Markus Krall contra los tres gigantes

El sueño de la UE es acabar con el monopolio de Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch en la calificación financiera, pero es un consultor alemán el que intenta hacerlo realidad creando una agencia de calificación europea.

Publicado en 16 marzo 2012 a las 14:45

Markus Krall, de 49 años, es la última esperanza de Europa. Es consciente de ello: el Viejo Continente necesita que logre su objetivo. Desde hace unas semanas, el analista de la consultora Roland Berger recorre Europa en avión. A diario, o casi, visita un banco, una aseguradora o un fondo de inversión. A diario, o casi, se entrevista con un director de empresa, presenta su proyecto y distribuye kilos de documentación. Hay mucho que hacer. Y que explicar.

En total, se han organizado unas sesenta entrevistas, de las que Markus Krall espera salir con una treintena de firmas, con un valor medio de 10 millones de euros. La misión de Markus Krall es reunir 300 millones de euros.

Trescientos millones destinados a crear desde cero una agencia de calificación europea. Muchos han fracasado en esta tarea en los últimos veinte años. La empresa de Markus Krall es sin duda la última oportunidad de Europa para hacer frente a las tres agencias anglosajonas que dominan el mercado mundial de la nota de crédito: Standard & Poor’s Ratings Services (S&P), Moody’s Investors Service y Fitch Ratings. Son los “Big Three” [los tres pesos pesados del sector], como se les suele llamar.

Combate desigual

A Markus Krall le impulsa el sentimiento de que los “Big Three” ya no tienen muchos amigos en Europa. Pero los adversarios del consultor son muy poderosos. Toda empresa, todo banco, todo Estado que desee obtener dinero de algún inversor en los mercados financieros necesita una nota de crédito. Cuanto más alta sea esta nota, más favorables serán las condiciones de acceso a los capitales. Para lograrla, la casi totalidad de ellos se dirigen hacia esos tres pesos pesados del sector. Su poder se encuentra profundamente enraizado en los textos normativos y su popularidad entre los inversores se encuentra intacta. Por lo tanto, el combate que ha emprendido Markus Krall es una lucha desigual. Pero quiere intentarlo.

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La creación de una fundación, la Fundación Europea de Calificación (European Rating Foundation), es la base del proyecto. Markus Krall espera llegar al mercado con sus primeras calificaciones de 12 a 18 meses después del lanzamiento de la fundación. Quiere empezar calificando los Estados. Luego será el turno de las empresas y de los bancos. En tres años, prevé contratar a un millar de personas. En cinco años, la nueva agencia de calificación habrá conseguido un 25 % del mercado de Europa. En diez años, el 25 % del mercado mundial.

¿Qué se puede decir sobre la competencia? Es cierto que ya existen otras agencias de calificación. En total, según las fuentes, existirían entre 70 y 150 en activo en todo el mundo pero la mayoría limita su acción a nivel regional o a ciertas categorías de títulos. Ahora bien, los inversores cuyos fondos ascienden a miles de millones no dudan en hacer que sus agentes se desplacen a través del mundo y a través de las categorías de activos y por lo tanto, prefieren la evaluación de una única agencia. Y los “Big Three” son los únicos que lo ofrecen.

Independencia de la agencia

Los Gobiernos se exasperan. Si se reduce la nota de crédito de un país, le resulta considerablemente más difícil y más costoso obtener préstamos en los mercados financieros. Paradójicamente, Atenas o Lisboa pagan por ello cientos de miles de euros al año a las agencias de calificación. Según el esquema clásico al que Markus Krall pretende adaptarse en un primer momento, las agencias reciben su remuneración de las mismas entidades a las que califican. Los beneficios de explotación registrados por los tres pesos pesados del sector demuestran el bajo nivel de competencia: en 2011, el margen operativo de Fitch ascendía al 31 %, el de S&P, al 41 % y el de Moody’s, al 44 %.

Aunque sea consejero de empresa, Markus Krall no tiene como objetivos estos márgenes, ni mucho menos. La agencia de calificación europea debe estar financiada por fondos privados, de lo contrario ¿cómo podría calificar a los Estados de forma independiente? Pero la nueva agencia no tendrá ánimo de lucro como los “Big Three” y no cotizará en bolsa como Moody’s. Se supone que en conjunto, los 30 inversores, el estatus jurídico de fundación y la ausencia de ánimo de lucro, garantizarán la independencia de la agencia. Al menos es lo que espera Markus Krall.

Tanto en Estados Unidos como en Europa, el legislador actual quiere relativizar en las normativas la importancia de las calificaciones de los “Big Three”. Queda por saber qué criterios permitirían sustituir estas calificaciones. Su eliminación pura y dura lo único que haría sería generar nuevos problemas. Un gestor de fondos, por ejemplo, de repente sería libre para elegir sus valores y por lo tanto, se vería tentado a adquirir títulos que presentaran un mejor rendimiento, pero más riesgos.

A lo que hay que añadir la fidelidad de los inversores. Si los tres pesos pesados siguen manteniendo el poder actualmente, se debe sobre todo a que los fondos de pensiones, los fondos de monetarios, los hedge funds, las aseguradoras y los bancos se han ido acostumbrando a ellos durante décadas. Sus sistemas de calificación son sencillos. Reducen la complejidad del mundo financiero y permiten comparar los títulos a escala internacional. “Si los ‘Big Three’ tienen una influencia tan colosal, es sencillamente porque son tan antiguos como Wall Street”, confiesa un banquero neoyorquino de gran experiencia.

Aunque Markus Krall logre crear su agencia europea de calificación, tendrá que hacerse con una clientela. Las empresas y los bancos únicamente recurren a las agencias de calificación cuando los inversores se las toman en serio. Ahora bien, los inversores sólo se toman en serio a las agencias cuando éstas son contratadas por un gran número de empresas y de bancos. Es un círculo vicioso.

Conflicto de interés

Pero Markus Krall no se rinde. Roland Berger se juega desde hace tiempo su reputación con este proyecto y la consultora espera obtener de él algún que otro contrato lucrativo. Y por ello Markus Krall cuenta con otro as bajo la manga. Un as que tiene que ayudarle a cambiar las reglas del juego de forma permanente. Se trata de un estudio de Roland Berger que demuestra que las mismas empresas de inversión estadounidenses son propietarias de Moody’s y McGraw-Hill, la empresa matriz de S&P: Vanguard, Capital World, State Street, BlackRock, por nombrar algunas.

Estas interdependencias plantean cuestiones sobre conflictos de interés, ya que las agencias califican también a empresas que figuran entre sus accionistas. Por otro lado, el estudio destaca la existencia de “estructuras de carácter monopolista” en el mercado de la calificación de crédito, en vista del grado de interdependencia del sector y las cuotas de mercado de sus actores.

En Moody’s y en S&P, se rechaza la idea de un “complejo de calificación estadounidense” tutelado. “No quiere decir que exista una conspiración porque un inversor tenga relación al mismo tiempo con Moody’s y con McGraw-Hill”, comenta Daniel Kolter, responsable de Moody’s en Alemania.

Su homólogo en S&P lo explica con más claridad. “El director nunca ha influido en las decisiones de nuestros analistas”, afirma Torsten Hinrich, responsable del mercado alemán. “Las actividades de ‘análisis’ y de ‘negocio’ son totalmente independientes entre sí”. Torsten Hinrich ve con buenos ojos la misión de Markus Krall y de Roland Berger: “Les deseamos mucho éxito. Lo digo en serio”.

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