Olivier Ploux Equality Voxeurop

La extrema derecha está en contra de las mujeres

Tanto si están liderados por mujeres, como si son jóvenes o parecen modernos, los partidos y movimientos de extrema derecha amenazan los logros aún vulnerables del feminismo, así como sus futuras batallas. Una mirada a la prensa europea.

Publicado en 30 junio 2024

El aborto, con una ley que lo garantice, pero sobre todo el acceso a este derecho, es una de las cuestiones centrales (y no la única) en la lucha por la igualdad de género y la protección y el progreso de la salud sexual y reproductiva. Si bien es legal en todas partes en Europa, con frecuencia este derecho es muy limitado (como en Polonia o Malta) o existe solo en teoría (en algunas regiones es extremadamente difícil encontrar médicos que practiquen abortos).

El pasado mes de abril, el Parlamento Europeo votó una resolución en la que se pedía que el aborto se incluyera en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE: 336 eurodiputados votaron a favor (incluidos 40 conservadores del Partido Popular Europeo), 163 en contra y 39 se abstuvieron.

¿Quién votó en contra de esta resolución? La mayoría de eurodiputados de Conservadores y Reformistas Europeos (que incluye a la mayoría de los partidos soberanistas y de extrema derecha, como Hermanos de Italia, Ley y Justicia en Polonia, Vox en España) e Identidad y Democracia (que incluye a los partidos de extrema derecha que no se encuentran en la lista anterior).

¿Qué significa esta resolución para las mujeres? En la práctica, poco. “Si se incluye el aborto en la Carta de Derechos Fundamentales, daremos a las mujeres la posibilidad de recurrir a los tribunales europeos”, explica Céline Thiebault-Martinez, presidenta de la coordinación francesa del Lobby Europeo de Mujeres, en Public Senat. Obviamente, se trata de procesos largos y exigentes. Sin embargo, el hecho de incluirlo es muy simbólico, porque “nos permitiría proclamar la libertad de las mujeres para controlar su cuerpo”.

¿Por qué es necesario repetirlo? 

La extrema derecha europea, que incluye numerosos rostros jóvenes, como Jordan Bardella, líder de la Agrupación Nacional en Francia, o algunos femeninos, como Giorgia Meloni en Italia, se denominan a sí mismos “feministas”. 

El feminismo, como tantos otros términos, se utiliza por conveniencia, una forma de “lavado feminista” que yo calificaría como una de las mayores apropiaciones culturales del siglo.

¿Qué supone la extrema derecha para los derechos de la mujer y, más en general, para la salud sexual y reproductiva, y los derechos LGBTQI+?

En una entrevista para Alternatives Economiques, Sarah Durocher, presidenta de Planning Familial, una asociación francesa que ayuda a más de 450 000 personas al año en cuestiones como anticoncepción, aborto, violencia conyugal, discriminación y violencia contra personas homosexuales o transexuales, explica: “En todos los países en los que la extrema derecha ha llegado al poder, se han atacado los derechos sexuales y reproductivos, la anticoncepción y el aborto, aplicando una política natalista. No hay razón para creer que la Agrupación Nacional sea una excepción. En Polonia, el derecho al aborto se limitó a cuatro meses. Las mujeres polacas nunca pensaron que ocurriría algo así. Se recortó la financiación de las asociaciones feministas y se criminalizó y persiguió a las activistas”.

El feminismo, en sus versiones blanca, patriarcal, heterosexual y católica, lo utiliza la extrema derecha en términos electorales (y culturales) según el contexto político, como explica la socióloga polaca Elżbieta Korolczuk en esta entrevista.

Obviamente, Giorgia Meloni plantea un caso interesante: Giulia Blasi en Valigia Blu habla sobre el “feminismo de conveniencia” de la primera ministra italiana: “Es necesario repetirlo: los feminismos son colectivos. No hay feminismo que no pase por la colectividad, por la unión, por la elaboración de ideas, prácticas y estrategias, por pensar en el impacto de las acciones propias en la sociedad y en las categorías marginadas. A Meloni todo esto no le interesa, pues nunca lo ha practicado: ha hecho política entre hombres, como los hombres, al margen de cualquier conciencia de género”.

El antifeminismo estructural de los partidos de extrema derecha

En una entrevista en el Tageszeitung, la socióloga Maiken Schiele explica que “el antifeminismo es un componente esencial del pensamiento de extrema derecha. (Se basa en) una idea muy concreta del mundo o en cómo debe estructurarse una población que contiene rasgos antifeministas: hay dos géneros, la familia es el núcleo de la nación y garantiza la existencia continuada de un pueblo supuestamente 'homogéneo'. Las mujeres están para tener hijos”. Este punto de vista se hace eco de la posición de AfD (Alternativa para Alemania): “En su programa para las elecciones europeas, el partido apoyaba a la familia tradicional: hombre y mujer, casados, con muchos hijos. Ese es el principio rector. Otros estilos de vida se toleran, pero no se tratan del mismo modo”.

Blasi llega a las mismas conclusiones: “En materia de género, la derecha [Meloni] tiene pocas ideas, todas ellas dirigidas hacia la normatividad y el endurecimiento de los roles establecidos por la sociedad patriarcal: las mujeres son madres, los hombres son líderes e incluso aquellos que deciden asumir el mando lo hacen cumpliendo (al menos formalmente) con una división del trabajo muy clara. Por supuesto, desde los tiempos de Mussolini se han actualizado; ahora las mujeres pueden trabajar fuera de casa, pero que nunca olviden su misión: tener hijos para la Patria”.

En Mediapart, Mickaël Correia entrevista a Manuela Tavares, cofundadora de la asociación feminista Umar e investigadora de Estudios de Género en la Universidad de Lisboa: “El reciente crecimiento de la extrema derecha en Portugal aporta claramente más peso político al antifeminismo. Es una ola que recorre Europa y el planeta: asistimos a una congelación, por no decir un retroceso, de los derechos de la mujer”.

Los movimientos masculinistas también están presentes en Luxemburgo: en Le Quotidien, Claire Schadeck de la asociación CID Fraen an Gender expone que los masculinistas “rechazan sistemáticamente cualquier avance hacia una sociedad más inclusiva e igualitaria. Para ellos, las funciones de hombres y mujeres están determinadas biológicamente”.


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El aborto también es un problema de clases

Me gustaría destacar también un artículo en Krytyka Polityczna, de la activista y feminista Aleksandra Taran: “Por el bien de todas las mujeres, debemos desmontar la idea de que el aborto es solo una cuestión de libre elección y conciencia personal. El liberalismo nos exige pensar en términos de decisiones individuales. Y, en el caso del aborto, lo que importa no es la elección, sino el acceso. ¿Hasta qué punto es libre la elección de quienes no tienen medios para pagarla?”.

En Polonia, donde el aborto únicamente es legal en caso de violación o si la vida de la mujer corre peligro, las mujeres abortan, aunque “ilegalmente o legalmente en el extranjero. En todos estos casos, la disponibilidad está limitada por el capital económico. [...] Esto significa que las mujeres que no tienen dinero o que viven con sueldos bajos, las que tienen empleos manuales, en el sector asistencial o como 'empleadas del hogar', en la hostelería, pero también las que dependen económicamente de sus maridos, las que se encuentran en relaciones abusivas o las que se dedican al cuidado del hogar y de los hijos o de familiares discapacitados, tienen más dificultades para acceder a un aborto seguro”.

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