Francia defiende su agricultura y Reino Unido a sus bancos

Aunque desde el pasado 9 de diciembre se le acuse de aislamiento por evitar el pacto de crecimiento y estabilidad de 26 Estados miembros, lo único que hace David Cameron, al igual que otros líderes europeos, es proteger los intereses vitales de su país, expone una columnista británica.

Publicado en 15 diciembre 2011 a las 15:27

Las acusaciones de “aislamiento” hacia David Cameron desde su acto de desafío en el Consejo Europeo del viernes puede que sean prematuras. Los checos ya se están preguntado a voces por qué un nuevo tratado debe ser vinculante para las naciones que aún no se han unido al euro. El primer ministro finlandés advierte de que no puede aceptar una transferencia de soberanía. Irlanda probablemente tendrá que celebrar un referéndum. Los Gobiernos holandés y sueco necesitan el apoyo de los partidos de la oposición que ya se han revelado.

Comienzan a aparecer grietas en un acuerdo que, en cualquier caso, no salvará al continente. La caída en picado del euro en los últimos tres años demuestra que los mercados saben que la receta de austeridad sin crecimiento de Alemania no es la solución al problema.

Una derrota para el capitalismo anglosajón

Inyectar dinero a los banqueros nunca será una medida popular, aunque los británicos han demostrado con rotundidad que odian a la UE más que a los bancos. Entonces, ¿por qué Cameron optó por emprender una batalla para defender a la City?

En la información que recibió la semana pasada destacaba una descripción del profundo cambio en las actitudes de la UE con respecto a la City en los últimos años. Hasta 2007, las normativas de la UE favorecían en gran medida a Londres al crear un terreno de juego nivelado en los servicios financieros. Y luego cambiaron las tornas. Las legítimas preocupaciones sobre la crisis financiera se unieron al resentimiento por la importancia de Londres, un rencor que se resumió con la alegre descripción de Nicolas Sarkozy del nombramiento de un francés como comisario de Mercados Internos como “una derrota para el capitalismo anglosajón”.

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Un dictado europeo en contra del mercado único

El problema no se encuentra en el impuesto de transacciones financieras sobre el que Reino Unido mantiene un veto. Se encuentra en las 29 directivas sobre la mesa de la UE y el nuevo regulador financiero de la UE que supervisa todas las finanzas nacionales. Es el choque fundamental que existe entre el deseo de la UE de imponer normas “de talla única” a los 8.000 bancos de Europa y el concepto británico-estadounidense de que la acción debe adaptarse al riesgo. Reino Unido quiere hacer que los grandes bancos retengan más capital de lo que la UE permitirá.

El último dictado de la UE estipula que las cámaras de compensación que gestionen operaciones comerciales en euros deben encontrarse dentro de la eurozona. Se trata de un intento flagrante de desviar negocios de Londres a París y a Frankfurt y de un ataque descarado hacia el mercado único.

Acusar a Cameron de intentar socavar el mercado único, como hizo el jefe de la Comisión Europea esta semana, fue un ejemplo vergonzoso de doble discurso. Los españoles mantienen un veto en la pesca, los franceses en la Política Agrícola Común, incluso los alemanes ejercen un cierto bloqueo sobre el sector automovilístico. El Gobierno británico lo único que hizo el jueves fue buscar la igualdad para la City, no un tratamiento especial. Pero se consideró un exceso: una respuesta insólita y un indicio de la reducción drástica de influencia que ha sufrido Gran Bretaña en los últimos años.

Nadie consiguió lo que quería

¿Qué ocurrirá ahora que el primer ministro no ha logrado su protocolo? Muchos observadores de la City temen que se discrimine cada vez más a Londres con las normativas de la UE y que los bancos estadounidenses y alemanes tengan como primer objetivo a Londres cuando despidan a empleados. Otros sostienen que los bancos de Estados Unidos acuden a Londres porque es un buen lugar para hacer negocios y que nadie desaloja de la noche a la mañana bloques de oficinas de 60 pisos con costosas conexiones digitales.

El futuro de la City reside en que constituya la puerta de entrada al mundo, no sólo a Europa. Reino Unido genera más préstamos bancarios transfronterizos que ningún otro país. Nuestro mercado de divisas extranjeras es el mayor del mundo, nuestro sector asegurador, el tercero más grande. A medida que se esfuma el crecimiento en Europa, la verdadera competencia de Londres es Hong Kong y Singapur, no Frankfurt ni París, ni siquiera Nueva York. El gran reto será captar ese negocio.

Se mire por donde se mire, la diplomacia es horrible. Gran Bretaña no quiere hacer descarrilar al euro o que se le considere culpable de ello. De eso ya se encargan nuestros aliados y lo hacen perfectamente ellos solos. Si el Banco Central Europeo no hubiera tendido una mano a los bancos europeos la semana pasada, adelantándoles un crédito prácticamente ilimitado, en los mercados estaríamos viendo una huida en desbandada en lugar de un temblor.

Nadie consiguió lo que quería la semana pasada. Los franceses querían que el BCE imprimiera más dinero. Los alemanes querían consagrar las nuevas normas sobre el comportamiento económico responsable con toda la fuerza de las instituciones de la UE. Otros, entre los que se incluía Reino Unido, querían que Alemania comprendiera que, a menos que acepte compartir la responsabilidad de la deuda de la eurozona, la moneda seguirá cayendo en picado.

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