Ideas Estudiantes y movilidad

Europa necesita un programa Erasmus más ambicioso e inclusivo

Cada año, decenas de miles de ciudadanos europeos deciden instalarse en otro país, gracias al programa Erasmus. Estudiantes, profesores, investigadores, artistas, deportistas, voluntarios y otras personas se benefician de la financiación que se dedica a la movilidad europea. Reservan un vuelo, hacen la maleta y se marchan hacia el destino que han elegido.

Publicado en 29 abril 2019 a las 07:21

El programa Erasmus (que, de ahora en adelante, se denomina «Erasmus+») se considera uno de los proyectos emblemáticos de la Unión Europea y una de las herramientas más eficaces para la construcción progresiva del pueblo europeo. En sus 32 años de existencia, gracias al programa, nueve millones de ciudadanos han podido estudiar o trabajar en otro país distinto al suyo durante un periodo de entre unos meses hasta tres años mediante Erasmus Mundus.

Según los análisis de impacto de la Comisión Europea, las personas que se benefician del programa Erasmus aprenden un nuevo idioma, amplían sus horizontes profesionales, desarrollan sus redes de contactos y empiezan a sentirse más europeos. De este modo, por ejemplo, para los participantes del programa, el riesgo de estar en el paro cinco años después de finalizar sus estudios es un 23 por ciento inferior a la media, mientras que uno de cada tres becarios Erasmus recibe una oferta de trabajo de la empresa que le ha formado en el extranjero. En otras palabras, el programa de movilidad de la Unión Europea tiene un impacto considerable en la vida profesional y en la identidad cultural de los que participan en él.

La Unión Europea ha desbloqueado 14 700 millones de euros para la ejecución del programa de 2014 a 2020, es decir, el doble de la cantidad destinada para el periodo de 2007 a 2013. Cerca de dos tercios de la cantidad total se dedican a la faceta más conocida del programa: los intercambios universitarios para los estudiantes de los países europeos. El resto del presupuesto se utiliza para otras asociaciones en el ámbito de la formación y en el contexto de iniciativas profesionales relativas a la cultura, al voluntariado o al deporte.

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No obstante, aunque nadie pone en duda la eficacia del programa, la «generación Erasmus» aún no ha alcanzado una masa crítica. Las estadísticas indican un aumento constante de los participantes, pero los resultados siguen siendo insuficientes con respecto a los esfuerzos de difusión y al presupuesto total que se le dedica. Todavía quedan muchas cosas por conseguir antes de poder hablar de una «generación Erasmus» sin limitarse a declaraciones puramente retóricas.

Según las estadísticas oficiales de Erasmus+, cerca de nueve millones de personas han participado en el programa desde 1987 hasta la actualidad, es decir, más del 1,7 por ciento de la población de la Unión Europea (sin contar a las personas que participan desde países vecinos como Islandia, Noruega, Turquía y Serbia). Incluso limitando el ámbito de los beneficiarios a los jóvenes, solo el 3,7 por ciento de los mismos se planteaba participar en el programa Erasmus entre 2014 y 2020, un porcentaje muy bajo con respecto a la población total.

La falta de inclusión es un problema de sobra conocido para los defensores del programa y los activistas políticos más proeuropeos. «Es inevitable destacar que el programa Erasmus, tal y como está ideado, solo permite que participen en el mismo un porcentaje muy bajo de ciudadanos europeos», explica Andrea Venzon, cofundador de Volt, un movimiento paneuropeo y progresista. «Para que el programa Erasmus funcione de forma óptima, junto con el refuerzo del programa europeo de cohesión, debe llegar a los ciudadanos de todas las edades y superar el ámbito de los intercambios universitarios que todos conocemos, haciendo hincapié sobre todo en el aprendizaje e imponiéndose como una herramienta de lucha contra el desempleo de los jóvenes y de fomento del multilingüismo entre los sectores de la población más desfavorecidos».

Los jóvenes desempeñan una función clave a la hora de proteger el proyecto europeo. «Los jóvenes son increíblemente proeuropeos», afirma Silvia Costa, eurodiputada y presidenta de la Comisión de Cultura y Educación. «Según el Eurobarómetro, la gran mayoría no es euroescéptica, sino que profesa un gran entusiasmo por el proyecto europeo. No conocen fronteras y le resulta absurdo que se impongan restricciones en el espacio Schengen. Esto también se observa en Reino Unido, donde los jóvenes votaron por permanecer en la Unión Europea y les preocupa mucho qué sucederá con la experiencia de Erasmus y las becas concedidas a los investigadores».

Sin embargo, desde el punto de vista del presupuesto, la Unión Europea podría y debería hacer más. Solo para 2018, el presupuesto total de la Comisión Europea se elevaba a 161 000 millones de euros, de los cuales, únicamente 2300 millones, es decir, el 1,4 por ciento del total, se destinaron al programa Erasmus+ y esta cantidad se reparte entre más de 34 países: Estados miembros de la Unión Europea, países vecinos y algunos países no europeos. A modo de comparación, en 2018, la Unión Europea dedicó 57 000 millones a agricultura y 7000 millones a administración.

La cantidad asignada a becas la mayoría de las veces es insuficiente para poder trasladarse y vivir en otro país. Hasta 2017, un estudiante italiano obtenía una beca de unos 300 o 350 euros al mes de media, según el país de destino, a los que se podían añadir complementos sobre una base local o regional (que varía de una institución a otra y de una región a otra).

Tal y como constata Sara Pagliai, coordinadora de la agencia Erasmus+ Indire, «se han presentado iniciativas para mejorar la oferta de becas de estudio, pero el presupuesto debe incrementarse; para que la participación aumente, la financiación debería ser como mínimo diez veces superior. Con este presupuesto, podría incrementarse la participación de grupos desfavorecidos, sobre todo de personas con pocos recursos económicos».

Si se analizan los datos con perspectiva, las inversiones en el programa han ido en aumento a lo largo del tiempo. En los inicios, se concedieron 44 000 becas de estudio en los 12 países que entonces formaban la Unión Europea. El presupuesto ascendía a 178 millones de ECUS (la «Unidad de Cuenta Europea», la divisa virtual que se utilizaba entre los países europeos antes de adoptar el euro). Pero el concepto nació mucho antes de eso. «La idea del proyecto surgió a finales de los años sesenta y la planteó Sofia Corradi, profesora en Bolonia y apodada 'la mamma Erasmus' en Europa», comenta Silvia Costa, que señala además que «han tenido que pasar varios decenios para llegar al punto en el que nos encontramos hoy y se necesitará todavía más tiempo para que los Estados Unidos de Europa sean una realidad, pero, en mi opinión, se trata de un proceso inexorable».

La Comisión Europea propone aumentar de ahora en adelante el presupuesto dedicado al programa Erasmus+ y fijar una cantidad de 30 000 millones de euros para llegar a 12 millones de ciudadanos europeos en los próximos siete años. El presupuesto lo deberá aprobar el nuevo Parlamento Europeo tras elecciones del mes de mayo. El objetivo es hacer que el programa Erasmus sea más inclusivo, más ambicioso y más extenso, algo crucial en esta fase de la historia en la que el resurgir iluso de los nacionalismos perjudica a la cohesión europea. Palabra de un exerasmus.

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