa de intercambio de estudiantes Erasmus, por fomentar el encuentro entre los jóvenes del continente y engendrar auténticos europeos.

Publicado en 15 octubre 2012 a las 14:57

Una de las críticas que he escuchado sobre la decisión del comité del premio Nobel de conceder el premio a la UE es que se parece al Oscar honorífico: llega como mínimo con 20 años de retraso y sólo se concede ante la inminente muerte del receptor. Aparte de la prensa de centro-derecha británica, que cree que la decisión del comité va "más allá de la parodia" y que es "una inocentada anticipada", es lo que creen la mayoría de los medios de comunicación dominantes en Europa.

Esa crítica puede parecer sensata, pero personalmente me parece una estupidez. Puede que ahora la opinión general sea que el Nobel es un reconocimiento a los logros del pasado, pero también existen razones contundentes para considerarlo, al igual que el concedido a Obama en 2009, como un premio por el potencial de futuro. Si tuviera que elegir una palabra para explicar por qué sería "Erasmus".

Erasmus es un programa de intercambio de la Unión Europea establecido en 1987, que es muy famoso en el continente pero que apenas se menciona en las secciones económicas de cobertura europea en Reino Unido. Desde sus inicios, más de 2,5 millones de estudiantes de toda Europa han participado en él. Reino Unido es uno de los destinos más populares, aunque es uno de los participantes menos activos, teniendo en cuenta su tamaño: en el año académico 2009/10, Reino Unido recibió a 22.650 estudiantes extranjeros del programa de intercambio Erasmus, mientras que sólo envió al extranjero a 11.723 alumnos británicos.

"La primera generación de jóvenes europeos"

Hay muchas personas que han participado en el programa y nunca han vuelto a sus países de origen. Alemanes que se han enamorado de españolas, griegas que acabaron casándose con franceses, polacos que tienen hijos con madres portuguesas. El novelista italiano Umberto Eco afirmó el año pasado que "el programa Erasmus ha creado la primera generación de jóvenes europeos". Lo describe como una "revolución sexual: un joven catalán conoce a una chica flamenca, se enamoran, se casan y se vuelven europeos, al igual que sus hijos".

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Personalmente, no me puedo imaginar a esos padres y a sus hijos escuchando en silencio a un demagogo nacionalista que haga un llamamiento a la guerra. Seguramente expresarían su opinión. Y lo que es más importante: algunos probablemente se convertirán en figuras destacadas en los medios de comunicación, en el ámbito de los negocios y de la política en los próximos 20 años y cada vez pensarán más fuera de las fronteras nacionales. Si se puede superar la crisis de la eurozona, una suposición muy seria, entonces habrá bastantes posibilidades de que se viva un periodo de paz tan prolongado que los últimos 67 años nos parecerán cortos en comparación.

Un premio por la unión sexual de Europa

Los euroescépticos británicos afirmarán que todas esas relaciones sexuales transnacionales no han sido posibles gracias a esos estirados burócratas de la UE, sino al libre comercio entre los Estados naciones. Pero ¿quién se ha enamorado en una reunión de negocios? Lo bonito de un programa como el Erasmus es que ha hecho posibles encuentros entre jóvenes antes de que empiecen a pensar en esos encuentros meramente como el medio para intercambiar capital, antes de que se oculten bajo la fría máscara del comercio.

Y en cualquier caso ¿quién dice que un premio no puede ser romántico? Si realmente creen que no hay nada más eficaz para garantizar la armonía intercultural que el libre comercio, entonces también habría que conceder el Nobel de la Paz a Ronald McDonald. Eso sí que sería una inspiración para el continente.

Manuel Barroso, el presidente de la Comisión Europea, hasta ahora no ha confirmado en qué se empleará el dinero del premio. Ahora que España está recortando su contribución al programa Erasmus por falta de fondos, si se emplean los 923.680 euros para ampliar el programa (no sólo a estudiantes, sino también "a conductores de taxis, a fontaneros y otros trabajadores", como sugirió Eco), finalmente se enviaría el mensaje correcto desde Bruselas. Un premio Nobel de la Paz por la unión sexual de Europa: eso sí que sería algo que nos entusiasmaría a todos.

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