“Estoy contenta de tener una consulta que está empezando bien. Me pone contenta. Pero al mismo tiempo, me pregunto cómo será dentro de dos o tres años”. Alice (nombre ficticio) es una joven médica de familia. En busca de espacios abiertos y una forma de hacer las cosas más “a la antigua”, decidió establecerse en la región de las Ardenas belgas (región sureste de Bélgica). Enamorada del lugar y de su gente, decidió quedarse, aunque sigue siendo consciente de la difícil situación de la región, considerada como con escasez. Por ahora, Alice está tratando de conciliar la acogida de nuevos pacientes y el equilibrio de su vida, pero aun así está preocupada. “En algún momento tendré que cerrar las puertas de entrada y no aceptar ya a todos los pacientes que se presenten”.
Bien cierto es que ser médico de cabecera en una zona con escasez equivale a desempeñar un papel social gratificante en comunidades a veces muy vulnerables y a llevar a cabo actos médicos muy variados. Pero también entraña alejamiento, horarios difíciles y la necesidad de reorganizar su vida personal. Son muchos los factores que, según la médica de cabecera, pueden desanimar a los candidatos jóvenes. Y, en última instancia, provocar la escasez de profesionales.
Elodie Brunel es vicepresidenta de la Sociedad Científica de Medicina General (SSMG, por sus siglas en francés). También para ella, las difíciles condiciones de vida de los médicos de familia son un lastre para los profesionales. Menciona igualmente “el hecho de que la generación joven de médicos solicita un mejor reparto de la vida personal y la vida profesional y por nada del mundo quiere hacer los horarios de los médicos de la generación anterior”.
Hay otro problema, según Brunel: lo constituyen los cupos de identificadores asignados a los profesionales de la salud al salir de la facultad (o números INAMI), que aún se siguen distribuyendo de manera desigual entre médicos generales y especialistas en beneficio de estos últimos. Sin embargo, reconoce que las situaciones de penuria afectan a todas las profesiones, independientemente de la especialización.
Un problema europeo
Bélgica no se libra de la escasez de médicos de familia que afecta a Europa, en particular en el sur del país de mayoría francófona. En 2023, la Comisión de Planificación - Oferta Médica del Servicio Público Federal (FPS) de Salud Pública publicó un estudio que sigue la evolución del número de médicos en el país entre 2017 y 2021. El documento, resultado de la combinación de datos entre varias fuentes oficiales, permite elaborar una descripción exhaustiva de las actividades de los profesionales. Existe un estudio similar para el período de 2004 a 2016.
En 2021, Bélgica contaba con 12 841 médicos de familia en activo en los servicios sanitarios: 1325 en la región de Bruselas-capital, 7323 en la región flamenca y 4157 en la región valona. 36 se consideran como residentes en el extranjero, de los cuales no hay un perfil conocido. Con una población total de 11 521 238 personas aquel año, Bélgica se sitúa bastante por encima de la media europea de los países analizados para esta encuesta en términos de densidad médica: 1,1 médicos por 1000 habitantes; lo que se compara ventajosamente con la media de 0,75 médicos de familia por cada 1000 en el resto de Estados miembros, según nuestras cifras parciales.
Si bien la densidad médica calculada a nivel nacional o provincial (como es el caso en este artículo) permite hacerse una idea global del número de médicos en activo, no deja de ser un indicador imperfecto. Porque, efectivamente, no refleja la división territorial y el desigual reparto de los profesionales por el territorio belga, problema muy real en Bélgica, tanto de un lado de la frontera lingüística como del otro. La mitad de las comunas de Valonia están consideradas en penuria hoy en día. Las desigualdades en términos de acceso a la asistencia son un problema generalizado en Europa.
En su informe Health at a Glance: Europe 2024, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) resume: “En muchos países la principal preocupación concerniente a la escasez de médicos ha sido la creciente penuria de médicos de familia, en particular en las zonas rurales y aisladas, lo que limita el acceso a la asistencia sanitaria primaria”. El informe menciona a Lituania, Letonia, Hungría, Eslovaquia, Eslovenia y Francia como muchos otros países donde las diferencias entre las zonas rurales y urbanas en términos de densidad médica son particularmente notables.
