“Próxima parada, el Reino Unido”, leemos en la primera página del Daily Mail: el periódico informa sobre el cierre de “la jungla”, un campo de refugiados situado en Calais, Francia, a donde acuden solicitantes de asilo de todas partes del mundo que intentan conseguir entrar en el Reino Unido. La operación la lideraron “antidisturbios franceses armados con lanzallamas, pistolas eléctricas y gas lacrimógeno”. Rodearon con escavadoras la “barriada de tiendas de lona y chabolas desvencijadas” donde “el aire está siempre impregnado del hedor que desprenden la comida podrida y los desechos humanos”, informa el rotativo londinense, siempre dispuesto a mantener a sus conservadores lectores al corriente de los modales en la mesa de las hordas de inmigrantes que buscan refinarse en las tranquilas y verdes costas de Inglaterra. Hasta ahora han arrestado a 238 inmigrantes, llegados principalmente de Irak y Afganistán occidentales. La mitad de ellos son niños.
Según las organizaciones de ayuda humanitaria la mayoría serán devueltos al país desde el que accedieron a la UE, Grecia es uno de los principales puntos de entrada. El ministro del Interior francés, Eric Besson, justifica la redada policial con razones humanitarias y describe el campo como una base de operaciones de “traficantes de personas”. Su homólogo al otro lado del Canal, Alan Johnson, dijo estar “encantado” con la noticia. Por otro lado, las víctimas de los traficantes de personas parecen tener una opinión bien distinta: “estamos todos decididos a empezar una nueva vida en Inglaterra”, explica un joven de 22 años procedente de Kabul.