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El enfermo de Europa cierra las fronteras: sobre la inmigración y la crisis económica en Alemania

Este mes, en una revista de prensa en colaboración con Display Europe, analizamos la opinión de los medios europeos sobre la tambaleante economía alemana y el cierre de fronteras.

Publicado en 9 octubre 2024

La revista The Economist describió a Alemania por primera vez como el “enfermo de Europa” en 1999, cuando el país se enfrentaba a problemas económicos tras la reunificación. No obstante, las oportunas reformas del mercado laboral del canciller Gerhard Schröder acabaron dando sus frutos y los economistas alabaron la transformación de Alemania en una “superestrella económica” en 2014.

Una década después, resurge este apodo tan poco favorecedor. En 2023, Alemania fue el único país del G7 que sufrió una recesión económica, y las previsiones del FMI sugieren que seguirá siendo la nación más rezagada del grupo en 2024. Cada vez son más las voces que sostienen que el otrora cacareado modelo económico alemán está destrozado de manera irreparable.

Según Igor Steinle, redactor político del Südwest Presse, la actual crisis económica alemana tiene nombre: Volkswagen. El fabricante de automóviles, antaño un icono nacional, lucha por seguirles el ritmo a sus competidores chinos y estadounidenses en el mercado de los vehículos eléctricos. Por primera vez en 30 años, Volkswagen ha anunciado despidos masivos e incluso podría cerrar plantas en Alemania, una medida sin precedentes en la historia de la marca. El consecuente efecto dominó sobre la cadena de suministro podría aumentar las declaraciones concursales en un 20 %. Steinle destaca un estudio de la Federación de Industrias Alemanas (BDI), que advierte de que Alemania se enfrenta a su transformación más importante desde la posguerra, comparable al Plan Marshall, dado que abordan simultáneamente el cambio estructural y los objetivos climáticos. La BDI calcula que se necesitan 1,4 billones de euros de inversión para modernizar las infraestructuras, formación e instalaciones, y se espera que el Estado aporte 460 000 millones.

Rainer Zitelmann afirma, en la revista alemana en lengua inglesa The European, que el origen del actual malestar económico de Alemania se encuentra en la falta de reformas de la era Merkel y en la “transformación de su sector energético en una economía planificada”. La costosa “transición energética”, que se prevé alcanzará los 1,2 billones de euros en 2035, ha encarecido demasiado la producción para muchas empresas. La prohibición por parte de la UE de los coches con motor de combustión a partir de 2035 amenaza aún más la pujanza automovilística alemana. Zitelmann sostiene que los problemas de Alemania se ven agravados por una tormenta perfecta de inmigración mal gestionada y fuga de cerebros.

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Las repercusiones de las dificultades económicas de Alemania están a punto de hacerse patentes en toda Europa, sobre todo en países como la República Checa, que depende en gran medida de su vecino: el 9 % de su PIB y el 30 % de sus exportaciones están ligados a Alemania. Sin embargo, en Hospodářské noviny, Pavel Sobíšek rechaza el pesimismo excesivo. Sostiene que los retos actuales de Alemania forman parte de un ciclo económico natural y señala que la nación superó a la eurozona hasta 2017, pero que ha tenido problemas desde entonces. Sobíšek cree que no debe cundir el pánico con respecto al contagio de Alemania y que permanecer junto a la nación durante este difícil período puede valer la pena, ya que es probable que restituya su pujanza económica en un futuro próximo.

