Ya nadie creía en ello. La COP29, que tuvo lugar en Bakú (Azerbaiyán), terminó el domingo 24 de noviembre con un acuerdo concluido a la carrera que ya ha sido fuente de numerosas críticas. Un texto “neocolonial”, según algunos observadores, que marca un deterioro de las relaciones entre los países del norte y los del sur.
El logro principal de esta “COP de las finanzas” es el pago anual de 300 000 millones de dólares (aproximadamente unos 286 000 millones de euros) de los países ricos a los países emergentes con el fin de financiar la transición climática. Una suma que ciertas naciones en desarrollo han criticado con severidad por considerarse demasiado insuficiente, ya que el monto necesario sería cinco veces superior al establecido.
Otra conclusión importante de las negociaciones fue la instauración de nuevas reglas para regular los mercados internacionales de carbono, establecida tras casi diez años de negociación. Sin embargo, esto supone otro problema, ya que, para algunos, esta normativa podría autorizar a los países y a las empresas a seguir contaminando mientras se benefician de un sistema que todavía carece de transparencia.
Por su lado, los dirigentes del G20, que se reunieron en Río de Janeiro para el cierre de la cumbre, reconocieron la necesidad de “acelerar e intensificar la acción por el clima” y de aumentar el financiamiento de las medidas para el clima, haciéndolo pasar “de los miles de millones a los billones”. No obstante, no definieron cifras concretas ni fechas límite.
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Desde la década de 1980 y la financiarización de la economía, los actores financieros nos han mostrado que los vacíos legales esconden una oportunidad a corto plazo. ¿Cómo terminan los inversores ecológicos financiando a las grandes petroleras? ¿Qué papel puede desempeñar la prensa? Hemos hablado de todo esto y más con nuestros investigadores Stefano Valentino y Giorgio Michalopoulos, que desentrañan para Voxeurop el lado oscuro de las finanzas verdes; hazaña por la que han sido recompensados varias veces.
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