Nosotros sí queremos el euro

Justo cuando se cuestiona la propia existencia de la moneda única por la crisis de la deuda, la idea de que Praga se incorpore a la zona euro puede parecer cuanto menos estrafalaria. Sin embargo, en opinión de la periodista checa, denota un gran sentido común.

Publicado en 8 agosto 2011 a las 16:01

A primera vista, cuando el euro se tambalea y la incertidumbre se cierne sobre la zona euro, levantar la mano y expresar su deseo de entrar en el club de los países con moneda única puede parecer una idea totalmente descabellada. Particularmente en la República Checa, donde la corona es relativamente estable y no para de revalorizarse. Por eso hoy es el momento ideal para dar ese paso. Ambas partes saldrían ganando.

El 21 de julio, durante la cumbre de la crisis de la zona euro, se sentaron las bases para una mayor integración económica entre los 17 países que utilizan la moneda única. Quienes se muestran reacios a la palabra integración pueden sustituirla por “reglas de juego”. Están en proceso de cambiarse, ya se trate de la fisonomía del Fondo Europeo de Estabilización Financiera (FEEF), de las futuras obligaciones europeas emitidas por el BCE o incluso de las instituciones de control (una especie de ministerio de Finanzas europeo).

Para ser más claros, los países del euro van camino de convertirse en “accionistas” mucho más importantes que el éxito o los fracasos económicos. Tendrán por tanto una mayor tendencia a querer controlar sus intereses a través de las instituciones comunes.

La República Checa podría no sentirse apenas concernida por toda esta problemática si no se encontrase en un estado de “dependencia vital” – según las propias palabras del primer ministro checo – respecto de la zona euro. Tiene un interés evidente en estar sentada en la mesa de negociaciones.

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Según fuentes diplomáticas fiables, los responsables políticos alemanes habrían comenzado a enviar mensajes insistentes tanto a Polonia como a la República Checa invitándoles a reservar su plaza de miembro decisivo en la mesa del euro y a anunciar su decisión de adoptar la moneda única en un futuro cercano.

Si actúan así no es por el encanto de los ojos del primer ministro polaco Donald Tusk ni por los de su homólogo checo Petr Nečas. Recurrir a que están muy preocupados por los intereses económicos polacos y checos en el seno de la UE tampoco es la respuesta correcta. Su motivación está relacionada con una actitud de auto-preservación.

Una zona euro más próxima a Alemania

En primer lugar, el anuncio de la decisión de adoptar el euro en un periodo turbulento reforzará la confianza de los mercados en la moneda única.

En segundo lugar, la adopción del euro por parte de las dos economías centroeuropeas más importantes, que son cada vez economías más abiertas, tendrá como efecto contrapesar la influencia ejercida por Francia para que las nuevas reglas del juego de la zona euro se plieguen a sus intereses.

En tercer lugar, los inversores alemanes dispondrán de un mayor margen de maniobra en Polonia y en la República Checa. Hay que ser conscientes de que Polonia y la República Checa quieren una zona euro más integrada y más próxima a una Alemania prudente y virtuosa que a una Francia derrochadora y caprichosa.

La intención de anunciar ahora la decisión de entrar en la zona euro no debería resultar tan extraña, si se tienen en cuenta las insistentes demandas de los exportadores checos en dicho sentido, puesto que hoy día sufren pérdidas por el tipo de cambio y podría también favorecer su planificación a largo plazo.

Pero este anuncio no significa que los checos vayan a utilizar de un día para otro la moneda única. Entre el “nosotros queremos” y el “estamos dentro”, transcurrirán al menos tres años, más probablemente cinco. Este periodo permitirá al Gobierno checo negociar las condiciones de adhesión a la zona euro, concretamente en torno a la cuestión del proceso y su eventual participación en el plan de rescate de los países endeudados.

Lo realmente interesante es que podríamos ser considerados como verdaderos socios en el momento en el que se deciden las nuevas reglas de la zona euro. El peso de la República Checa podría cambiar radicalmente con relación al actual, puesto que, formalmente, nos encontramos totalmente fuera de la zona euro.

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