Los asistentes al clásico Barça-Real Madrid crearon una bandera catalana en las gradas del Camp Nou (Barcelona), el 7 de octubre de 2012.

Las regiones prósperas desean redibujar el mapa

La crisis está reavivando antiguos enfrentamientos históricos y económicos entre las regiones ricas con un fuerte sentido de identidad y los Gobiernos centrales. Pero tal y como muestra el último ejemplo de Cataluña, la pregunta que se plantea es si la UE fomenta la estabilidad o las tendencias secesionistas.

Publicado en 8 octubre 2012 a las 15:20
Los asistentes al clásico Barça-Real Madrid crearon una bandera catalana en las gradas del Camp Nou (Barcelona), el 7 de octubre de 2012.

Puede que Cataluña sea el catalizador de una oleada renovada de separatismos en la Unión Europea, seguida de cerca por Escocia y Flandes. La gran paradoja de la Unión Europea, que se basa en el concepto de la soberanía compartida, es que hace que las regiones que presionan para lograr la independencia tengan que arriesgar menos.

Si bien es posible que de la crisis de la eurozona esté surgiendo una Unión Europea post-nacional, con un empuje para crear una mayor unión fiscal y un control más centralizado sobre los bancos y los presupuestos nacionales, la crisis ha acelerado los llamamientos a la independencia de las regiones más ricas de los Estados miembros, enfadadas por tener que financiar a los vecinos más pobres.

Artur Mas, el presidente catalán, hace poco conmocionó a España y a los mercados con la convocatoria de elecciones anticipadas y la promesa de un referéndum sobre la independencia con respecto a España, aunque Madrid lo considere ilegal. Escocia está planificando un referéndum sobre la independencia para el otoño de 2014. En Flandes casi han logrado la autonomía total, tanto desde el punto de vista administrativo como lingüístico, pero siguen molestos por lo que consideran la hegemonía remanente de los francófonos de Valonia y la élite de Bruselas, un sentimiento que será más que visible en las elecciones provinciales y comunales del 14 de octubre.

Antiguos agravios

Existen infinidad de aspectos que mantienen unidos a países infelices, como en los matrimonios: una historia común, guerras comunes, hijos comunes, enemigos comunes. Pero la crisis económica en la Unión Europea también está resaltando los antiguos agravios.

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Por ejemplo, muchas personas en Cataluña y en Flandes exponen que pagan mucho más al tesoro nacional de lo que reciben, a pesar de que los Gobiernos nacionales están recortando servicios públicos. En este sentido, el argumento regional es como el argumento de la eurozona a menor escala, puesto que los países del norte más prósperos como Alemania, Finlandia y Austria se quejan de que su riqueza y éxito comparativo se está agotando para mantener a flote a países como Grecia, Portugal y España.

“Todo el desarrollo de la integración europea ha reducido lo que está en juego con la separación, ya que las entidades que surgen saben que no tienen que ser totalmente autónomas e independientes”, comentaba Mark Leonard, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. “Son conscientes de que tendrán acceso a un mercado de 500 millones de personas y a algunas de las protecciones de la UE”.

Heather Grabbe, que trabajó durante cinco años como consejera política del comisario de Ampliación de la UE, se mostró de acuerdo: “Si eres un país pequeño en la UE como Malta o Luxemburgo, lo más probable es que cuentes con una sobrerrepresentación en Bruselas en comparación a tu tamaño, así que, adelante con tus propósitos”. Grabbe, que ahora es directora en Bruselas del Open Society Institute, afirmaba que la variable clave del separatismo no es tanto una cuestión de dinero, sino más bien de agravio histórico y de idioma.

“Mucha de la presión radica en volver a revisar los antiguos acuerdos y derrotas, en quién se compromete a qué en los presupuestos centrales”, afirmaba. “Pero a la hora de la verdad, no se trata de dinero, sino de mitos nacionales, como qué tipo de personas somos, metanarrativa y sentimientos: ‘¿Nos sentimos oprimidos? ¿Nos sentimos lo bastante seguros como para independizarnos?’ Vuelven los fantasmas del pasado y aunque la economía desempeñe una función clave, al final, la gente vota con el corazón”.

