Con la elección de Emmanuel Macron a la presidencia de la República Francesa, el espantajo de una presidencia de Marine Le Pen ha sido alejado, y los observadores escriben que con ¡En Marcha!, el movimiento de Emmanuel Macron, se puede refundar Europa, que ya no hay problemas, y así sucesivamente. No, Europa todavía no ha sido salvada, y no lo será mientras que los partidos tradicionales no hayan comprendido el porqué de sus derrotas, que en Francia tiene su episodio más reciente. Sin esta toma de conciencia, Europa no estará a salvo.
Para llegar al Eliseo, el joven más ambicioso del país tuvo que correr sobre carbón ardiente. Primeramente, hubo las críticas contra su mujer, después, las críticas a sus relaciones con la élite financiera, más tarde, los ataques de Marine Le Pen, y finalmente, los correos electrónicos robados. Cuando tuvo que atacar, atacó. Cuando tuvo que defenderse, lo hizo con elegancia. Pero hay un aspecto que, más que los otros, ha sorprendido a los observadores externos: el hecho de que Macron es tendencia. Macron es un “populista al revés”. Utiliza lemas como Marine Le Pen, con la diferencia de que los suyos son positivos y bien argumentados, sólidos en sus fundamentos, como dirían los analistas financieros. Él y sus consejeros comprendieron que esa era la única manera posible de comunicar si no querían perder las elecciones.
Macron está en contra de los partidos tradicionales. Él se presenta como una alternativa al duopolio habitual entre Socialistas y Republicanos. De fondo, eso es lo mismo que también ha hecho Marine Le Pen, rejuveneciendo al Frente Nacional para volverlo más atractivo en el norte del país. También es lo que hizo Beppe Grillo con su movimiento 5 estrellas en Italia. Ambos – Le Pen y Grillo – buscaron votos vendiendo la imagen del caballero blanco. Pero el dragón al que se enfrentan tiene varias cabezas: desempleo, presencia débil de las instituciones europeas, sistema monetario imperfecto, corrupción de la clase política, malversaciones financieras,… la lista es larga y sin duda crecerá si las élites políticas siguen sordas.
¿Podemos comparar a ¡En Marcha! con el movimiento 5 estrellas? Técnicamente sí, porque los dos han nacido de la necesidad de lograr el consenso donde fuera, es decir, lejos de los partidos políticos tradicionales. Con la voluntad de renovar el sistema político del país en el que se encuentren, pero también la de construir algo más grande a largo plazo. Pero con una gran diferencia: una cosa es la destrucción creativa de Macron basada, al menos en teoría, sobre la capacidad y el mérito; y otra cosa es la destrucción improvisada a lo Grillo, que, detrás de sus lemas, no propone una verdadera alternativa de gobierno capaz de mejorar lo existente. En el primer caso, se trata de hacer evolucionar al Estado y a la sociedad; en el segundo, de acelerar la carrera al declive.
El riesgo más importante para Europa, es que los partidos tradicionales que han sobrevivido, y aquellos que han sido derrotados, no logren comprender la moraleja de la elección de Macron. Muchos son los que, como el Partido Demócrata del primer ministro italiano Matteo Renzi, se han sumado a Macron y a ¡En Marcha!, pero se trata de un burdo error, porque Francia no es Italia y porque en Italia no hay un “populista al revés” como Macron. Hay maneras similares de buscar el consenso electoral, pero al interior de un partido político tradicional, frente a ciudadanos decepcionados y cansados, pierde el aura que ha logrado Macron en Francia. Una situación que no solamente se aplica en Italia, sino también en Estados Unidos. Dinámicas comparables llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca a punta de lemas de campaña y de mensajes contra el poder establecido. Si regresamos en el tiempo, una situación similar ocurrió en Italia en los años 90 con la llegada de Silvio Berlusconi al poder.
Se trata de animales políticos externos a la esfera establecida, que llegan, destruyen lo existente, y vuelven a crear. A veces para bien, a veces para mal, y a veces para bastante mal. Pero las dinámicas del cambio del consenso político son casi siempre las mismas. ¿Logrará Macron sacar a Europa del marasmo en el que se encuentra? No. O más bien, no en solitario. Su dinamismo y su determinación podrían ser útiles para recrear un nuevo eje franco-alemán, más equilibrado e innovador. Pero sin la ayuda de los otros países miembros, todo el esfuerzo será en vano. Mientras que existan los diversos nacionalismos, a veces disfrazados de protección de intereses nacionales, el sueño europeo no podrá convertirse en realidad, y la Unión Europea continuará siendo imperfecta, frágil y vulnerable.