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¿Hacia un retorno del sindicalismo en Europa?

Después de una década, los países de la Unión Europea han experimentado profundas transformaciones en el mercado de trabajo que ponen en mala situación el papel de protección de los sindicatos. De unos a otros, cada país procura adaptarse ante una precarización creciente de ciertos trabajadores, que se organizan de formas híbridas para gestionar sus luchas.

Publicado en 1 mayo 2024 a las 08:00

Esto es una primera victoria. El 11 de marzo de 2024, los ministros de trabajo de los 27 países de la Unión Europea han aprobado un acuerdo sobre el proyecto de directiva relativa al trabajo en las plataformas. Se trata del primer texto legislativo europeo encaminado a fijar unas normas mínimas para mejorar las condiciones de trabajo de 28 millones de trabajadores de plataformas como Uber y Deliveroo.

“Esto es evidentemente un éxito, al menos simbólico. Hace años que la Confederación Europea de Sindicatos (CES) se moviliza ante los diputados y la Comisión en cuanto a una regulación de la economía de las plataformas”, indica el investigador en ciencias políticas Kurt Vandaele, que ha seguido y documentado la lucha de los mensajeros en Bélgica.

El acuerdo no fue apoyado por dos países: Alemania, que se abstuvo, y Francia, que votó en contra. "A partir de ahora, esto dependerá de la transposición de la directiva y de su aplicación en los estados miembros. Sin olvidar el poder de cabildeo de las plataformas. El camino sigue siendo largo y difícil", matiza Vandaele. Pero una victoria es una victoria, y en los últimos años estas han sido pocas a nivel social.

¿Debilitamiento sindical?

Desde la década de 1980, la mayoría de los países occidentales se han visto marcados por un debilitamiento del sindicalismo que ha ido acompañado de transformaciones en el mercado de trabajo: explosión de la subcontratación y externalización de los servicios –particularmente en los sectores de la limpieza y la ayuda a domicilio–, fragmentación y precarización del asalariado con el desarrollo de condiciones híbridas y de emprendimiento autónomo, fragmentación de las relaciones laborales…

Los sindicatos se encontraron en todas partes ante reformas estructurales que pusieron en tela de juicio su funcionamiento.


“el primer paso es penetrar en los ‘desiertos sindicales’” -  Jacques Freyssinet, economista


Según las tasas de sindicalización en Europa, los últimos años no han revertido la tendencia, a pesar de un resurgimiento de afiliados tras la crisis sanitaria y tras el aumento del coste de la vida. “No basta con mirar la tasa de sindicalización”, analiza la socióloga Cristina Nizzoli, autora de C’est du propre ! Syndicalisme et travailleurs du « bas de l’échelle » [¡Qué bonito! Sindicalismo y trabajadores de “nivel inferior”] (Marseille et Bologne) (PUF, 2015). “Lo importante es entender qué motiva la afiliación y qué da sentido al sindicato. Cuando vemos, por ejemplo, la movilización por las pensiones en Francia en 2023, me parece erróneo hablar del declive del sindicalismo”.

Hace la misma observación Kurt Vandaele, que recuerda la magnitud de las movilizaciones sindicales en el sector público en Países Bajos a principios de 2023, o la lucha sin precedentes de mil empleados de Tesla, en Alemania, al unirse al poderoso sindicato de la industria automovilística IG Metall para obtener mejores condiciones de trabajo.

Por el contrario, la transformación del mercado de trabajo empuja a las organizaciones sindicales tradicionales a cuestionar sus prácticas y a redefinir los objetivos de su acción.

Cristina Nizzoli se interesa por los sectores donde la masa trabajadora está compuesta cada vez más por inmigrantes, mujeres y personas de razas diferentes. Estudió el caso de las camareras de piso en el sector de la limpieza en Francia e Italia. "Es sorprendente ver cómo unos empleados precarios con recursos débiles –y no sólo económicos– logran liderar luchas que duran meses (...). No son las mismas especificidades que las de los trabajadores de plataformas, pero lo que es interesante de observar es la forma en que estas luchas y movilizaciones ponen a prueba al sindicalismo tradicional, particularmente en lo que respecta a su estructura y su forma de representarlas.

La adaptación no ha sido fácil. “Importa particularmente el caso en países como Francia e Italia, que tienen una organización confederal adaptada al asalariado clásico”, precisa la socióloga. Con la fragmentación del trabajo asalariado, las personas cuidadoras, asistentas domésticas e incluso las trabajadoras de la limpieza pueden estar cubiertas por varios convenios colectivos. Por lo tanto, la entrada por federación no nos permite tener una visión global de sus condiciones de trabajo. 

Sobre el terreno, la investigadora observa el papel central que desempeñan los sindicatos locales y departamentales que “permiten atraer a los trabajadores y crear un vínculo a largo plazo”. Recurrir a los sindicatos locales también permite sortear la presión y la represión de los empleadores en los centros de trabajo. Sin embargo, afirma Nizzoli, estos sindicatos todavía parecen depender de la actividad de los activistas que componen los sindicatos locales, sin hacer ninguna reflexión real en un sentido más amplio.

"El desarrollo de la subcontratación requiere un 'sindicalismo en forma de red' con una mayor cooperación entre las estructuras sindicales existentes, pero también la modificación de determinadas estructuras", añade Kurt Vandaele. "El objetivo es instaurar una confianza a menudo basada en habilidades lingüísticas distintas de la lengua materna del país en cuestión".

En Bélgica y Países Bajos, Vandaele indica que el poder de organización de las plataformas de entrega de comidas se había traducido, en 2017, en comunidades numéricas en línea y la auto-organización en grupos de militantes. “El poder del discurso generado por los mensajeros ha desempeñado un papel importante (...). Como la economía de plataformas es todavía un sector relativamente nuevo, los sindicatos tradicionales no avanzan deliberadamente, sino que escuchan, activan las quejas y las propuestas de los mensajeros", señala Kurt Vandaele. 

