Análisis La sociedad civil y la extrema derecha | Rep. Checa

“Se deberían haber esforzado más”: Chequia no puede encontrar una respuesta al populismo

El populismo checo está pujante, debido en parte a las políticas antisociales del gobierno nacional de derechas. Mientras que los liberales echan la culpa a la desinformación, la izquierda sigue languideciendo o flirteando con ideas fascistas. Y la fobia a los inmigrantes hace tiempo que se ha hecho omnipresente.

Publicado en 2 junio 2024 a las 18:37

Es 6 de abril y la temperatura supera los 30 grados. Los primeros mercados callejeros del año se van a abrir hoy en la Plaza de Malá Strana, en pleno corazón de Praga. En los puestos se vende de todo, desde delicatessen argentinas a limonada orgánica. Sin embargo, para llegar a ellos uno tiene que abrirse camino entre cientos de personas, mayoritariamente jóvenes, que no han ido allí en busca de algo para comer. Enarbolan pancartas con mensajes tales como “Mi cuerpo, mi elección” o “Nosotras somos las auténticas provida”.

Peter, del sindicato estudiantil Mater Noster, vocifera ante un megáfono. “¡El movimiento que se denomina provida (Hnutí pro život) no es en absoluto provida! ¡Nosotros somos quienes defendemos la justicia social y a los trabajadores, nosotros sí que somos provida! ¡Provida para las mujeres, provida para la infancia, provida para el colectivo LGTBIQ+, provida con la autonomía del cuerpo, provida con el amor!”

Photo: "Czechia against fear" (František Plzák)
Manifestación "Chequia contra el miedo" en Praga, 30 de octubre de 2023. | Foto: František Plzák

Al mismo tiempo, un grupo de personas de la fila de enfrente están discutiendo acerca del tiempo verbal del español en “¡No pasarán!

Con la bandera rosa flameando sobre el escenario, la multitud se dirige a bloquear el cercano Puente de las Legiones. Algunas personas se sientan en la calzada del puente, otras se quedan de pie, dubitativas, en el borde. El bloqueo queda asegurado por dos personas que se han subido al cableado del puente. La denominada Marcha por la Vida, una demostración anual contra el aborto, todavía no se ve,pero la muchedumbre sobre el puente ya está coreando “¡Fascismo clerical, inmundicia y escoria!”.

El gobierno checo está poniendo las cosas más fáciles a los neofascistas

El bloqueo de la marcha antiaborto que se produjo en abril, la cuarta de tales protestas, sigue una tradición de marchas de contraprotesta neonazis que se iniciaron en la década de 1990. En aquellos tiempos, la extrema derecha checa todavía parecía la imagen estereotípica del nazismo: cabezas rapadas, botas y esvásticas.

El politólogo Jan Charvát indica que antes era fácil detectar la figura del neonazi de cabeza rapada. Y esto era cierto incluso para personas que compartían algunos de sus puntos de vista;  por ejemplo en lo concerniente a los romaníes.

“Y bien cierto es que durante mucho tiempo los únicos que realmente hablaron alto y claro contra los neonazis fueron los anarquistas”, apunta Charvat. “Pero los anarquistas también dijeron: nosotros no somos la sociedad civil, estamos en contra del Estado. Así que los bloqueos antifascistas se presentaron en los medios de comunicación como un conflicto entre dos grupos extremos y marginales, como una lucha entre cabezas rapadas y punks que no concernía a las personas de a pie”. Esos bloqueos terminaron en 2007. Los anarquistas cayeron en la cuenta de que los neonazis estaban acudiendo a las manifestaciones más que nada para armar bronca, dice Charvát.

En 2015, en respuesta a la denominada crisis migratoria, la extrema derecha cambió finalmente sus tácticas. El racismo y el antisemitismo fueron sustituidos por la islamofobia, el nacionalismo descarado fue sustituido por el “euroescepticismo”, y las referencias autoritarias fueron sustituidas por llamamientos a la democracia directa (el más fuerte de los partidos checos de extrema derecha se llama Libertad y Democracia Directa).

En sus actos contra los refugiados, los oradores presentes en el estrado eran todos hombres bien trajeados. Se las ingeniaron para convencer a una parte de la sociedad de que el mundo está controlado por organizaciones no gubernamentales “no electas”. Por toda Europa se celebraron manifestaciones en solidaridad con los refugiados sirios, pero en Praga solo unas pocas decenas de personas se manifestaron para abogar por que se les aceptara.

De hecho, la oposición a los refugiados de Oriente Medio y África acabó por convertirse en un punto de consenso en las principales líneas políticas. La República Checa aceptó entonces un total de doce refugiados dentro de las cuotas de la UE. De esta manera el espectro de la inmigración musulmana pronto dejó de servir como tema para las manifestaciones.


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De manera que la maquinaria de desinformación y la extrema derecha se centraron en otras crisis: la pandemia del coronavirus y las restricciones que motivó, la guerra en Ucrania y la llegada de medio millón de sus refugiados. Y, no menos importante, la inflación.

