Un pescador en Varangerfjord, Noruega.

Vivir en la burbuja noruega

Noruega, que pertenece al Espacio Económico Europeo, pero no a la UE, es el país con el que sueñan los euroescépticos británicos. Pero ¿su modo de vida funcionaría en los países que quieren abandonar el barco europeo?

Publicado en 13 julio 2012 a las 13:09
Un pescador en Varangerfjord, Noruega.

En el muelle histórico, mirando hacia el mar del Norte, el joven de piel tostada por el sol da un trago a su cerveza y se detiene. "Queremos ser nuestros propios dueños", dice finalmente, "y no que Bruselas nos diga lo que tenemos que hacer. ¿Por qué deberíamos formar parte de la Unión Europea y pagar los errores de los demás países?". Y encogiéndose de hombros, añade el refrán británico tantas veces escuchado: "Nos va mejor estando fuera de la UE".

Pero no estamos en la costa de Gran Bretaña y esta frase tan familiar no sale de unos labios británicos. En Bergen, la segunda ciudad más importante de Noruega, prácticamente todo el mundo comparte estas opiniones y Hans-Erik Almas, de 23 años, se encuentra entre el 80 por ciento de los noruegos que piensan que el país hace lo correcto al no ser parte de la UE.

Es una opinión que cada vez comparten más al otro lado del mar, en Gran Bretaña. El 1 de julio, en un artículo publicado en The Sunday Telegraph, David Cameron planteó la posibilidad de celebrar un referéndum sobre la pertenencia de Gran Bretaña a la UE. Y Noruega a menudo se cita como un ejemplo perfecto sobre cómo salir de la UE y seguir prosperando.

"La gente teme que si Gran Bretaña saliera de la UE, perderíamos el acceso al mercado único y que no podríamos viajar libremente", comentaba Robert Oulds, director del grupo de expertos Bruges Group. “Pero eso no sucedería. Gran Bretaña puede cancelar su pertenencia a la UE y mantener los beneficios comerciales, siguiendo el ejemplo de Noruega. Lo único que perderíamos es la burocracia y los gastos".

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Pensar a largo plazo y con cautela

A los cinco millones de habitantes de Noruega se les ha preguntado en dos ocasiones si querían formar parte de la Unión, con referéndums en 1972 y 1994, y en ambas ocasiones, tras un apasionado debate, votaron que no con un escaso margen. Sin embargo, Noruega, junto a Islandia y Liechtenstein, se unió al Espacio Económico Europeo (EEE), una asociación de los 27 Estados miembros de la UE, además de otros tres Estados que no pertenecen a la UE y que se rigen por las "cuatro libertades": libre circulación de bienes, servicios, personas y capital.

Noruega está sujeta únicamente a un tercio de las normativas de los Estados pertenecientes a la UE, aunque el EEE no tiene ninguna jurisdicción sobre la agricultura, la pesca, la justicia o los asuntos internos. Este esquema parece funcionar bien. Noruega es uno de los países más ricos y satisfechos del planeta, con un PIB per cápita de 50.000 €, comparado con los 29.000 € en Reino Unido y la media en la UE de 26.700 €. La tasa de desempleo se encuentra en el 3,25 por ciento, mientras que el PIB crece un 2,75 por ciento al año, una media que se ha mantenido en los últimos 40 años.

Además, también se encuentra en los puestos más altos en la encuesta de la ONU sobre calidad de vida, con un generoso sistema de prestaciones sociales: las mujeres disfrutan de 46 semanas de baja maternal con el sueldo íntegro y se ofrece educación gratuita para todos. El país financia todo ello con sus enormes reservas de petróleo, madera y pescado, que gestiona con prudencia y ahorra grandes porcentajes de sus ingresos por petróleo para financiar las futuras necesidades sanitarias de su población, que va envejeciendo.

“Noruega es un país próspero y queremos que siga siendo así”, afirmaba Gunnar Bakke, comisario empresarial regional de Bergen. “Miramos a largo plazo y gestionamos nuestros recursos con cautela, por lo que no vemos ningún motivo para formar parte de la UE y luego tener que pagar por el despilfarro de los demás”.

Una prosperidad económica de más de 50 años

Algunos noruegos son mucho más tajantes en sus opiniones. "Noruega también debería salir del EEE", comentaba por su parte Heming Olaussen, de la campaña 'No to Europe' (No a Europa). "Siguen obligándonos a aceptar demasiadas decisiones de Bruselas y la UE se va adentrando en nuestro país sin que nos demos cuenta.Sería mejor anular el EEE y simplemente firmar acuerdos bilaterales. Noruega es lo bastante fuerte como para seguir adelante por sí sola y constituye un importante centro de comercio, por lo que la UE no podría dejar al país a un lado".