La duda y la ira

Pero la crisis también ha constituido todo un enigma para los líderes regionales, porque ha socavado la atracción de la Unión Europea. Por ejemplo, en Escocia, se asumía que si fuera independiente, se uniría al bloque sin muchos problemas, ya que los escoceses ya son ciudadanos de la Unión Europea. (Después de todo, alrededor de 20 millones de personas de Alemania del Este se convirtieron en miembros de la Unión Europea de la noche a la mañana sin ni siquiera tener que silbar el himno.) ¿Pero Escocia heredaría la opción británica de no pertenecer al euro o bien, como nuevo Estado de la UE, tendría que asumir la moneda común? Y si fuera así, ¿quién sería responsable de rescatar al Banco de Escocia, si se diera el caso?

Tradicionalmente, la Unión Europea ha contado con la aceptación de los líderes de estas regiones, comentaba Josef Janning, director de estudios en el European Policy Center. “Ven cómo se refuerza el poder de Bruselas, al tiempo que menguan y se relativizan los Gobiernos nacionales, un proceso que se ha acelerado con el mercado único en Europa”, exponía Janning. Muchos de ellos han formado agrupaciones regionales que eluden al Gobierno central: Cataluña, junto a Baden-Wurtemberg en Alemania, Ródano-Alpes en Francia y Lombardía en Italia, por ejemplo, son fuerzas motrices regionales que se autodenominan “los cuatro motores de Europa” y juntos poseen un PIB superior al de España.

“Pero ahora”, proseguía Janning, “llega la crisis,” que plantea un dilema para las regiones, porque también implica una concentración de poder en las capitales nacionales, que intentan recortar el presupuesto nacional. “Ahora, las miradas vuelven a dirigirse a Madrid, Roma, París y Berlín”, comentaba, “por lo que se reducen las oportunidades regionales y se hace pagar a las más prósperas”.

Si bien los líderes europeos sostienen que la respuesta a la crisis es “más Europa”, algo que en circunstancias normales agradaría a las regiones separatistas, los votantes y los contribuyentes europeos se muestran alterados, escépticos y enfadados. Mark Leonard, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, comentaba que estuvo hace poco en Barcelona, donde las autoridades catalanas no dejaban de preguntarle por Escocia. “Sabían mucho más que yo sobre los asuntos escoceses”, afirmaba. “Así que está claro que están observándose y compitiendo entre sí”.

Opinión

El proyecto del euro refuerza el “tribalismo”

En un artículo sobre el auge de las movimientos nacionalistas en España, Italia y Alemania, Peter Coy, el editor de Economía de Bloomberg Businessweek, señala que

... numerosas naciones europeas han sido independientes desde hace muy poco tiempo. La mayor parte de la historia está teñida por la rivalidad entre los territorios, reinos, ducados, principados y ciudades-Estado. Les unían la lengua y la cultura, les separaba el tribalismo.

La unidad de Europa, tal y como prosigue el artículo,

… depende de la unidad de las naciones, que actualmente escasea. En Italia, la popular, y en ocasiones secesionista, Liga Norte se queja de que a las regiones del norte, como Lombardía y Piedemonte, las está sangrando el sur, el Mezzogiorno [la macrorregión meridional de la Bota]. En Alemania, el 30 de agosto, un exeditor de un diario semanal, Wilfried Scharnagl, pidió la independencia de Baviera, que se unió al Imperio Alemán en 1871, aunque mantuvo (por un tiempo) su propio rey, su ejército y su servicio postal.

Para Coy, una parte de la culpa es del propio proyecto del euro, una invención de “élites cosmopolitas… que se veían a sí mismas ante todo como europeas”.

Las elites se adelantaron a su propio pueblo, que era menos “europeo” entonces y aún menos hoy en día. En una encuesta que la Unión Europea llevó a cabo en mayo, el 63% de los españoles decía que se sentía profundamente vinculado a su urbe, ciudad o pueblo. Únicamente un 49% sentía realmente apego hacia su país — y bajaba hasta el 10% con relación a la UE. Mientras las lealtades locales de los españoles se han intensificado desde 2010, los lazos nacionales y continentales se han debilitado.

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