¡Huyamos de los Estados Unidos de Europa!

Si la UE quiere sobrevivir, sus representantes deberían dejar claro cuál es su objetivo. No debe convertirse en una federación, sino en una Unión dotada de una Constitución, orientada hacia el exterior, que proteja su diversidad y deje de ampliarse, como expone el politólogo neerlandés Paul Scheffer.

Publicado en 5 diciembre 2013 a las 16:50

El 22 de mayo de 2014 tendrán lugar las próximas elecciones europeas. Prometen dar la vuelta al ajuste de cuentas: no podemos excluir que los populismos de izquierda y de derecha, que no quieren que Europa gane más peso, se conviertan en una fuerza influyente en el Parlamento Europeo. Si los políticos de los partidos de centro no proponen su propio concepto de futuro de Europa, el populismo resultará ser la única alternativa política. A continuación se exponen cuatro pilares sobre los que podría apoyarse otro concepto sobre Europa.

1.

La unificación europea hace tiempo que se basa en las fronteras interiores, en la famosa idea de "no más guerra", pero en los próximos decenios, se concentrará aún más en las fronteras exteriores. Lo que impulsa fundamentalmente la integración se sitúa fuera del continente, porque el viejo continente ya no ocupa en absoluto el mismo lugar en este nuevo mundo. Cuando Europa solicita ayuda a países como India, Brasil y China para superar la crisis monetaria, sabemos que ha cambiado algo fundamentalmente. Por lo tanto, un nuevo concepto sobre "Europa" ya no debe tomar Berlín como punto de partida, sino Pekín, y no debe empezar en París, sino en Sao Paulo.

2.

Este concepto basado en el exterior nos aporta otro dato fundamental para una historia de Europa orientada al futuro. Examinemos por ejemplo el Índice de Desarrollo Humano. Los cinco países que ocupan los primeros puestos de la clasificación según este índice en 2012 son, sucesivamente, Noruega, Australia, Estados Unidos, Países Bajos y Alemania. Bélgica ocupa el puesto 17, Francia, el 20 y Reino Unido, el 26. En este sentido, los países denominados BRIC se distinguen por sus mediocres clasificaciones: Rusia se encuentra en la posición 55, Brasil en la 85, China en la 101 y, en cuanto a India, sólo logra el puesto 136. El índice de corrupción plantea un panorama similar: los países occidentales ocupan puestos mejores que los países BRIC. De este modo descubrimos poco a poco la vitalidad oculta de la mayoría de sociedades europeas. En comparación, no sólo son muy igualitarias, sino que además ofrecen buenas condiciones de vida, el nivel de corrupción es bajo y el Estado de derecho funciona en estos países relativamente bien. En los discursos sobre Europa, por desgracia esta perspectiva comparativa se encuentra ausente, aunque nos permite revelar la calidad de nuestras sociedades.

3.

La gran pregunta que se plantea es si esta vitalidad oculta de Europa no reside también en la diversidad que caracteriza al continente. Esta cuestión debería constituir la esencia del debate en las próximas elecciones de los miembros del Parlamento Europeo. ¿Europa debe intentar convertirse en una federación o los Estados nacionales deben conservar su importancia fundamental? Klaus Mann escribe en su autobiografía Cambio de rumbo acerca de esta diversidad: "Así es el doble postulado que Europa debe reconocer para no perecer: es necesario conservar y profundizar la conciencia de la unidad europea (Europa es un todo indivisible); pero al mismo tiempo, debemos mantener viva la diversidad europea de los estilos y las tradiciones".[[Hay que decirlo claramente: una Unión Europea con los veintiocho Estados miembros actuales jamás podrá convertirse en los Estados Unidos de Europa y tampoco debe desearlo]].La Unión no tiene como objetivo poner fin a los Estados nacionales, sino al contrario, mantener estos Estados como democracias, como Estados de derecho y como Estados del bienestar viables. Debemos dejar a un lado la elección simplista a los que algunos quieren reducir la reflexión sobre Europa: o un Estado federal, o una zona de libre cambio. Dicho de otro modo, necesitamos una Constitución para Europa en la que se definan de forma limitativa las competencias de la Unión. Esto no excluye la búsqueda de la integración, sino que la asocia a una elección constitucional consciente. Las fronteras exteriores comunes podrán beneficiarse de la atención necesaria únicamente una vez que se logre esa estabilidad dentro de las fronteras interiores.

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4.

No podemos finalizar las consideraciones sobre las fronteras de Europa sin hablar de los límites en la ampliación de la Unión. Desde finales de los años sesenta, no han dejado de añadirse "regiones periféricas" alrededor del viejo núcleo continental. La pregunta que se plantea es en qué medida puede seguir así sin que el núcleo comience a debilitarse. Si hacemos balance actualmente, parece claramente que se ha llegado a los límites de la ampliación: ni Turquía, ni las antiguas repúblicas de la Unión Soviética, como Georgia y Ucrania, ni incluso la propia Rusia, pueden plantearse la adhesión a la Unión como algo factible en los próximos veinte años. En realidad, todo el mundo lo sabe, pero no se dice abiertamente. Los integrantes de la antigua Yugoslavia, como Serbia, que aún no son miembros de la Unión, constituyen una excepción. Debido a su ubicación y a su tamaño, forman parte natural de una Unión que, con treinta miembros, ha llegado a sus límites para los próximos decenios.

Este texto es una versión resumida del ensayo The hidden vitality of Europe (La vitalidad oculta de Europa) publicado por la Felix Meritis Foundation tras un debate el 29 de noviembre entre Paul Scheffer y el autor austriaco Robert Menasse, que publicó recientemente en ensayo Der europäische Landbote (El correo europeo).

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