Gyula Szabó, periodista de Index, que mantiene estrechos vínculos con el Gobierno del primer ministro Viktor Orbán, ofrece una valoración menos conciliadora de la situación desde Hungría, otro país con gran dependencia de la industria automovilística alemana. Szabó argumenta que desde la crisis de la deuda de 2011, el modelo económico de Europa se ha construido sobre los cimientos alemanes y sugiere que, si estos cimientos se desmoronan, Europa carece de un plan económico viable. Rechaza el llamamiento de Viktor Orbán a la “neutralidad económica” en las finanzas, la inversión, los mercados, la tecnología y la energía como respuesta a la menguante competitividad de Europa. Szabó sostiene que este planteamiento no aportará una solución debido a la profunda integración de Hungría en la economía europea. En su lugar, insinúa que la prioridad debería ser abordar urgentemente los alarmantes precios de la energía y adoptar una política energética racional y pragmática, aludiendo a la idea de que detener el flujo de petróleo y gas baratos procedentes de Rusia puede no haber sido una decisión prudente. 

“Todos tendremos que trabajar más y durante más tiempo”, declara Ronald Ižip, editor jefe de la revista eslovaca Trend, resumiendo la respuesta a la tambaleante economía alemana y, por extensión, europea. Citando a Christian Sewing (jefe del Deutsche Bank) Ižep señala que el estancamiento de Alemania y la erosión de la confianza de los inversores podría requerir seguir el ejemplo de Grecia e introducir una semana laboral de seis días. Los datos de la OCDE revelan que los alemanes apenas trabajan 26 horas semanales de media, ocho horas por debajo de la norma en la OCDE. Esta disparidad sugiere un posible cambio de la tendencia de larga data hacia la reducción de la jornada laboral. Sin embargo, los políticos centroeuropeos siguen defendiendo la reducción de la jornada laboral y la jubilación anticipada, una postura que Ižep considera cada vez más insostenible. Mientras los problemas económicos de Alemania reflejan los de Eslovaquia, Ižip advierte de que los responsables políticos eslovacos se enfrentarán pronto a un punto de inflexión: cómo gestionar el lento crecimiento y la escasez de mano de obra en un panorama laboral europeo cambiante.

¿El fin del espacio Schengen?

Por si los problemas económicos de Alemania no fueran suficientes, la ministra del Interior, Nancy Faeser, ha anunciado controles temporales en todas las fronteras terrestres, aparentemente para frenar la inmigración ilegal y reforzar la seguridad nacional. Esta medida amplía los controles existentes con Austria, la República Checa, Polonia y Suiza, al tiempo que introduce nuevos controles en las fronteras con Luxemburgo, Bélgica, los Países Bajos y Dinamarca durante al menos seis meses. La decisión ha conmocionado a la Unión Europea, que teme por el futuro de uno de sus mayores logros: el espacio Schengen. En El País, Gloria Rodríguez-Pina advierte de que la libre circulación de personas y mercancías, piedra angular de la integración europea, se tambalea. La acción unilateral de Alemania no sólo ha irritado a sus vecinos, sino que también ha alarmado a los expertos, que ven en ella una posible sentencia de muerte para Schengen.

Estas preocupaciones resuenan en el vecino Portugal, donde Luana Augusto, que escribe para Sábado, cita al experto en derecho constitucional europeo Francisco Pereira Coutinho. Este afirma que es poco probable que el cierre de fronteras resuelva el problema de la inmigración y que, al contrario, puede hacer que la integración europea retroceda hasta los años ochenta. Asimismo, las consecuencias económicas del aumento de los tiempos de espera en las fronteras podrían ser considerables. Pereira Coutinho sostiene que la medida es más política que práctica: un gobierno de izquierdas que saca músculo en materia de inmigración para aventajar a la derecha. Mientras Europa se enfrenta al doble reto del malestar económico y las presiones migratorias, el futuro de los viajes sin fronteras dentro del bloque pende de un hilo.

En colaboración con Display Europe, cofinanciado por la Unión Europea. No obstante, los puntos de vista y opiniones expresados son exclusivamente los del autor o autores y no reflejan necesariamente los de la Unión Europea ni los de la Dirección General de Redes, Contenidos y Tecnología de las Comunicaciones. Ni la Unión Europea ni la autoridad otorgante pueden ser consideradas responsables de las mismas.
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