Ewa Majewska es una feminista, activista y filósofa polaca. Trabaja en la Universidad SWPS de Varsovia y es autora de Feminist Anti-Fascism, Counterpublics of the Common (Verso Books publisher, 2021)cim [Feminismo Antifascista].
¿Qué piensa usted de lo que es el feminismo hoy en día y cuáles son sus más importantes tareas?
Creo que la noción más popular del feminismo realmente tiene mucho que ver con la igualdad entre hombres y mujeres. Es una noción liberal que sugiere que la misión feminista se cumplirá cuando las mujeres tengan el estatus de los hombres. Se trata de un malentendido, con el que realmente no estoy para nada de acuerdo porque creo que es muy reduccionista. El feminismo real, o el feminismo con el que me siento feliz y que quiero promover, es una teoría y también una práctica de gestión política que tiene su inicio en la experiencia de ser socializada, educada y criada como mujer. Necesitamos esta teoría, práctica y gestión política para comprender diferentes versiones de desigualdades, diferentes versiones de discriminación, diferentes alternativas al patriarcado capitalista neoliberal.
Así pues, para mí, el feminismo está enraizado en una versión de experiencia socialmente interpretada, una experiencia encarnada en la que las personas aprenden a ser seres humanos de segunda clase y en la que conciben sus reivindicaciones emancipadoras. Así pues, para mí, el feminismo no se reduce solo a cuestiones de hombres-mujeres o de masculinidad-feminidad.
Se trata más bien de poner en tela de juicio una versión de la sociedad en la que hay personas con muchos privilegios y otras sin ninguno, en la que "el orden natural" se considera algo jerárquico, en la que alguna versión de líder o de Dios está en la cima, y luego están los hombres y mujeres y esclavos, o las personas sin privilegios, o las personas discriminadas por otros motivos, como la orientación sexual, clase, religión o etnia.
Para mí, el feminismo es una doctrina bastante amplia. No tengo miedo de decir que es una gran ideología. Es una gran teoría que comienza con la experiencia de la feminidad personificada y socialmente interpretada. Pero luego va mucho más allá e incluye la experiencia de otras formas de vida discriminadas. Crea utopías o alternativas que ponen en tela de juicio el statu quo. Una gran parte del feminismo es también una crítica a la sociedad existente. Y una autocrítica. Creo que esto es algo que bell hooks, una de mis escritoras feministas favoritas, ya había dicho muchas veces: que el feminismo a veces tiene esa asombrosa capacidad, que a veces se convierte en un obstáculo, de ser demasiado crítico consigo mismo.
El feminismo es el movimiento social y la teoría probablemente más autocrítica de todas las posiciones políticas, teorías y formas de activismo. Y eso es bueno, porque significa que estamos intentando cambiar nuestra posición teórica, nuestras exigencias políticas, nuestras formas de activismo, nuestras formas de ser. Y tendemos a intentar ver el problema también de nuestro lado, no solo del de quien está siendo criticado o cuestionado.
Para mí, el feminismo es un esfuerzo por crear una sociedad igualitaria impulsada por la solidaridad y el altruismo más que por la competencia y la lucha. No creo que tengamos que eliminar el conflicto de nuestra visión del mundo. Pienso que las personas feministas bien pueden ser dialécticas o marxistas. Pero pienso que una cierta visión idealista de la sociedad bien pudiera ser una en la que esos conflictos se resolvieran respetuosamente y con cuidado para todas ellas.
Esa sería la diferencia entre mi visión del feminismo y la visión liberal del feminismo, en la que nos centramos en las personas y sus derechos más que en la composición social de los pueblos. La versión del feminismo que yo respaldo tiene también tiene grandes reivindicaciones económicas y está muy en desacuerdo con la economía neoliberal. Por eso creo que la economía basada en la competencia, que se fundamenta en la idea del beneficio inmediato y que defiende la división desigual del trabajo y los beneficios, está absolutamente en desacuerdo con el feminismo.