Bomba de efecto retardado
Sobre todo porque la falta de profesionales supone una amenaza para el sistema sanitario belga. En 2021, el 19,81 % de los médicos de familia en activo (es decir, 2545 personas) habían alcanzado o superado, a veces con creces, la edad de jubilación, fijada entonces en 65 años. ¿Qué pasará cuando todos estos profesionales esenciales ya no puedan ejercer? ¿Habrá suficientes reemplazos para compensar las salidas? “Hoy en día se calcula que se necesitan dos médicos jóvenes para sustituir a un médico jubilado”, afirma Brunel. Como algunos médicos continúan ejerciendo después de la edad de jubilación, y considerando que la inactividad prolongada de algunos puede deberse a otra razón, es difícil saber cuántos médicos de familia ponen fin realmente a sus actividades. Para el año 2021, el FPS Salud cifra en 234 el número de jubilaciones, aunque precisa que puede tratarse de una sobreestimación.
Bélgica no es el único país europeo que se enfrenta a un envejecimiento de sus médicos de familia y de sus médicos en general. Aunque el problema se extiende por toda Europa, la situación varía de un país a otro. En 2022, más de una cuarta parte de los médicos italianos (de todas las especialidades combinadas) tenían más de 65 años, según datos parciales de Eurostat. Le siguen Hungría (22,38 %), Estonia (22,29 %), República Checa (22,10 %) y Chipre (20,69 %). En general, en 12 de los 21 países estudiados más del 15 % de sus médicos tienen más de 65 años. Por el contrario, Malta es el Estado miembro con la mayor proporción de médicos menores de 35 años (1098 profesionales, o el 46,05 % de su plantilla total). Le siguen Rumanía (36,42 %), Países Bajos (29,65 %), Croacia (27,37 %) y Lituania (25,73 %).
Incitar en lugar de obligar
Ya se están explorando varias vías para combatir la falta de profesionales; sin embargo, el remedio milagroso todavía parece muy lejano. Apoyo económico, prestaciones complementarias, ayuda a la práctica médica en grupo o formación de auxiliares de consulta para aliviar a los médicos generalistas: en Bélgica no faltan iniciativas, aunque sin conseguir atajar con ellas el problema desde su raíz.
En 2023, el gobierno de la Federación Valonia-Bruselas decidió sustituir el examen de ingreso en medicina por un concurso, con objeto de luchar contra la falta de profesionales en la Bélgica francófona. Ese año, 1543 candidatos fueron admitidos en la escuela de medicina, casi el doble que el año anterior, cuando 869 aspirantes a médicos aprobaron el examen de ingreso.
Elodie Brunel se muestra prudente ante un aumento “brutal” del número de estudiantes en la educación superior. “Sí, tenemos que aumentar el número de profesionales, pero hemos de hacerlo de forma cualitativa”, explica. “Actualmente hay límites a lo que se puede hacer en las universidades”. Porque aumentar el número de estudiantes exige que se pueda asegurar una enseñanza de calidad así como unas infraestructuras planificadas en consecuencia.
“Sigo estando convencida de que la coerción no funcionará”, cree Brunel. “No podemos obligar a la gente a ir a trabajar a zonas donde hay penurias”. Considerar una fiscalidad más ventajosa, repensar el sistema de guardias o de prácticas en zonas de penuria: según ella, se podrían considerar otras opciones. “No debemos imponer, sino más bien incitar”.
“Dentro de diez años, si la situación no mejora y la penuria se intensifica, me pregunto si tendré aguante para soportar 40-50 años de este ritmo de vida”, confiesa Alice desde su consulta en las Ardenas. Pero la crisis ya está aquí. “Tengo colegas [...] que tienen 76-77 años y que aún no están jubilados y creo que parte de eso es porque no se atreven a dejar a sus pacientes porque no saben a dónde van a ir para recibir tratamiento”. Diez años parecen mucho tiempo y, al mismo tiempo, muy poco.
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