Todas estas crisis culminaron en unos momentos en que los salarios reales en Chequia llevaban más de dos años bajando de forma continuada. A finales de 2022 este descenso era el más pronunciado de toda la OCDE.

El gobierno checo de derechas respondió a este continuo empobrecimiento de la población con lo que denominó “austeridad”, es decir, una política de recortes motivada por la ideología neoliberal. Esto hizo el juego a las corrientes fascistas presentes en la sociedad. Les faltó tiempo para culpar  a asuntos como la ayuda a Ucrania o a la oposición del gobierno al gas ruso (aunque tal oposición no era más que simple retórica) del desplome económico.

En septiembre de 2022, Jindřich Rajchl, otrora miembro del movimiento de ultraderecha Trikolóra, convocó una manifestación antigubernamental, Chequia Contra la Pobreza. Sus exigencias incluían la nacionalización de la empresa energética CEZ, la supresión del comisariado gubernamental para medios y desinformación  y una interrupción de la ayuda militar a Ucrania. Llenó la Plaza de Wenceslao: acudieron más de 70 000 personas.

La superioridad moral de los liberales checos

“Todos quedamos aterrorizados al ver que los propagadores del miedo habían podido reunir a tanta gente en la Plaza de Wenceslao”, recuerda Mariana Novotná de Milion Chvilek Pro Demokracii (“Un Millón de Momentos para la Democracia”), una iniciativa cívica que a partir de 2017 ha venido organizando protestas masivas –las mayores desde la revolución de 1989– contra Andrej Babiš, a la sazón primer ministro de Chequia que también es empresario, propietario de medios de comunicación y, además, objeto de investigación en los tribunales por presuntos delitos de índole económica.

“Percibíamos mucho miedo económico. La sociedad checa temía que no hubiera con que calentar sus hogares en invierno. Por ello, queríamos reunir a personas que, a pesar de sus temores, desearan una dirección proeuropea. Dejar bien claro que ninguno de nosotros está solo en esto”.

Tuvieron éxito, en cierta medida. Andrej Babiš no consiguió la mayoría en las elecciones de 2021. A la manifestación "Chequia contra el miedo" de octubre de 2022 asistió un número de personas similar al que acudió a la de Jindřich Rajchl. Pero Novotná admite que los "Chvilkaři" [los partidarios de esta iniciativa] se cuidan de limitar sus críticas al gobierno, no sea que ayuden a Babiš o al SPD de extrema derecha.

Cuando el grupo llama al orden al gobierno, lo hace sobre temas como la desinformación o el conflicto de intereses del ministro de justicia Pavel Blažek. "Tuvimos que limitar nuestro ángulo. No nos centramos en cuestiones socioeconómicas. No es nuestro tema principal y no tenemos conocimientos prácticos al respecto", explica Novotná.

La principal respuesta de los liberales checos ante el progresivo avance del neofascismo ha sido un paciente esfuerzo para refutar la desinformación. Por desgracia, esto suele ir acompañado de una insinuación de superioridad moral dirigida a las masas poco sofisticadas, ilustrado elocuentemente por el término “dezolát” ("engañados") utilizado para describir a quienes difunden y respaldan la desinformación.

Los liberales, tanto dentro como fuera de la coalición gobernante, tienden a restar importancia a la posibilidad de que el gobierno, por culpa de sus políticas antisociales, esté empujando a sus potenciales partidarios a los brazos de los populistas de derechas. Parece que dan a entender que los dezoláti se deberían haber esforzado más para mejorar su educación y su situación económica.

“Hoy por hoy [los nacionalistas] no tienen nada que vender que no sea miedo”, comenta Dave de la iniciativa Illumicati, cuyos miembros han estado agitando banderas ucranianas en las manifestaciones de Rajchl. “Están explotando el resentimiento contra el gobierno entre las gentes menos pudientes, cuyos problemas son fáciles de achacar al gobierno. No se trata de que el gobierno esté haciendo todo bien, pero hay que preguntarse si parte del problema no es autoinfligido”.

Más que su retórica antirefugiados o antifeminista, lo que más molesta a los liberales checos del populismo actual afín al fascismo es que a menudo se muestra prorruso. De hecho, la oposición "antisistema" critica abiertamente la política exterior del gobierno checo muy orientada hacia Occidente.

Los problemas de la izquierda checa

Así pues, las raíces sociales del neofascismo son consideradas una prioridad sólo por una minoría de la izquierda progresista actual, que generalmente prefiere atacar (con justificación) a los populistas de derechas a propósito de cuestiones culturales como el aborto.

“No somos un partido político y no es nuestro cometido convencer a nadie”, razona Kryštof (se omite el nombre real a solicitud del interesado) de Kolektiv 115, que organizó el bloqueo de la Marcha por la Vida. “Estamos impulsando una política basada en la gente trabajadora, los migrantes, los romaníes y las personas transexuales. Rechazamos la idea de una ‘clase trabajadora’ genérica que es y siempre será xenófoba”.