Deseo resaltar que una gran parte de lo que es para mí la lucha del feminismo nos enseña a abrazar otras luchas, incluidas las luchas de las personas trans y no binarias. No acabo de entender que quienes de una u otra forma están en contra de las personas trans y no binarias puedan considerarse feministas. Creo que eso va en contra del supuesto fundamental, el de que está mal ser discriminada y oprimida debido a la propia identidad de cada una.
¿Qué espera usted que suceda en Polonia después de las elecciones, en cuanto a los derechos de las mujeres?
En los tres o cuatro meses próximos vamos a ver un montón de luchas, un montón de negociaciones y un montón de esfuerzos para sobornar a varias personas, para convencerlas de que cambien de posición política. Pero también preveo otra cosa. Lo que acabo de describir era una visión muy concreta de las maniobras políticas que pudieran estar a punto de producirse. Pero hay otra cosa que es muy importante relacionada con los resultados de las elecciones. Muchas amigas feministas y yo misma aquí en Polonia compartimos la experiencia de despertar en un país diferente. Y esto es extremadamente importante porque a lo largo de estos ocho últimos años hemos estado viviendo en un país gobernado por dos versiones de lo que yo denominaría un estado de excepción.
Por una parte tuvimos muchísimas políticas y decisiones políticas fascistas que básicamente se tomaban casi a diario. Tuvimos los problemas en la frontera polaco-bielorrusa y las atrocidades en esa frontera contra los refugiados de diversas razas. No tuvimos solamente el antifeminismo, sino básicamente una legislación contra las mujeres, orientada a una prohibición del aborto más rígida que la ya existente. Tuvimos declaraciones, informes y esfuerzos para cambiar las leyes y endurecerlas en contra de las personas LGBTQI+. Tuvimos momentos muy trágicos en materia laboral.
Hubo personas que murieron en sus puestos de trabajo debido al agotamiento. Así, por ejemplo, hubo médicos y enfermeras que murieron mientras hacían su trabajo. Tuvimos, por lo menos, un trabajador de Amazon que murió de agotamiento durante el periodo del covid. El gobierno no intervino mucho en estas situaciones. Básicamente tuvimos este estado de excepción, esta situación de tratar a ciertas categorías de personas como enemigas, como menos que seres humanos. Pero también sufrimos de lo que denomino este estado de excepción, que consiste en ser constantemente provocadas por decisiones y declaraciones políticas que provocan emociones muy intensas y difíciles de controlar, como el miedo, la ira y la ansiedad.
Hemos estado viviendo así durante ocho años. Cualquiera que tuviera una posición y una mentalidad progresistas se despertaba cada día para tener conocimiento de nuevas atrocidades y nuevos discursos de odio cometidos y pronunciados por el gobierno. La mayor diferencia ahora, después de las elecciones, es que no despertamos con esa persistente sensación de ansiedad, de miedo, de alguna nueva decisión o situación política inaceptable que tenemos que afrontar y combatir.
Así pues, estamos exhaustas después de ocho años de protestar contra todo: por las mujeres, por los derechos de las personas homosexuales, por los refugiados, por los trabajadores. Todas estas luchas se han librado día a día con mucha intensidad. Así pues, yo diría que estamos en el lado de la oposición y aquí no establezco muchas distinciones entre las izquierdas y los liberales, porque muchos liberales verdaderamente estuvieron muy ocupados criticando también al gobierno conservador. Estamos exhaustas.
Por una parte, precisamente ahora, estamos a punto de presenciar muchos acontecimientos divertidos en la escena política. Pero, por la otra, al menos no sufrimos ese agotamiento, esa ira, ese miedo día tras día en nuestra vida emocional. Es un cambio fantástico.
En septiembre de 2022, presenciamos el estallido de grandes protestas en Irán a propósito de las luchas feministas y contra los controles estrictos. ¿Hay un feminismo islámico? ¿Es la misma clase de feminismo que el que vemos en Occidente, o hay algunos otros países donde la lucha feminista es diferente en términos de realización?
Me gustaría hacer un par de comentarios acerca de la forma en que plantea usted esta pregunta. Uno es que tiene usted mucha delicadeza al describir la situación en Irán. Creo que aquello por lo que las mujeres y sus aliados han estado luchando en Irán desde el pasado año, desde septiembre del pasado año, fue en realidad un genocidio contra las mujeres.
