En el momento de escribir este texto, Bélgica y Francia siguen buscando un Gobierno, una búsqueda complicada por el deseo de excluir a los partidos de extrema derecha que han ganado terreno en las urnas; pero algunos de sus vecinos han dado el paso y han acogido en su ejecutivo a formaciones de derecha radical.
“A Finlandia, Italia y Eslovaquia se han unido otros dos países de la UE en cuyos Gobiernos hay partidos extremistas que hasta hace poco habían sido condenados al ostracismo”, señala así Petr Jedlička en Deník Referendum. En Croacia, “se trata del tercer Gobierno consecutivo, dirigido por el partido tradicional de derecha nacionalista pero prooccidental, el HDZ”, al que han accedido por primera vez el Movimiento Patriótico (MP, extrema derecha), como escribe Jedlička.
En Países Bajos, han sido necesarios nada menos que 223 días para que, el 2 de julio, se formase el Gobierno dirigido por Dick Schoofs, el exjefe de los servicios de inteligencia. Aunque no tiene afiliación política, dirige el ejecutivo más derechista de la historia reciente del país, observa Politico. El inicio del Gobierno de Schoofs se ha caracterizado por tensiones entre los partidos de la coalición, como destaca Dieuwertje Kuipers en Vrij Nederland, sobre todo por las críticas y los ataques por parte de Geert Wilders, el jefe del Partido por la Libertad (PVV, extrema derecha) líder en las elecciones legislativas de 2023, contra sus socios, así como por un cierto malestar de estos últimos por sus declaraciones más excesivas.
Aprovechando la libertad que le otorga su “simple” mandato de diputado, Wilders da la desagradable impresión de seguir de cerca a Schoofs a través de X (antes Twitter) y de querer imponer sus puntos de vista a toda la coalición. Por ello no es de extrañar, observa Kuipers, que “muchos votantes esperan que el ejecutivo caiga de forma prematura por las diferencias de opinión”.
Probablemente no sea casualidad que Wilders eligiera la red social más divisiva para instigar al Gobierno: desde su adquisición por el magnate estadounidense-canadiense-sudafricano Elon Musk hace dos años, la primera ágora verdaderamente global se ha transformado en un escenario donde proliferan los discursos de odio o conspiracionistas además de los bots de extrema derecha. “Antes, se describía a X como una ‘plaza pública global’ en la que periodistas, políticos y ciudadanos interesados podían reunirse para debatir públicamente. Pero dada la cantidad de periodistas, académicos y usuarios de izquierdas que la han abandonado, parece poco probable que vuelva a ser la misma.”, lamenta Katherine M. FitzGerald en The Conversation.
En nombre de una libertad de expresión sin límites, el dueño de Tesla y SpaceX ha readmitido o promocionado a personalidades que habían sido vetadas por la dirección anterior, y no duda en violar las normas de uso de la plataforma compartiendo información falsa y deepfakes, es decir, vídeos creados con inteligencia artificial protagonizados por personalidades reales. Cuando el hombre más rico del mundo se apodera del mayor megáfono digital, las consecuencias no pueden limitarse únicamente a la libertad de expresión.
Hemos podido constatarlo de nuevo este verano, con los disturbios antiinmigración que estallaron en varias ciudades de Reino Unido tras la circulación de rumores de que el autor del asesinato a puñaladas de tres niños en una clase de baile en Southport (al noroeste de Inglaterra) era un solicitante de asilo musulmán (el presunto autor es un británico nacido de padres ruandeses), unos rumores amplificados por "personas influyentes" próximas a la derecha radical, como Stephen Yaxley-Lennon (más conocido como Tommy Robinson) y Andrew Tate.
Ambos se salvaron del destierro gracias a Musk, que echó más leña al fuego con su experta afirmación de que “la guerra civil [es] inevitable” en Reino Unido, con lo que se ganó el calificativo de “pirómano con una caja de cerillas en la mano” por parte de Alan Rusbridger en el diario británico The Independent. El redactor jefe de Prospect fustiga en su revista “la forma en que se gestiona, o no, Twitter/X” y “cómo se utiliza para fomentar el odio, cuando no una violencia muy real; y, lo que quizá sea más importante, para erosionar cualquier idea de que algunas cosas son ciertas y verificables, y otras no”.