Ese reciente bloqueo movilizó a un buen número de personas, pero fue algo excepcional. “El derecho al aborto afecta a la mitad de la población”, dice la socióloga Eva Svatoňová para justificar la enorme concurrencia. “Al mismo tiempo, es un asunto unificador en el que están de acuerdo tanto la izquierda como el feminismo. Además, fácilmente podemos ver lo que el movimiento provida ha hecho en Estados Unidos, Polonia, Italia y Eslovaquia”.

Por el contrario, una manifestación a mediados de marzo para conmemorar el Día Internacional contra el Racismo y el Fascismo reunió a muy pocas personas. La izquierda checa languidece y sigue dividida. En 2021 quedó totalmente excluida del Parlamento por primera vez en su historia, pues sus votantes quedaron absorbidos por el movimiento populista ANO del primer ministro Andrej Babiš. Los socialdemócratas habían optado imprudentemente por formar parte de su coalición durante dos mandatos, e incluso los comunistas apoyaron al gobierno durante varios años.

The situation is complicated further by the anti-migrant and anti-feminist rhetoric coming from conservative quarters of the Czech left. The vain belief is that this will help win back traditional left-wing voters and help the left become relevant again.

La situación se complica todavía más con la retórica contraria a los inmigrantes y al feminismo esgrimida por los sectores conservadores de las izquierdas checas. La vana creencia es que esto ayudará a recuperar a los votantes tradicionales de izquierdas y ayudará a que las izquierdas vuelvan a ser relevantes.

Por su parte, los que se denominan comunistas concurren este año a las elecciones al PE junto con los que anteriormente fueron miembros del movimiento de extrema derecha de Jindřich Rajchl. Y cada vez es más difícil seguir la pista a los socialdemócratas que han desertado hacia la extrema derecha.

Bohumír Dufek, presidente de la Asociación de Sindicatos Independientes, llegó a tomar la palabra en las manifestaciones de Rajchl. Más tarde, invitó a un notorio promotor de la desinformación, Daniel Sterzik, a una protesta de acompañamiento a una huelga de profesores, con lo que dieron a los medios de información del sistema una excusa para hablar de algo que no fuera las exigencias de los huelguistas.

El politólogo Ondřej Slačálek comenta que “el papel de la extrema derecha en nuestro país ha sido asumido por una nueva corriente de conservadurismo, proveniente tanto de la derecha como de la izquierda y que se identifica como contrario a los migrantes, las mujeres, las minorías y el liberalismo contemporáneo. Como quedó demostrado cuando no fueron aprobados en el Parlamento ni el matrimonio de personas del mismo sexo ni el Convenio de Estambul (sobre violencia doméstica)”.

Su colega Charvát cree que el letargo del pueblo checo ante la amenaza fascista es resultado, también, de su forma de entender la historia checa: “Nosotros mismos nos consideramos una nación pequeña, mientras que en Europa somos un Estado de tamaño más bien mediano. Hay una persistente sensación de que estamos siendo manipulados, de que estamos encajonados en la periferia entre Rusia y Alemania”.

Esta desmovilización fue más alentada en la década de 1990 por Václav Klaus, primer ministro, de derechas y subsiguiente líder del Partido Cívico Demócrata (ODS), conservador. “Klaus consideró que el activismo cívico estaba usurpando el papel de los partidos políticos, que necesitaban ganar elecciones y que por ello eran los únicos actores legítimos merecedores de apoyo”, añade Charvat.

Un fuerte oponente

Mientras tanto, el actual gobierno checo de derechas sigue perdiendo apoyos: su índice de aprobación ronda actualmente el 17 %. A un año y medio de las próximas elecciones parlamentarias, el regreso de Babiš como primer ministro parece casi inevitable.

La pregunta sigue siendo si gobernará solo o en coalición. Los socios potenciales son el SPD de extrema derecha y el conservador ODS. Este último es el partido más fuerte del actual gobierno, pero entró en él precisamente gracias a la promesa de apartar a Babiš del poder y "salvar la democracia checa".

Sin embargo, su presencia en el gobierno beneficiaría a figuras poderosas de la oligarquía checa, por lo que parece posible un acuerdo postelectoral entre ODS y Babiš. De hecho, la perspectiva de una coalición entre el partido ANO de Babiš y el SPD puede resultar útil como coartada que permita al ODS gobernar con Babis.

Sea cual fuere el resultado, la probabilidad –rayana en la certeza– es que el próximo gobierno checo no simpatizará con los refugiados no blancos, estará subordinado a la oligarquía de los combustibles fósiles y la agroindustria, y su prioridad no será la cohesión social.

Una toma del poder por parte de la extrema derecha, tal como se la define tradicionalmente, no es inminente, aunque el próximo gobierno de Babiš puede resultar autoritario. Pero hace tiempo que algo de la visión del mundo (según lo ve la extrema derecha) se ha filtrado en la principal corriente democrática checa. Será más difícil luchar contra esto que contra una pandilla de cabezas rapadas y botas.

Con el apoyo de Heinrich-Böll-Stiftung EU

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