La débil voz de Europa en derechos humanos

Con la elección de Alemania y Portugal para formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU, ¿podrá reavivarse la decaída influencia de Europa en el mundo? El New York Times no está muy seguro de ello.

Publicado en 14 octubre 2010 a las 15:01

Tras dedicar meses presionando a los miembros de la Asamblea General de Naciones Unidaspara que les concediesen plazas no permanentes en el Consejo de Seguridad, se eligió por fin a Alemania y a Portugal el 12 de octubre.

Un radiante Guido Westerwelle, ministro alemán de Exteriores, afirmó que la presencia de un miembro europeo más poderoso en el Consejo de Seguridad, del que forman parte Gran Bretaña, China, Francia, Rusia y Estados Unidos, reforzaría la influencia de la Unión Europea. Puesto que los derechos humanos y los valores democráticos forman parte de la esencia de la filosofía europea, sus diplomáticos creen que dichos valores resultan atractivos y se pueden exportar a otras democracias emergentes fuera de Europa.

Es lo que ocurrió tras la caída del Muro de Berlín en 1989, que desembocó en la reunificación pacífica de Alemania y en la desintegración del Telón de Acero. Cuando la mayoría de los países postcomunistas de Europa del Este se incorporaron a la Unión en 2004, parecía que se estaba confirmando el enfoque de Europa en materia de derechos humanos, democracia y economía de mercado. Los países vecinos se pusieron a la cola para unirse a este bloque. Los países de Latinoamérica y África también querían entablar vínculos más estrechos con Bruselas.

Pero con los cambios radicales en la influencia mundial liderados por China, la influencia de Europa se está desvaneciendo rápido. “Las esperanzas de la UE de impulsar los derechos humanos y la democracia en el mundo corren el riesgo de desaparecer por los cambios en el equilibrio de poder mundial”, comentaba Anthony Dworkin, experto en derecho internacional en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. En ningún lugar es más obvio como en Naciones Unidas, donde la Unión ha sufrido derrotas vergonzosas.

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El mes pasado no consiguió obtener más derechos en la Asamblea General, donde posee un estatus de observadora. Con un nuevo estatus, Bruselas podría haber tenido derecho a realizar propuestas, exponer documentos y dirigirse a la Asamblea. Para disgusto de Catherine Ashton, la alta representante de Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea, algunos de los aliados más cercanos a Europa, como Australia, Canadá y Nueva Zelanda, se abstuvieron. Los diplomáticos echaron la culpa a la falta de estrategia y consulta de la Unión. “La caótica derrota de la UE fue más que una humillación”, afirmó Paul Luif, experto en Europa del Instituto Austriaco de Asuntos Internacionales en Viena. “Demostró la creciente falta de apoyo a una UE que parece cada vez más ineficaz en la ONU”.

China desafía a la UE

Tomemos como ejemplo el menguante apoyo de las propuestas de la Unión en materia de derechos humanos. Según un estudio del Consejo Europeo sobre Relaciones Exteriores realizado por Richard Gowan y Franziska Brantner, este año, 127 de los 192 miembros del Consejo General de la ONU votaron en contra de las posturas de la UE en el ámbito de los derechos humanos, en comparación con los 117 del pasado año. Además, sólo la mitad de los países democráticos fuera de la Unión votaron a su favor en la mayoría de las ocasiones.

A finales de la década de los noventa, la Unión gozaba de una “puntuación de coincidencia en votos”, lo que indica la cantidad de apoyo que recibía de otros Estados en cuestiones sobre derechos humanos en la Asamblea, del 70 por ciento. Este año, disminuyó hasta el 42 por ciento, un porcentaje cercano al 40 por ciento de Estados Unidos. Llama la atención que China y Rusia obtuvieran cada una un 69 por ciento. Países democráticos como Brasil, India y Sudáfrica, que en el pasado compartían posiciones con la Unión sobre derechos humanos y principios de derecho, ahora se abstienen o votan contra estas resoluciones.

El declive de Europa en parte está relacionado con la creciente influencia de China como potencia económica, donante y prestamista. Desde Bielorrusia a Irán, pasando por África y Latinoamérica, China está prestando dinero, entablando acuerdos comerciales y construyendo carreteras, aeropuertos, colegios y al mismo tiempo explota los recursos naturales de estos países. Y no existe ninguna atadura. “China no pone condiciones, a diferencia de la UE, lo que a veces les sitúa en una posición de desigualdad”, comenta Paul Luif. De hecho, el modo de actuar de China se considera un reto directo al dominio de Europa en los acuerdos comerciales y de ayuda al desarrollo.

Existen otros motivos por los que la Unión está perdiendo fuerza

La crisis financiera mundial ha afectado a Estados Unidos y a Europa mucho más que a las potencias emergentes de Brasil, China o India. “Esta crisis ensombrece las reivindicaciones de superioridad del liberalismo político y económico de Europa”, apuntaba Anthony Dworkin. El apoyo de Europa a las misiones estadounidenses en Irak y Afganistán, aunque ha sido poco uniforme, no ha beneficiado a su reputación de impulsora de los derechos humanos y la democracia.

El deficiente historial de la Unión a la hora de expresarse con una sola voz sobre los derechos humanos y el estado de derecho también ha minado su causa. Aunque los gobiernos europeos condenaron la política de extradición adoptada por Estados Unidos y que incluía la transferencia ilegal, la detención y la supuesta tortura de terroristas sospechosos, algunos, como Polonia, también apoyaron a Estados Unidos.

Los europeos también están divididos con respecto al conflicto palestino-israelí. No lograron ponerse de acuerdo para realizar una investigación independiente sobre el episodio del buque Mavi Marmara el pasado mes de mayo, en el que murieron nueve personas cuando actuaron los comandos israelíes para impedir que un barco turco llegara a la Franja de Gaza. Incluso cuando los gobiernos de la UE se ponen de acuerdo para aplicar sanciones, como lo hicieron contra Uzbekistán tras la muerte de cientos de personas en mayo de 2005, cuando las fuerzas de seguridad dispararon a los manifestantes de Andijan, no llegan a sostenerlas cuando están en juego los intereses nacionales.

Ante tal desorden dentro de la Unión y dada su debilitada influencia fuera del bloque, ¿podrá la presencia de Alemania en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas influir realmente en la posición de Europa? Será toda una prueba para Berlín.

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