Existe una creencia popular de que la Unión Europea (UE) progresa más en tiempos de crisis. Si esto es cierto, sin duda 2025 será un gran año para “Europa”. Por desgracia, esta creencia se mantiene principalmente dentro de la burbuja de Bruselas, donde se basa más en ilusiones que en la realidad política. La mayoría del “progreso” que logra la UE durante las “crisis” consisten en hacer que el problema siga avanzando o en encontrar una solución que inevitablemente creará un problema en el futuro.
Es casi seguro que el año que viene se producirá otra “crisis” para la UE, o al menos un gran desafío. Ahora que 2024 llega a su fin, los Gobiernos tanto de Francia como de Alemania, denominados en conjunto el “motor de la integración europea”, han perdido su mayoría parlamentaria y funcionan como administraciones fracasadas.
Alemania celebrará unas elecciones cruciales en febrero de 2025, pero, aunque los sondeos dan como clara vencedora a la democristiana CDU-CSU, la formación de coaliciones será difícil dada la fuerza de la ultraderechista AfD, uno de los pocos partidos de extrema derecha que aún se enfrenta a un cordón sanitario en Europa. En cambio, el presidente francés Emmanuel Macron sigue obstinadamente comprometido con Gobiernos de coalición que carecen de una mayoría parlamentaria viable, como el que dirige François Bayrou desde el 23 de diciembre.
Como suele ocurrir ante la falta de avances en el frente interno, Macron está dirigiendo su atención a la política exterior, sobre todo a la europea. Obviando a Alemania, en particular sobre la guerra de Ucrania, busca cada vez más apoyos en Europa Central y Oriental, en concreto en Polonia, con el apoyo entusiasta de Kaja Kallas, la estonia antirrusa y nueva Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Pero, a pesar del entusiasmo por mantener una postura dura frente a Rusia y el fuerte apoyo a Ucrania entre algunos líderes regionales, la oposición más fuerte también procede de esta región (sobre todo de Hungría y Eslovaquia).
Por supuesto, el verdadero desafío para la UE procede de Washington D.C., donde Donald Trump regresa al poder el 20 de enero. Aunque Trump no tiene una visión de un orden mundial alternativo, ha apostado gran parte de su reputación política a “llevar la paz” a Ucrania y a garantizar que Estados Unidos deje de pagar miles de millones de dólares a ese país. En lo que respecta a Europa, Trump es todo lo contrario a Joe Biden, un creyente transatlántico de la era de la Guerra Fría, que no estaba en sintonía ni siquiera con muchos en su propio partido y su electorado. Para Trump, Europa es primero una competidora y, después, una aliada. De forma similar, la OTAN es más una red de protección que una alianza de seguridad colectiva.
La UE está perdiendo tanto a su mayor apoyo extranjero como a su mayor protector exterior en un momento en que está más dividida que nunca y su “motor” tradicional se está quedando sin combustible
El regreso de Trump supondrá sin duda un cambio para la UE, pero está por ver si será para mejor. En primer lugar, empoderará a los “encantadores de Trump” de extrema derecha, como los primeros ministros Viktor Orbán en Hungría y Giorgia Meloni en Italia. En segundo lugar, producirá la plena normalización de Trump y de su comportamiento e ideas escandalosas, que ya está en plena exhibición en las acciones de Macron y otros, como el primer ministro holandés Dick Schoof. Esto no solo empujará a la UE más a la derecha en cuestiones como el cambio climático y la inmigración, como ya ocurrió en las últimas elecciones europeas, sino que también es probable que debilite el apoyo a Ucrania.
Pero lo más importante es que la sustitución de Biden por Trump ejercerá una tensión increíble en la propia UE. Aunque Trump no sabotee activamente a la propia UE enfrentando a los Estados miembros entre sí, o la política exterior de la UE apoyando a sus oponentes, la retirada de Estados Unidos de Europa dejará un enorme vacío político que la UE y sus Estados miembros tendrán que llenar. Aunque rara vez se menciona, Estados Unidos ha desempeñado una función decisiva en la configuración y el éxito de la UE, iniciando y presionando las acciones y decisiones europeas tanto durante la Guerra Fría como después de ella.
La UE está perdiendo tanto a su mayor apoyo extranjero como a su mayor protector exterior en un momento en que está más dividida que nunca y su “motor” tradicional se está quedando sin combustible. No es demasiado difícil sortear las crisis, que es lo que ha estado haciendo la UE durante gran parte del tiempo, sobre todo si puede esconderse detrás de la gran espalda de una superpotencia. Pero ahora la UE tendrá que idear no solo su propia política exterior y de seguridad, sino también los medios financieros y militares para respaldarla. Todo esto sucede mientras la extrema derecha asume una función importante en la mayoría de Estados miembros de la UE, así como en todas las principales instituciones de la UE, y cuenta con un oído empático en la Casa Blanca.
Lo más llamativo de toda esta situación es que los indicios eran más que evidentes hace casi una década. Se puede culpar a Trump de muchas cosas, pero no de no tener claro lo que quiere y lo que no. Con su primera administración ya demostró que habla en serio y que los “adultos de la sala” pueden, como mucho, controlar los daños. Pero, al más puro estilo europeo, la UE ignoró el asunto y se olvidó rápidamente de él mientras Biden hacía que las relaciones transatlánticas volvieran al apogeo del siglo XX. Absorbidos por las divisiones internas tanto en el ámbito europeo como nacional, los políticos europeos han optado por ignorar al elefante en la habitación, incluso cuando les está mirando a la cara con una sonrisa.
Mientras los debates sobre la “autonomía estratégica” vuelven a dominar la burbuja de Bruselas y cientos de artículos de opinión defienden su importancia, la UE vuelve a quedarse atrás. Sin visión de futuro, internamente dividida y debilitada, la UE se verá obligada a desempeñar una función mucho más importante en los principales conflictos del mundo, desde Gaza y Siria, hasta Rusia y Ucrania, y tendrá que actuar en gran medida sola y de inmediato, sin la cobertura de EE. UU. o dentro de unos años.
Se trata de una visión ciertamente sombría... a no ser, claro está, que vivas en la burbuja de Bruselas y creas que la UE prospera en tiempos de crisis.
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