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A pesar de todas las bufonadas de ambos bandos, los medios y la extrema derecha son amienemigos. Claro está que a la extrema derecha le encanta atacar a los medios como "propagadores de noticias falsas" o incluso como "Lügenpresse" (prensa mentirosa), mientras que a los medios les encanta escribir artículos sobre los "peligros" de la extrema derecha, pero todo esto enmascara una relación altamente simbiótica que es mutuamente beneficiosa.
En ningún otro sitio ha quedado esto más claro que en el caso de Estados Unidos. Cuando Donald Trump se presentó a las elecciones presidenciales de 2016, los medios de comunicación de EE UU le concedieron el equivalente a 4600 millones de $ (4240 millones de €) en términos de espacio gratuito en los medios de comunicación. No obstante, esto fue generosamente reembolsado por Trump que promovió un enorme boom en el consumo de noticias. Los dos principales medios liberales The New York Times y The Washington Post, por ejemplo, consiguieron triplicar sus subscripciones digitales durante el gobierno de Trump.
Como crítico locuaz de la cobertura mediática de la extrema derecha, a menudo me preguntan cómo deberían cubrirla los medios. Se trata de una cuestión compleja por diversas razones. Una es que existe una gran tensión entre cómo ven los medios muchos periodistas y lectores y lo que realmente esos medios son. La idea de que los medios son el perro guardián de la democracia es bien admitida, incluso entre los periodistas, pero la realidad es que casi todos los medios son empresas mercantiles. Consecuentemente, en última instancia tienen una lógica económica, no política o democrática. Lo que explica su relación simbiótica con la extrema derecha. Esto no quiere decir que las cosas no se puedan mejorar.
Un planteamiento crítico con los actores políticos
En esencia, la cobertura mediática de la extrema derecha debería ser similar y diferente a la de otros fenómenos políticos. Los lectores y la democracia se benefician de unos medios críticos, que no solo cubren las noticias sino que también las analizan. Sin embargo, crítico no es lo mismo que hostil. La hostilidad implica parcialidad, la crítica implica escepticismo.
Los medios de comunicación deberían abordar con escepticismo todo lo relativo a los actores políticos, dado que tienen interés en interpretar a su gusto las noticias. Y deberían cubrir la actuación de la mayoría de los políticos de extrema derecha de manera aún más crítica, porque tienen un interés aún mayor en interpretar a su gusto las noticias, dada su imagen generalmente más negativa.
Pero los medios de comunicación deberían cubrir de manera diferente la actuación de la extrema derecha, porque la extrema derecha es diferente. En primer lugar, la extrema derecha (que no solamente Trump) es particularmente proclive a las teorías conspirativas y a las mentiras más descaradas. En segundo lugar, la extrema derecha es hostil a algunas instituciones y valores clave de la democracia liberal, que constituyen el marco legal y normativo de nuestros estados.
Muchos medios y periodistas prefieren presentarse como políticamente “neutrales” y fingen ser, tal como Fox News proclama tan irónicamente, “justos y equilibrados”. Dejando aparte el hecho de que uno pueda ser realmente neutral, no tiene sentido para los medios de comunicación independientes el desear ser neutrales, dado que la base de su funcionamiento, es decir la independencia, está (solamente) garantizada por la democracia liberal y está activamente amenazada por la extrema derecha – basta con observar la situación de los medios en Hungría, India y Polonia sometida esta al régimen de Ley y Justicia (PiS).
Y el estar “equilibrados” no significa que se escriban tantos artículos “negativos” acerca de dos candidatos cuando uno de ellos se enfrenta a cuatro autos de procesamiento criminal que totalizan 91 casos de delito grave y el otro es… bueno vamos a decir que (también) es viejo.
Consejos para una cobertura crítica de la extrema derecha
Entonces, ¿cómo debería ser la cobertura crítica de la extrema derecha? En primer lugar, los periodistas no deberían tomar las declaraciones de la extrema derecha al pie de la letra. No solo deben verificar los hechos que parezcan controvertidos o interesados, sino también formular preguntas de seguimiento en las entrevistas. En segundo lugar, los medios no deberían proporcionar a los actores de extrema derecha espacio para difundir su programa (como los artículos de opinión). En tercer lugar, no deberían prestar una atención desproporcionada a la extrema derecha ni exagerar su importancia (ya sea para aumentar el público o justificar relatos). En cuarto lugar, los periodistas no deberían adoptar ciegamente los marcos y términos de la extrema derecha, incluso si ya han sido incorporados a los usos corrientes por otros actores, como los políticos con mayor imagen pública.
Esto no significa que los medios de comunicación no puedan cubrir la delincuencia en áreas con muchos migrantes, sino que significa que deben hacerlo de manera crítica –no simplemente asumiendo que la cultura, más que la marginación socioeconómica, es la causa del delito– y ciertamente no adoptar términos como "delito de migrantes" que tuvo su origen en la extrema derecha y la impulsó electoralmente.
Todo esto da por descontado que los periodistas están bien informados en cuanto a la extrema derecha –es decir, sus marcos, temáticas, organizaciones, personas, estrategias y símbolos– y acerca de los peligros para la democracias liberal, tanto en la teoría como en la práctica. Sin embargo, a pesar de la desproporcionada atención de los medios en cuanto a la extrema derecha, rara vez es este el caso. La cobertura de los medios de la extrema derecha frecuentemente es caricaturesca y muy anticuada.
La extrema derecha todavía se describe principalmente como de hombres blancos "olvidados", con pocos estudios y marginados económica y socialmente, retratados visualmente como el eterno skinhead, de cabeza rapada, gritando enojado, con símbolos visibles de extrema derecha como cruces celtas o esvásticas. Si bien este ya era un vago estereotipo en la década de 1980, está muy lejos del partidario promedio de la extrema derecha actual, que puede ser en casi todos los sentidos el vecino de al lado. Además, la extrema derecha también sigue siendo retratada como un contendiente político, fundamentalmente diferente de la corriente política dominante, aunque ha sido en gran medida incorporado a esta, cuando no directamente normalizado.
Ya es hora de que los medios actualicen sus ideas sobre el papel tanto de la extrema derecha como de ellos mismos en las democracias contemporáneas. En general, los medios de comunicación son abiertamente críticos, cuando no decididamente hostiles, con la extrema derecha cuando es políticamente marginal, pero mucho menos cuando llega a ser políticamente relevante. En resumen, demasiado crítico cuando es irrelevante y poco crítico cuando es relevante. Lo que realmente necesitamos, ahora más que nunca, es unos medios que entiendan y reconozcan la amenaza de la extrema derecha a la democracia liberal (y, por tanto, a los medios independientes) y que traten a la extrema derecha de una manera informada y crítica.