Penetrar en los “desiertos sindicales”

Los países anglosajones han desarrollado a lo largo del tiempo unas estrategias denominadas “organising” que consisten en utilizar los anclajes territoriales y comunitarios para dirigirse a categorías específicas de trabajadores, como inmigrantes, mujeres o jóvenes precarios. "Estamos realmente fuera del ámbito de la empresa y de la representación sindical tradicional, con el recurso a figuras militantes entre las que se contarán organizaciones diversas, ya sea la Iglesia, una comunidad étnica o del mismo origen...", explica Cristina Nizzoli.

El objetivo, más allá de la simple búsqueda de afiliados en categorías poco sindicalizadas, es apuntar al empoderamiento de estas poblaciones. Esto es lo que desarrolla el economista Jacques Freyssinet: "Sin duda, el primer paso es penetrar en los 'desiertos sindicales'. El objetivo final es fomentar la creación de estructuras sindicales sostenibles que den a los trabajadores la capacidad de definir de forma autónoma sus reivindicaciones y modos de acción”. 

Una práctica en la que también se han inspirado los sindicatos alemanes para contrarrestar la creciente demanda de trabajo temporal por parte de las empresas, especialmente en el sector metalúrgico. Como relata Jacques Freyssinet en Tensions et ambiguïtés dans la stratégie d’organising [Tensiones y ambigüedades en la estrategia de organización], el principal sindicato metalúrgico, IG Metall, tuvo que cuestionar su estrategia institucional, centrada en el proceso de negociación intersindical, y renovar su repertorio de actuaciones. 

Movilizaciones y apoyos extrasindicales, recrear el colectivo

Las luchas de los trabajadores precarios, fuera del asalariado “clásico”, se emprenden también gracias al apoyo de actores extrasindicales. El caso del colectivo Las Kellys creado en 2014 en España fue emblemático: la asociación reagrupa a las camareras de piso movilizadas y decididas a luchar colectivamente por ellas mismas, en ausencia del apoyo de las grandes confederaciones sindicales. 

Son, en gran medida, inmigrantes muy poco escolarizadas y denuncian la degradación de sus condiciones de trabajo y la precariedad de su situación, atrapadas por el sistema de subcontratación vigente en el sector de la hostelería. “La red militante es muy útil para que las luchas se mantengan en el tiempo, para conseguir financiaciones, cajas de resistencia, etc. Sin embargo, tengo cuidado de no encontrar algo nuevo donde no lo hay necesariamente. A partir de la década de 1990, observamos muchas movilizaciones de trabajadores sin papeles, fuertemente apoyadas por colectivos activistas, que también se llevaron a cabo con el apoyo de las uniones sindicales locales”, explica Cristina Nizzoli. 

Las movilizaciones y la proximidad con los actores sindicales del campo en cuestión son también más importantes en un contexto de fragmentación del mercado de trabajo. “Las personas que trabajan como ayudantes a domicilio nunca se reúnen y ya no tienen tiempo colectivo para reunirse y hablar del trabajo. Así, el sindicato tal como lo veo en mi campo, en estos sectores precarios, se convierte en un lugar primordial para la socialización del trabajo", continúa la investigadora. 

Cuestión de representación y representatividad

En los últimos años es innegable una tendencia hacia la feminización de los sindicatos. En el caso de las secretarias, el cambio no es sólo simbólico, sino que su presencia en estos puestos de responsabilidad permite plantear aún más la cuestión de las mujeres, que de hecho están sobrerrepresentadas en los sectores precarios. De hecho, según el informe de la Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género en Europa, presentado al Parlamento en junio de 2022, "el riesgo de pobreza o exclusión social en la Unión Europea era, en 2020, mayor entre las mujeres que entre los hombres (22,9 % en comparación con el 20,9 %)”, y la brecha de pobreza entre mujeres y hombres ha aumentado, desde 2017, en 21 estados miembros. 

A pesar de la adopción de varias normas a nivel de la Unión Europea durante los últimos diez años para combatir el trabajo precario, particularmente el de las mujeres, estas siguen siendo más propensas que los hombres a verse afectadas por el trabajo precario. “Esta sobrerrepresentación se debe, entre otras cosas, al tiempo desproporcionado que las mujeres dedican a los cuidados y al trabajo doméstico, actividades ambas que no están remuneradas y en gran medida tampoco están reconocidas”, analizó en 2020 el Departamento de Derechos de los Ciudadanos y Asuntos Constitucionales del Parlamento Europeo.

Otro factor: "las elecciones de carrera en parte condicionadas socialmente y con segregación entre los géneros", lo cual da como resultado una alta prevalencia del trabajo femenino precario en los sectores de cuidados, educación, limpieza, turismo y servicios a las personas, en todos los cuales existe una proporción particularmente alta de trabajo a tiempo parcial, a menudo asociado con la privación de prestaciones sociales y desventajas en términos de promoción. 

“Hay que analizar todo lo que implica, en términos de estigmatización y de materialidad de las relaciones sociales, el hecho de ser mujer de una raza diferente dentro de una clase popular. Sin embargo, todavía brilla por su ausencia una reflexión sindical sobre esta dominación plural que finalmente hace que observemos que estas personas, presentes durante las luchas, desaparecen con el paso del tiempo. Nos encontramos ante mujeres a las que les resulta mucho más dificultoso implicarse, en todos los niveles, máxime cuando el sindicato no siempre les ofrece un lugar para desarrollarse internamente”, subraya Cristina Nizzoli. 

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