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La excepción española

Publicado en 17 diciembre 2015 a las 18:10

La política europea experimenta una radicalización hacia los extremos en los últimos años, al hilo de diversos acontecimientos que hacen tambalearse al continente. Los más recientes, los atentados de París y la ola de pavor y miedo, pero también la reacción airada, que ha provocado en toda Europa. No menos, y con una proyección temporal mucho más amplia, la masiva inmigración hacia Europa desencadenada durante el último año desde países en conflicto como Siria, Irak o Afganistán.

La primera traducción en términos políticos de las consecuencias de dichos fenómenos sobre los ánimos y las opciones de los ciudadanos franceses ha sido el resultado de la primera vuelta de las elecciones regionales en Francia, en las que el Frente Nacional ha cosechado casi un 30% de los votos, superando el 40% en algunas regiones. En la segunda vuelta una alianza sui géneris entre izquierdas y derechas, que ya se está haciendo crónica en Francia, ha impedido que el partido de extrema derecha puede gobernar en ninguna región. Pero la tendencia es ascendente desde hace años, sólida en todo caso y contrastable con la decadencia de la izquierda socialista del presidente Hollande y los equilibrios interesados políticamente de las derechas representadas por el expresidente Sarkozy.

Pero Francia no es ninguna excepción. Otros países acompañan dicha tendencia de radicalización hacia los extremos. En Polonia hace pocas semanas se impuso Ley y Justicia (PiS), un partido extremadamente conservador que, entre sus primeras medidas, anunció el cierre del país a los inmigrantes venidos de Oriente Medio, acercándose en este punto a la Hungría de Viktor Orbán. En el Reino Unido, el ultranacionalista UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido) juega con el difícil compromiso de Cameron por la celebración del referéndum para continuar o no en la Unión Europea (el "Brexit"). En Escandinavia la extrema derecha campea con comodidad.

En España vamos por otro camino, y esto a pesar de haber sido golpeados por dos fenómenos que están en la misma raíz de la radicalización experimentada por otros países: el terrorismo-de corte islamista o yihadista, con, no lo olvidemos, los atentados más sangrientos cometidos en Europa, los de Madrid en marzo de 2004, que provocaron 191 muertos- y una intensísima inmigración durante los últimos 20 años, la más acelerada de todo el continente. A pesar de ello, no hay partido en España que incluya entre sus demandas políticas prioritarias cerrar las fronteras ante tales amenazas y fenómenos. John Carlin habla en El País, de "la envidiable política española" y al "salto de calidad" democrática que supone la irrupción de los nuevos partidos, frente a lo que, quizá exageradamente, tilda como "podredumbre política pasada":

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los mismos que antes veían a España desde fuera con desprecio hoy deberían mirarla con un punto de envidia, particularmente en el contexto del fenómeno más interesante de nuestros tiempos en Europa y Estados Unidos: la abrupta aparición en el ámbito político de partidos o personalidades —“los insurgentes”, les llama la prensa británica— que amenazan con romper el orden establecido.

La cuestión y discusión de fondo es sin duda la crisis del bipartidismo tradicional, aquí sí fenómeno compartido con otros países europeos. Pero los nuevos partidos españoles, que gustan de hacer el distingo entre “nueva” y “vieja” política, no han buscado chivos expiatorios en el exterior. Quizá las prioridades de la opinión pública iban en otra dirección, y a ellas se han plegado: los devastadores efectos de la crisis económica y el demoledor efecto que los casos de corrupción han tenido en la consideración de la clase política española. Estos dos temas principales provocan la convergencia de los dos partidos de la "nueva política", Ciudadanos y Podemos, hacia una "centralidad", tal y como analiza the New York Times, refiriéndose a Ciudadanos:

La fragmentación de la política en Europa ha dado lugar a la aparición de numerosas partidos emergentes, por lo general en los extremos, a derecha o izquierda. Pero en el cambiante panorama político de España un nuevo partido, sorprendentemente, está atacando desde el centro, desafiando a socialistas y conservadores por igual.

En cuanto a Podemos, prosigue el diario,

Iglesias está apostando por mover su partido hacia un electorado más centrista, sin perder el apoyo de los sectores de extrema izquierda que lo fundaron en 2014.

El próximo 20 de diciembre, día en el que se celebran las elecciones generales en España, veremos hasta dónde llega el efecto de la "nueva política". Y en las semanas siguientes podremos comprobar hasta dónde llega la capacidad de estos nuevos actores en la política española para intentar formar gobierno en solitario o -la opción más probable- coaligándose con otros partidos, y condicionar por tanto el futuro de la política del país.

Imagen: portada del diario ABC (10/12/15). De izquierda a derecha, Mariano Rajoy (PP, presidente del Gobierno), Pedro Sánchez (PSOE), Albert Rivera (Ciudadanos) y Pablo Iglesias (Podemos).

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