“Este verano hemos asistido a algo inédito”, observa en The Guardian Carole Cadwalladr: “El multimillonario propietario de una plataforma tecnológica se enfrentó públicamente a un dirigente electo [el primer ministro Keir Starmer] y utilizó su plataforma para socavar su autoridad e incitar a la violencia. Los disturbios del verano de 2024 en Inglaterra fueron el globo sonda de Elon Musk” para las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre. “Ha salido ileso”, añade la especialista en extrema derecha y redes sociales, “y si usted no está aterrorizado por el extraordinario poder supranacional que esto representa y las posibles consecuencias, debería estarlo”.
Sobre todo porque estas plataformas parecen liberarse cada vez más de normas y barreras, mientras siguen abogando por la autorregulación: “Twitter, ahora X, despidió al menos a la mitad de su equipo encargado de la transparencia y la seguridad. […] Miles de empleados encargados de detectar información falsa han sido despedidos por Meta, TikTok, Snap y Discord [y] Facebook ha cerrado una de sus últimas herramientas de transparencia, CrowdTangle”.
Ante semejante embestida, la respuesta de las autoridades europeas ha sido, cuando menos, débil, e ilustra claramente la asimetría del actual equilibrio de poder entre los poderes públicos y las plataformas digitales: el mes pasado, Thierry Breton, comisario europeo de Mercado Interior y Servicios, envió una carta a Elon Musk para recordarle que, como responsable de X, tenía la obligación legal de impedir “la amplificación de contenidos nocivos” según las leyes europeas. A lo que el hombre más rico del mundo respondió con un meme cuyo tono ilustra su concepto de la libertad de expresión y su visión del ágora global. Esto promete.
Mientras que X parece servir principalmente a los intereses de la extrema derecha, Telegram parece ser políticamente más neutral, aunque no menos tóxico. Su cofundador, Pavel Durov, detenido recientemente en París, por lo que sabemos siempre se ha negado a intervenir en la promoción o el bloqueo de cuentas alojadas en su servicio de mensajería. Si bien Telegram ha ofrecido una alternativa a Internet en países donde la libertad de prensa está siendo atacada por las autoridades, empezando por Rusia, es tan popular entre los partidarios del Kremlin de todos los bandos como entre los opositores rusos.
“La mezcla de usuarios sin mediadores, incluidos dos ejércitos en guerra, refleja precisamente la idea de libertad de expresión de Durov”, observan Andreï Soldatov y Irina Borogan en CEPA: “Cualquiera puede expresarse en las redes sociales y no debe haber control por parte de un Gobierno”. “Su actitud cuasi anárquica parece un eco de la ideología del primer movimiento hacker de los años 80, pero no es una estrategia viable en la actualidad, cuando los Gobiernos de todo el mundo están a la ofensiva contra el enfoque libertario de la web”, señalan los dos periodistas rusos en el exilio, para los que “nadie (aparte, quizás, de los propios gigantes tecnológicos) puede discutir realmente que las redes sociales no reguladas pueden causar obviamente mucho daño. Hace tiempo que los días de las redes sociales sin moderación han pasado a la historia”.
“¿La presión por parte del Estado es la única forma de hacer respetar las normas?”, se preguntan Soldatov y Borogan, que aportan un principio de la respuesta: “Las redes sociales son una parte esencial de nuestro tejido social; nuestra sociedad, a través de las ONG, los parlamentos y las comparecencias parlamentarias, es perfectamente capaz de crear mecanismos de control que no incluyan la detención de directores ejecutivos por falta de moderación”.
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Desde la década de 1980 y la financiarización de la economía, los actores financieros nos han mostrado que los vacíos legales esconden una oportunidad a corto plazo. ¿Cómo terminan los inversores ecológicos financiando a las grandes petroleras? ¿Qué papel puede desempeñar la prensa? Hemos hablado de todo esto y más con nuestros investigadores Stefano Valentino y Giorgio Michalopoulos, que desentrañan para Voxeurop el lado oscuro de las finanzas verdes; hazaña por la que han sido recompensados varias veces.
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