Un policía rumano inspecciona un camión procedente de Moldavia en un control fronterizo de la ciudad moldava de Sculeni el pasado 18 de enero.

Millonarios en las fronteras de Europa del Este

A pesar de los miles de millones invertidos en equipos de vigilancia de alta tecnología, las fronteras de Rumanía y Bulgaria siguen siendo algunos de los lugares más desprotegidos de Europa. Las suntuosas villas construidas por los oficiales aduaneros podrían darnos la clave de por qué es así.

Publicado en 5 septiembre 2011 a las 12:05
Un policía rumano inspecciona un camión procedente de Moldavia en un control fronterizo de la ciudad moldava de Sculeni el pasado 18 de enero.

En este lugar, las cámaras infrarrojas cerca de las fronteras de Bulgaria con Grecia y Turquía son lo suficientemente potentes como para detectar los conejos que corretean por las granjas en plena noche. Hace poco, una tarde, los hombres que se encontraban en la estación fronteriza se fijaron en un vehículo que se desplazaba demasiado rápido por una carretera rural. Pensaron que quizás se trataba de un contrabandista. Llamaron por radio para que detuvieran al vehículo. Pero resultó ser una falsa alarma.

Bulgaria y su vecina Rumanía, que ha invertido más de 1.000 millones de euros, están desplegando una protección fronteriza de alta tecnología y esperan unirse este mes a la zona de desplazamientos sin visado de la Unión Europea. También esperan encargarse de la vigilancia de algunas de las fronteras exteriores de la Unión.

Los expertos comentan que, hace unos años, esta acción podría haber sido rutinaria, otro paso más en la expansión continua y entusiasta de la Unión Europea. Pero actualmente, impera un nuevo conservadurismo. Tanto Bulgaria como Rumanía entraron a formar parte de la Unión Europea en 2007, a pesar de las cuestiones pendientes sobre el crimen organizado, la corrupción y el ineficaz sistema judicial. Sin embargo, ahora que Europa se enfrenta a la crisis económica, al temor de una mayor inmigración procedente de África y al creciente fervor nacionalista entre los países miembros, está prestando más atención a estas cuestiones.

“Es estupendo contar con una máquina que compruebe si hay un inmigrante ilegal en la parte posterior de un camión”, comentaba Karel van Kesteren, embajador holandés en Bulgaria. “Pero si se pagan 500 euros para que alguien haga la vista gorda, entonces no tiene ningún sentido".

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Muestras de corrupción en forma de villas

"Si le damos la llave de nuestro hogar a alguien, queremos tener la tranquilidad de que esta persona es 100% de confianza y de que obedece todas las normas”, agrega van Kesteren. Países Bajos es una de las naciones que, con mucha probabilidad, vetará la entrada de Bulgaria y Rumanía a la zona de libre desplazamiento, conocida como zona Schengen. Aunque hay otros países que probablemente también se opongan, como Finlandia, Alemania y Francia.

Numerosas muestras de corrupción salpican el paisaje búlgaro y rumano a lo largo de las fronteras, en forma de fastuosas villas que pertenecen a los guardas fronterizos y a los oficiales aduaneros. Se pueden ver docenas aquí, en Svilengrad, una población de unos 20.000 habitantes en la frontera del sur de Bulgaria. El comportamiento de los guardas fronterizos y de los oficiales aduaneros es tan evidente, que suelen ser objeto del ridículo popular. “¿Qué se le regala a un guarda fronterizo en su cumpleaños?”, dice un chiste. La respuesta: “Un turno para él solo”.

Pero un conductor local de taxi, que nos hizo un recorrido por las villas con la condición que no reveláramos su nombre, defendía a los guardas fronterizos y afirmaba que traían riqueza a la población. También comentó que un oficial aduanero, ahora dueño de un hotel y un casino, había cambiado las ventanas del colegio y había reconstruido la iglesia local. “Si tienen dinero, nosotros también tenemos dinero”, afirmaba.

Mejor equipados que otros Estados miembros

Para intentar acabar con la corrupción, Bulgaria ha empezado a utilizar una programación informatizada para asignar a los guardas fronterizos a diferentes puestos de forma aleatoria cada pocas horas. Rumanía también ha adoptado una serie de medidas. En el último año, se arrestaron a 248 guardias fronterizos y oficiales aduaneros, algunos de los cuales fueron acusados de recaudar hasta 5.800 euros en un solo turno.

Antes, afirman algunos expertos, las detenciones habrían bastado para ganarse la aprobación de la Unión Europea. Pero ya no es así. La negación a que formen parte de la zona de libre desplazamiento es la única arma que posee el bloque para obligar a ambas naciones a solucionar los múltiples problemas, entre los que se incluyen la proliferación de bandas criminales y el racismo hacia la población gitana en la región.

Las autoridades búlgaras y rumanas no ocultan su decepción. Se quejan de que han cumplido los requisitos de la Unión Europea, pero que ahora les han impuesto nuevos estándares. Simeon Djankov, viceprimer ministro de Bulgaria, afirmaba que dichos estándares ni siquiera eran claros. En lugar de ello, comentaba, su país se enfrenta a quejas “imprecisas” sobre redes criminales organizadas y corrupción fronteriza. Además añadía que esas mismas quejas también se podrían hacer sobre otros países europeos, incluidos Italia y Grecia.

El ministro de Exteriores rumano Teodor Baconschi, coincidía con esta opinión. “Ahora estamos mejor equipados que muchos de los Estados miembros”.

La corrupción, un secreto a voces

En lo que respecta a los equipos, las visitas a las fronteras parecen confirmarlo. En Bulgaria, las barreras fronterizas que antes existían sobre todo para evitar que los ciudadanos abandonaran el país durante la era comunista, ahora se están modernizando y equipando para evitar la introducción de inmigrantes y contrabandistas. Las antiguas vallas eléctricas y las torres de los guardas se están oxidando. Una línea de tierra que acaba de removerse indica dónde se instalarán en las próximas semanas los sensores de movimiento.

En la estación fronteriza de Vaslui en Rumanía, los guardas patrullan el río entre Rumanía y Moldavia en lanchas motoras. Los camiones se pueden analizar con rayos X y cuentan con dispositivos para medir si hay demasiado dióxido de carbono en la parte posterior de un camión, un indicio que hay personas escondidas en el interior.

Pero Gabisor Tofan, alcalde de un pueblo cercano, afirmaba que la corrupción en las fronteras ha sido siempre un secreto a voces. “Todos los vecinos que se desplazaban a Moldavia sabían que tenían que pagar una pequeña cantidad de dinero”, comentaba.

Se han producido decenas de detenciones de autoridades y guardas fronterizos que trabajaban en el paso fronterizo de Vaslui y puede que se produzcan más, como afirman algunos oficiales. Con las detenciones llamaron la atención sus elegantes casas, incluida la que pertenecía al guarda fronterizo Sorin Bucur y que apareció publicada en varios periódicos.

La esposa de Bucur, Marinella, decía que le habían interrogado, pero que no le habían detenido. “Mi marido es una persona muy correcta”, decía. “No pudieron acusarle de nada”.

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