No se trataba de las condiciones de trabajo, de la peluquería o cualquier cosa similar. En realidad se trataba de los denodados esfuerzos del estado iraní para borrar la imagen de las mujeres, básicamente para matarlas. Así pues, la situación fue mucho más dramática que como se ha descrito. Hago este comentario a fin de que podamos avanzar respecto a una percepción ligeramente alterada, porque yo no reduciría las protestas en Irán a las formas de peinarse las mujeres, o a su educación, o a sus derechos en una forma tan suave. Diría que lo que estaba en juego era el derecho a vivir allí como mujer.
Y otra cosa es que encuentro muy problemático hablar del feminismo islámico, porque si queremos hablar de feminismo islámico, también tenemos que hablar del feminismo católico o del feminismo ateo. Estaríamos dividiendo el feminismo en contextos religiosos, regionales o culturales, algo que hemos de evitar. No hablamos demasiado sobre el feminismo europeo, por ejemplo, principalmente porque se considera que es diverso. Hay literatura feminista, incluida toda una variedad posmoderna.
Así pues, estoy bastante en contra de estar abierta a la idea del feminismo islámico, porque en los países que consideramos islámicos tenemos marxistas, tenemos posmodernos, tenemos tradicionalistas. Ya sabe, los feminismos son feminismos. Y no solo están influidos por el contexto cultural. Nacen de un rechazo a la desigualdad, la opresión y la discriminación de las mujeres, el tratamiento de las mujeres como si fueran un recurso, una fuente de trabajo no retribuido e invisible, como una fuente de capacidad reproductiva. Y esta lucha es muy similar en Polonia, en Irán, en EE. UU., en Brasil, en todas partes. Así que, por lo que a mí respecta, el propio concepto de feminismo islámico es una idea que nos viene de Europa, una idea que se basa en nuestro intento de entender al mundo regionalmente. Y no creo que esa sea la mejor forma de ver el mundo.
Así pues, yo hablaría de mujeres en Irán, o feministas en Irán, pero no las llamaría feministas islámicas, porque pueden ser contrarias al Islam, o puede que quieran conservar ciertos aspectos del Islam, pero al mismo tiempo aspiren a promover la economía marxista, por ejemplo.
En esta región que es considerada islámica, tenemos mujeres de Rojava, tenemos mujeres palestinas, tenemos mujeres iraníes. Tenemos mujeres en Irak y Afganistán que están creando versiones ligeramente diferentes del feminismo. Pero lo que las une no es el Islam; no es el asunto principal para las feministas. En ninguna parte, ni siquiera en países donde el Islam es la religión principal, eso es el asunto principal.
Su mayor preocupación es, siempre, la situación y la posición de las mujeres, pero también de todas aquella áreas de la cultura, la sociedad o la economía que se perciben como femeninas: la reproducción social, el trabajo invisible, el sector de los cuidados y otras áreas donde lo que se percibe como culturalmente femenino es objeto tanto de abuso como de discriminación. Y pienso que en las regiones islámicas del mundo, como en cualquier otra parte del planeta, las mujeres tienen respuestas muy diferentes para estos problemas.
Lo que de verdad admiro de las mujeres que están luchando por sus derechos y por la igualdad y el feminismo en los países islámicos es que son admirablemente valientes. El valor de ser feminista en esas partes del mundo es realmente admirable. De modo que, tal vez, esa sea la principal diferencia que veo.
La versión original completa de este artículo en Crossbordertalks
Desde la década de 1980 y la financiarización de la economía, los actores financieros nos han mostrado que los vacíos legales esconden una oportunidad a corto plazo. ¿Cómo terminan los inversores ecológicos financiando a las grandes petroleras? ¿Qué papel puede desempeñar la prensa? Hemos hablado de todo esto y más con nuestros investigadores Stefano Valentino y Giorgio Michalopoulos, que desentrañan para Voxeurop el lado oscuro de las finanzas verdes; hazaña por la que han sido recompensados varias veces.
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