Bergen ha sido una ciudad mercantil desde los tiempos de los vikingos y supo sacar partido de sus aguas y sus laderas de bosques hasta convertirse en un enclave fundamental de la Hansa, una organización comercial que unió a los puertos de Europa del Norte desde el siglo XIV hasta mediados del siglo XVII. Y ese espíritu comercial prevalece. Con una población de 260.000 habitantes, la ciudad es sede de numerosas grandes empresas petroleras, además de albergar la mayor empresa de cría de salmón.

Sobre el pavimento de granito en el muelle, se vendían grandes trozos de salmón, junto a langostinos, carne de ballena y cangrejos. También se podían comprar salchichas de reno y alfombrillas de piel de alce, además de jerseys de lana de estilo nórdico y estatuillas de troles.

'La insoportable levedad del EEE'

No todo el mundo opina que el modelo noruego, es decir, ser socio comercial de la UE pero no formar parte de ella, sea algo positivo. "Denomino la situación actual como 'La insoportable levedad del EEE'", afirmaba Paal Frisvold, presidente de Bellona Europa y defensor de la pertenencia noruega a la UE. "Vivo en Bruselas y me entristece ver todo lo que nos perdemos. Noruega se mantiene al margen, cuando debería estar en el corazón de Europa".

Torben Foss, exfuncionario encargado de redactar el capítulo sobre pesca del EEE, también cree que sería mejor que Noruega se adhiriera a la UE. "Existe el temor de que si lo hiciéramos, la UE de repente llegaría y se quedaría con nuestro pescado", comentaba. "Pero no tiene ninguna lógica. Los derechos de pesca se estipulan según datos históricos, por lo que es absurdo insinuar que invadirían las aguas de Noruega de ese modo".

El petróleo, el gas y los productos fabricados se pueden comercializar libremente con la UE, porque los miembros del EEE cumplen todas las directivas relacionadas con el mercado único. "Somos el más obediente de los Estados miembros de la UE y aplicamos las directivas rápidamente y al pie de la letra y aún así, no tenemos derecho a votar sobre ellas", se quejaba Marit Warncke, que dirige la Cámara de Comercio de Bergen. "Nos quedamos fuera, en los pasillos, en lugar de sentarnos en la mesa de negociaciones".

Un debate sin muchos ánimos

Además, señalaba que su pertenencia al EEE acarrea una serie de costes. Por pertenecer a este espacio, Noruega contribuye al año con 340 millones de euros a la UE, a pesar de no ser miembro y de no poseer derechos de voto. Si Reino Unido dejara la UE, su contribución anual a través del EEE podría descender a sólo 2.000 millones de euros, comparados con la contribución neta de 11.600 millones de euros que realiza actualmente.

En las calles de Bergen, se observa poco entusiasmo por cambiar el status quo, pero el debate prosigue. "La gente en realidad no sabe lo que está ocurriendo", afirmaba Warncke. "Creen que estamos en una burbuja y que nos va muy bien. Pero tenemos que implicarnos más en Europa por nuestro propio bien y Gran Bretaña no debería ni plantearse salir de la Unión. Ninguno de nosotros podemos quedarnos aquí sentados, solos y comiendo pescado".

Contrapunto

El modelo noruego no es la respuesta

Quizá los euroescépticos crean que la relación que mantiene Gran Bretaña con la UE debería parecerse a la que tiene Noruega, pero según Mats Persson, del laboratorio de ideas Open Europe, incorporarse al Espacio Económico Europeo supondría “un trato mucho peor que la relación que existe actualmente”.

En una columna del Daily Telegraph, Persson escribe:

En primer lugar, Noruega es casi tan Estado miembro de la UE como Gran Bretaña, que traspone alrededor 75% de la legislación comunitaria, desde las regulaciones del mercado de trabajo (como la directiva sobre el tiempo de trabajo) a medidas contra el crimen o de la policía.

En segundo lugar, a pesar de verse obligado a aceptar estas leyes, Oslo no tiene representación en las instituciones de la UE y prácticamente carece de vías para influir en el proceso de toma de decisiones de modo que refleje sus intereses nacionales. ¿Debería Gran Bretaña “parecerse a Noruega”? Se realizarían el 36% de las actividades del mercado financiero de Europa, pero carecería de voz en lo que respecta a los enormes cauces de regulación que regirían dicho mercado [...]

Por último, las empresas noruegas tienen costes adicionales cuando venden productos manufacturados a Europa, derivados de las crípticas “Normas de Origen” de la UE, que imponen un arancel a toda importación que tenga elementos que procedan de fuera de la UE, y, además, mucho papeleo extra. Para Noruega resultaba admisible, ya que el 62% de sus exportaciones de bienes son en forma de pescado o de recursos naturales, que no se ven afectados por estas normas. Sin embargo, en el caso de Gran Bretaña, con su industria farmacéutica o sus empresas fabricantes de coches, esto supondría añadir de manera repentina unos costes adicionales y sería una desventaja competitiva.

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